Mosqueteros de Yehovah

Apocalipsis Capítulo 4

Versos del 1 al 11

Liturgia celeste. Este capítulo abre con una visión de la corte celestial.

Yehovah Dios aparece sentado en el trono, es, por tanto, Dueño y Dominador de todo el universo.

El brillo de las más rutilantes piedras preciosas le rodean como una aureola cromática: Es Dios de Dios. Luz de luz. La suprema belleza.

El arco iris que le envuelve es el brillante anillo de su alianza con la humanidad. Yehovah Dios se compromete con la paz (Génesis 9, 13-15).

Los ancianos poseen algunas características llamativas: vestiduras blancas como el
uniforme de su configuración con Yeshúa resucitado (7, 13). Coronas de oro, en señal de victoria con Yeshúa ha Mashiaj vencedor (14, 14).

Son la egregia estampa de la Ekklesia glorificada. Su función es litúrgica y solidaria: no cesan de alabar a Yehovah Dios ni de interceder por nosotros.

Yehovah Dios, ataviado con los signos típicos de una nueva teofanía (Éxodo 19, 16; Juees 5,4-5; Ezequiel 1, 13), se acerca y va a intervenir poderosamente en la historia de la salvación.

Los siete espíritus de Yehovah Dios son descritos con el símbolo de siete antorchas de fuego.

El régimen temporal de los verbos griegos insiste en que arden de manera continuada, sin extinguirse.

Toda la expresión (vs 5b) habla de la presencia del Ruaj Hakodesh brillando en vela perpetua: es la imagen luminosa de la solicitud de Yehovah Dios por la humanidad. El mar, símbolo del mal en la Biblia (Salmo 66, 6; 74, 13) está ya vencido.

No es un mar de aguas turbulentas, sino una balsa cristalina. Como un lebrel se somete a los pies de su amo, así el mar ha sido despojado de su malicia.

Domesticado, es un instrumento de paz (Marcos 4, 39-41). El simbolismo de los cuatro vivientes, descritos con detalles enigmáticos, muestra la desbordante vitalidad que emana del trono.

Yehovah Dios es vida, y no puede dejar de dar vida en abundancia y sin mengua, incesantemente.

Un himno de adoración cierra el capítulo. Yehovah Dios es celebrado como el Creador.

Su actividad creadora, despliegue de su designio de vida, queda subrayada en la estructura del Apocalipsis: al comienzo (4, 11) y al final (21, 6).

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