Mosqueteros de Yehovah

Santiago Capítulo 2

Versos del 1 al 13

Parcialidad. Las tres secciones siguientes se ocupan de la tentación del poder, no como servicio, sino como la búsqueda de intereses personales y la pretensión de estar por encima de los demás.

Las comunidades están en problemas porque algunos quieren ejercer su poder haciendo alarde de su riqueza (vs 1-13), de su Fe (2,14-26) y de su sabiduría (3, 1-12).

La incoherencia entre creer en Yeshúa y discriminar a las personas es insoportable para Santiago, actitud que seguramente se había intensificado con la llegada de personas ricas a las comunidades (vs 6-7).

El mismo animador de la comunidad ha caído en la trampa de la discriminación al hacer diferencia entre el rico, a quien le ofrece un buen puesto, y el pobre, a quien invita a quedarse de pie o en el suelo.

Probablemente, el uso del anillo de oro y del traje elegante remite a los magistrados locales que compraban el cargo para administrar la justicia de acuerdo a sus intereses.

El tener poder económico y judicial le daba un estatus que todos respetaban o temían.

También era normal en la época que estas personas fuesen benefactores de grupos religiosos o sociales para ganarse el afecto de los pobres.

¿Será que los animadores de las comunidades están tratando de ganar benefactores aun a costa de discriminar a los pobres?.

La enseñanza es clara: la discriminación del pobre no es compatible con la Fe en Yeshúa por las siguientes razones, entre otras:

1. Los ricos oprimen, manipulan los tribunales y son idólatras al utilizar el Nombre de Yeshúa para defender lo suyo.

2. El mismo Yeshúa hizo opción por los pobres (vs 5-7; Lucas 4, 18-19), siendo fiel a la opción hecha por Yehovah Dios desde el Antiguo Testamento (Éxodo 3, 7-10).

3. La discriminación viola la ley de Yehovah Dios (Proverbios 14, 21), en cuanto contradice el precepto del amor (vs 8; Leviticos 19, 18; Mateo 22, 39).

En las comunidades, el juez supremo no es el magistrado rico y corrupto que discrimina al pobre, sino Yehovah Dios que juzga según la ley de libertad (1, 25) y de acuerdo a la misericordia que hayamos tenido con el prójimo (vs 12-13).

Versos del 14 al 26

Fe y obras. El recuerdo de las Palabras que Yeshúa dirige a escribas y fariseos (Mateo 23, 3-5) y a sus discípulos (Mateo 5, 16) le sirve a Santiago para resolver el problema de quienes se creen campeones de la Fe, pero no dan testimonio de ella con las obras.

Utilizando el recurso literario de la diatriba, que consiste en la presencia de un interlocutor imaginario, el texto comienza con una pregunta retórica que introduce el tema de la Fe y las obras.

La misericordia (2, 13) se concreta a través de las obras; pero en este caso no se trata de las “obras de la Ley”, en línea con la teología paulina (Romanos 3, 20. 27. 28; Gálatas 2, 16; 3, 2. 5. 10), sino de obras de misericordia con los más pobres y necesitados.

Si bien a Santiago parece preocuparle cierto abuso sobre la interpretación paulina de la justificación por la Fe (Romanos 3, 28; Gálatas 2,16), su preocupación mayor sigue siendo la realidad de muchos cristianos que se jactan de ser hombres y mujeres de Fe, pero de una Fe vacía, estéril y pasiva que no genera compromisos de misericordia.

Acudiendo nuevamente al género literario de la diatriba (vs 18), Santiago quiere dejar claro que la Fe y las obras deben caminar juntas, y que ninguna está por encima de la otra.

El hecho  que se resalte más las obras no se debe a que sean más importantes que la Fe, sino a la coyuntura del momento, caracterizada por unas comunidades dormidas en sus laureles.

Esto lo ilustra con Abrahán y Rajab, dos personajes del Antiguo Testamento que demostraron su Fe con obras concretas.

Para Santiago la fe simboliza el cuerpo, y las obras, el Espíritu que da vida. Una Fe sin obras es un cuerpo sin vida.

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