Mosqueteros de Yehovah

Juan Capítulo 20

Versos del 1 al 10

Resurrección de Yeshúa. María Magdalena es la primera en ser testigo de la resurrección. “Todavía estaba oscuro” es el símbolo desde donde se parte en la Fe pascual.

María ve la piedra quitada y corre a decírselo a Pedro y al discípulo amado (con dos testigos ya se puede dar testimonio fidedigno).

Hay una reacción positiva de ambos. El discípulo amado llega antes al sepulcro, ve las sábanas, pero no entra; luego que Pedro entra, ahora sí: “vio y creyó”.

¿Qué vio? Que el sepulcro estaba vacío y creyó en la resurrección.

Este creer hay que entenderlo no en sentido pleno, sino más bien “empezó a creer”, tal y como lo da a entender el tiempo del verbo griego original.

Este creer ha surgido a la vista del sepulcro vacío, de un “signo” negativo: la ausencia de un cadáver; no fundado en la palabra de Yeshúa, pues “todavía no conocían las Escrituras” en las que se habla de la resurrección.

Como no es un creer pleno, no va a anunciarlo a los demás, sino que se marcha a su casa.

Versos del 11 al 18

Se aparece a María Magdalena, ella es “la mujer fiel”. Pedro y el discípulo amado van al sepulcro; sólo ven soledad: las sábanas en el suelo y el sudario enrollado. Empiezan a creer.

Después, cada uno se va a su casa. María, en cambio, permanece junto al sepulcro (vs 11).

Ante la inconsistencia y cansancio de los discípulos, se destaca la firme perseverancia de esta mujer.

María Magdalena encarna la figura de “la Amada del Cantar”, y como tal, se puede decir que está loca o enferma de amor.

Por eso ve a Yeshúa por doquier, incluso piensa que el jardinero lo ha llevado a alguna parte y desea ir ella personalmente a recogerlo (vs 15).

Pero el Maestro se presenta y la llama por su nombre, María quiere retener a Yeshúa (vs 17).

Todavía no sabe que Yeshúa resucitado es un don vivo para toda la humanidad; no puede guardárselo para ella sola.

El amor verdadero nunca es egoísta ni acaparador. Siempre se muestra en donación, pura generosidad de sí mismo.

María “recibe una gran revelación”. Yeshúa ha resucitado y comunica el gran don de YEHOVAH Padre: El Padre de Yeshúa es ya nuestro Padre, y su DIOS es ya nuestro DIOS (vs 17).

Por último, el Señor la hace misionera (vs 18): debe ir a los hermanos y anunciar su experiencia de Fe: que lo ha visto resucitado y que le ha dicho todas estas cosas.

Versos del 19 al 23

Se aparece a los discípulos. El evangelista presenta a los discípulos en un lugar indeterminado, con las puertas bien cerradas y de miedo.

Entonces Yeshúa se les revela, se pone en medio de ellos, les da su paz y les muestra las llagas de su pasión: es el mismo que colgó de la cruz, es el crucificado.

Los discípulos se llenan de alegría. Yeshúa sopla sobre ellos y les dice: “Reciban el Espíritu Santo”.

Los discípulos, revestidos del Espíritu serán capaces de perdonar los pecados.

Versos del 24 al 29

En los versos Yeshúa se aparece nuevamente a los discípulos, pero esta vez Tomás está presente.

Sorprende el realismo tan dramático y vivo de lo que le ocurrió a Tomás.

Si Yeshúa se deja tocar las llagas es porque los discípulos deben palparlo para ser testigos de su resurrección, para dar testimonio a los demás.

Desde ese momento, la comunidad de discípulos no consiste sólo en los Doce reunidos en un determinado lugar y tiempo; todo el que tenga Fe es bienaventurado y se hace discípulo de Yeshúa, aunque no lo haya visto sensiblemente.

La visión de Fe es el único modo de entrar en contacto con Él.

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