Mosqueteros de Yehovah

Juan Capítulo 21

Versos del 1 al 14

Se aparece junto al lago. La siguiente serie articulada de rasgos nos ayudarán a interpretar este profundo signo:

1. Yeshúa es el Señor y el amigo cercano. Como antaño, Yeshúa y los discípulos se encuentran en la orilla del lago.

Pero ahora Yeshúa ha pasado por el drama de su muerte y se presenta resucitado.

Yeshúa no se aleja de los suyos en una remota trascendencia, sino que se aproxima.

Su Gloria soberana le ahonda en humanidad y le sume en una insospechada cercanía. Descubrimos a Yeshúa como compañero y amigo, que sigue de cerca las preocupaciones de sus discípulos.

2. Interpretación eucarística. Toda la escena se encuentra penetrada por el simbolismo propio de la eucaristía.

La descripción se realiza con elemental sobriedad. En torno a Yeshúa existe un silencio religioso, casi litúrgico.
Únicamente aparece el gesto de Yeshúa y su actitud de ofrecimiento.

Esta interpretación eucarística conlleva necesariamente la creación de una plena comunión entre Yeshúa y los discípulos. Comunión que permanece viva después de la resurrección.

3. Confianza absoluta en la Palabra de Yeshúa. No es la Iglesia con su poder la protagonista de la misión, pero sí la que con su trabajo coopera lealmente.

El evangelio anota que “aquella noche no pescaron nada” (vs 3). Sabemos que pescar por la mañana, de sobra lo conoce Pedro y sus compañeros, es tarea abocada al fracaso.

Sin embargo, siguiendo la Palabra de Yeshúa, realizan una pesca asombrosa. ¡Imposible capturar tantos peces! ¡Imposible que la red no se rompa!

Lo que no consigue la capacidad humana, ni nuestras exiguidas fuerzas, lo puede el Señor.

Lo que es imposible para los hombres, es posible para YEHOVAH Dios (Lucas 1, 37).

4. Interpretación misionera univeral. Ésta se expresa en el simbolismo de los 153 peces capturados en la red de la barca apostólica (vs 11).

Se ha detectado en este relato la influencia de Ezequiel y el cumplimiento de su profecía, respecto a la visión del río que brota del templo y fecunda de vida cuanto va irrigando.

Este impetuoso torrente hace que las aguas corrompidas del mar de la muerte se llenen de peces vivientes (47,10).

San Jerónimo afirma que los zoólogos de su tiempo habían llegado a catalogar 153 especies de peces.

Con esta alusión se indica la plenitud y la variedad de la pesca evangélica, anticipo del resultado final de la misión de la Iglesia.

La red, repleta de peces, es el símbolo de la Iglesia misionera, que ha nacido como fruto de la obra de Yeshúa resucitado.

Significa la reunión ecuménica de los seres humanos dentro de la Iglesia. La humanidad entera es destinataria del mensaje de la salvación.

5. ¡No rompamos nunca la comunión! Retornando al episodio de la pesca milagrosa, encontramos una extraña secuencia.

“Pedro subió a la barca y arrastró hasta la playa la red repleta de peces grandes… Y, aunque eran tantos, la red no se rompió” (vs 11).

Sorprende la no ruptura de la red, que también al mismo evangelista asombra, ya que anota “aunque eran tantos, no se rompió”.

Se utiliza el mismo verbo que aparece en la escena del despojo de las vestiduras de Yeshúa en la cruz. Van a desgarrar la túnica en cuatro partes.

Una parte para cada soldado. Los soldados, al ver que era de una sola pieza, afirman: “No la rasguemos” (Juan 19,24).

Y respetan su integridad. No la rasgan.

Este capítulo 21 del evangelio es principalmente eclesial, refiere la situación de la Iglesia tras la muerte de Yeshúa.

La imagen de la red es signo de la Iglesia. La red, repleta hasta casi reventar por el inminente volumen y variedad de tantos peces, no se “rompe”.

La Iglesia apostólica es, según característica expresión de Yeshúa, “pescadora de hombres”. En la Iglesia cabemos todos.

En sus redes ya no hay buenos ni malos, ¡ni los peces grandes se comen a los chicos; eso sólo acontece en el mar bravío!.

La red no debe romperse, la túnica de Yeshúa, tampoco. Ambos símbolos representan la unidad de la Iglesia, que no debe desgarrarse nunca.

6. La misión de la Iglesia no debe guardarse nada, sino arrastrar a todos hacia Yeshúa. Yeshúa quiere seguir atrayendo a la humanidad.

Para hacer efectivo este proyecto cuenta con nosotros, sus discípulos. Nos fijamos con atención en las maravillas de nuestro relato evangélico.

A través del verbo “atraer” o “arrastrar” muestra la conexión entre la obra misionera de la Iglesia y el poder de atracción de Yeshúa sobre la cruz (Juan 12,32).

La Iglesia misionera realiza la voluntad de Yeshúa: echa la red según su Palabra.

También puede afirmarse que echa la red de la Palabra de Yeshúa y recoge una enorme cantidad de peces, tantos que ya no pueden los discípulos “arrastrar”.

La función de la Iglesia no es conservarlos en sus propias redes, sino “atraerlos” hacia Yeshúa.

Versos del 15 al 25

Misión de Simón Pedro. Yeshúa pregunta a Pedro por la sinceridad de su amor. Son tres preguntas, eco y reparación de la triple negación de Pedro (13, 38; 18,17.25-27).

Puede que sea también la ratificación de un compromiso, conforme a la costumbre semítica de hacerlo (Génesis 23, 7-23).

La respuesta de Pedro muestra cómo su experiencia dolorosa le ha cambiado.

Su triple respuesta no se apoya en él mismo, sino en el conocimiento soberano de Yeshúa (vs 17).

En Mateo predomina el carácter eclesiológico: “Sobre esta piedra construiré mi Iglesia” (Mateo 16, 18).

Yeshúa constituye a Pedro en pastor de su rebaño y le pide su amor total.

Es la condición indispensable para desempeñar el oficio de pastor dentro de la Iglesia, y en sentido amplio, para cuidar del hermano.

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