Versos del 1 al 18
El ministerio apostólico. Pablo vuelve a interpelar a su querida comunidad a que se convierta, y lo hace como colaborador de Yehovah Dios en este ministerio de reconciliación.
No habla en abstracto, el contexto de su nueva exhortación es siempre el mismo.
Si los corintios le rechazan como apóstol, están rechazando no sólo su persona sino también el Evangelio que él anuncia.
De ahí la insistencia del Apóstol en defender su conducta misionera.
Es impresionante la importancia que da Pablo a que el “mensajero” se identifique con el “mensaje”.
No hace sino imitar a Yeshúa, “el testigo fiel” (Apocalipsis 1,5), cuya persona misma era “el Evangelio”.
Autodefensa de su ministerio, Pablo nos va a dar en estos versos el retrato de lo que debe ser un servidor del Evangelio, o mejor aún, nos va a mostrar el Evangelio en acción.
Tan importante es esta llamada del Apóstol a la conversión y reconciliación de los corintios que no duda en aprovechar el texto bíblico de Isaías 49, 8 para decirles que el tiempo favorable de salvación anunciado por el profeta ha llegado para ellos justamente ahora, al tener esta carta en sus manos.
Si el evangelio de Pablo es Cristo y Cristo crucificado, el mensajero y ministro del Evangelio no puede ser sino un “crucificado” también.
Así es como Yehovah Dios capacita y acredita a su ministro. Esto es lo que los corintios no acababan de comprender, y esto es lo que quiere hacerles entender con la larga alusión a sus tribulaciones, tristezas, penurias, cárceles, pobreza, entre otros.
Paradójicamente, este camino de cruz es la marcha triunfal de una persona que también está participando ya del poder de la resurrección.
Por eso está viva y alegre, enriquece a todos con su pobreza, lo posee todo en su necesidad, tiene un corazón ancho y dilatado donde caben todos y todas.
Pablo termina dirigiéndose a sus queridos corintios con una conmovedora petición: que hagan un hueco en su corazón para él y para el Evangelio que les anuncia.