Mosqueteros de Yehovah

Cantar de los Cantares Capítulo 7

Versos del 1 al 11

Epitalamio (Poema lirico realizado para las bodas). En este nuevo idilio, por su comienzo parece más bien un epitalamio, también son diversas las voces que se alternan.

La Sulamita, cuya litera aparecía en Cantares 3, 7, es invitada a danzar entre dos coros, es una danza rítmica, como puede apreciarse aun en la traducción.

Mientras gira la bailarina, llamada ahora “hija del Príncipe”, alguien (no sabemos si el esposo o el poeta) describe el cuerpo de la mujer desde los pies hasta la cabeza.

Quizás sea la escena más sensual de todo el libro. Sexualidad y fecundidad se funden en las imágenes, algunas ya nos son conocidas: los pechos como mellizas de gacela (Cantares 4, 5).

Otras son nuevas: el collar en las caderas, la ánfora, la torre de marfil, las piscinas de Jesbón, ciudad de los trovadores, la nariz bien perfilada y recta como la torre del Líbano, la cabeza leonada, la melena en el cintero.

El vino mezclado y el trigo son un símbolo de la fecundidad, también la arquitectura colabora en la descripción del cuerpo amado.

La ojiva que forma las curvas de las caderas; el cuello, que es torre de marfil; los ojos, que son piscinas; la cabeza erguida y leonada, tanta belleza cautiva irresistiblemente al rey enamorado, que queda prendado de la Sulamita como la melena está apresada en el cintero.

Algo divino debe haber en tanta belleza, el rey descubre el toque divino y lo pregona: “¡Cuán bello y dulce es el Amor en las delicias”.

El Amor (una vez más sin artículo en el texto hebreo) transforma el cuerpo de la mujer y lo hace tan esbelto y fecundo como una palmera, ha llegado el momento de subir a la palmera y de recoger los dátiles.

El esposo tomará posesión de tanta belleza, que le resultará jugosa como las uvas, sabrosa como las manzanas, embriagadora como el vino más exquisito (son claras las relaciones entre Cantares 1, 2-4 y 5,1).

La mujer confiesa que la unión se ha consumado. Las últimas palabras del idilio remiten a Genesis 3,16, con la salvedad de que ahora es el varón quien desea a la mujer.

Versos del 12 al 14

Promesas en el campo. Esta canción discurre en el campo, una vez más (Cantares 2, 8-17). La muchacha invita a salir al campo (en Cantares 2, 10 invitaba el muchacho).

Entre esta breve canción y el idilio de Cantares 2,8-10 se interponen la descripción del cuerpo desnudo de la muchacha (Cantares 4,1-7), que despierta el deseo del muchacho (Cantares 4,6) y los recuerdos (Cantares 6,1-3).

Es decir, un encuentro, que es más imaginario que real, y un segundo encuentro, que pertenece más al pasado que al presente.

Cuando los muchachos están ya en el campo, cobijados bajo los cipreses, todo será exclusivamente del amado. La muchacha tiene reservados para su amado los frutos nuevos y también los antiguos.

Es una promesa que abre esta estrofa a otras que vendrán después, esta pareja sale al campo a amar, no a que uno mate al otro (Genesis 4,8).

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