Mosqueteros de Yehovah

1 Corintios Capítulo 11

Versos del 1 al 16

Pablo sabía que estaba siguiendo a Yeshúa, así que no dudó en decirle a los Corintios que imiten su caminar con Yeshúa (vs 1). Él sabía que los cristianos corintios necesitaban ejemplos y él estaba dispuesto a ser tal ejemplo.

Al hacer eso, Pablo simplemente estaba haciendo lo que le dijo a Timoteo que hiciera: “sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Timoteo 4, 12).

Las instrucciones que Pablo entregó a los cristianos corintios eran simplemente las enseñanzas y prácticas que los apóstoles, recibieron de Yeshúa.

Pablo no está hablando de ceremonias y rituales, sino de enseñanza y doctrina básica.

Yeshúa es la cabeza de todo varón; el hombre es la cabeza de la mujer y YEHOVAH Dios (el Padre) es la cabeza de Cristo. Porque Pablo conecta las tres relaciones, los principios de liderazgo son los mismos para ellos.

En los versos del 4 al 6 vemos la aplicación del principio del liderazgo entre los cristianos corintios.

El velo de las mujeres. En la antigüedad, tanto entre los judíos como en el mundo griego, la mujer llevaba pañuelo en la cabeza como signo de pudor.

1 Corintios 5, 18, se priva de dicho pañuelo a la mujer sospechosa de adulterio.

Ellas, dirigían la oración, predicaban, profetizaban y enseñaban. Eran líderes reconocidas y respetadas.

Las cartas del Apóstol están salpicadas de nombres de mujeres líderes y colaboradoras de primera línea en su apostolado.

En los versos del 7 al 10 explica la importancia de respetar el principio de liderazgo de acuerdo a la cadena de mando establecida por YEHOVAH Dios.

Pablo en su reflexión afirma: “Si bien, para el Señor, no hay mujer sin varón ni varón sin mujer” (vs 11) y que, al fin y al cabo, “si la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer y ambos proceden de YEHOVAH Dios” (vs 12).

Luego apela a la experiencia, la naturaleza, el sentido común, y la autoridad apostólica (vs 13-16).

Versos del 17 al 34

Pablo escribe a los cristianos corintios cuando se congregan, ¡no es para lo mejor, sino para lo peor!.

Tienen a favor que ellos se reunían (algo olvidado por muchos cristianos hoy en día, en desobediencia a Hebreos 10, 25), pero no era para lo mejor, sino para lo peor.

Pero los cristianos de Corinto venían de una cultura donde los paganos comúnmente tenían banquetes salvajes y ruidosos hechos en honor a un dios pagano.

Es por esto que no parece extraño aun embriagarse en una cena común de la iglesia.

Ágape y Cena de Comunión. Pablo se enfrenta ahora con un problema mucho más serio, el escándalo de la cena de comunión de los corintios.

La “cena del Yeshúa” solía celebrarse al atardecer en las casas privadas de los más ricos de la comunidad, las únicas que tenían capacidad para acoger a 50 ó 60 personas, no había templos físicos aún.

Antes de comenzar la “cena del Yeshúa” propiamente dicha, se tenía una comida de hermandad a la cual los pudientes traían sus provisiones que supuestamente tenían que ser compartidas entre todos.

Se esperaba que la “clase alta” recibiera más y mejor comida que la “clase baja.” Esta costumbre cultural se estaba llevando dentro de la comunidad, los cristianos no estaban compartiendo el uno con el otro.

En el festín agape, el rico traía más comida y el pobre menos comida; pero en Corinto no estaba compartiendo la comida justamente.

Inmediatamente después, ricos y pobres, los unos satisfechos y hasta borrachos y los otros, procedían a celebrar la cena de Yeshúa.

Al saberlo, Pablo estalla lleno de indignación, les dice el Apóstol a aquellos ricos. Para comer y emborracharse, coman y emborráchense en sus casas.

Hacerlo donde lo hacen menosprecian la Asamblea de YEHOVAH Dios (vs 22), Pablo aquí enseña, denuncia y amonesta.

El Apóstol dice que les trasmite una tradición que él mismo ha recibido (vs 23-25), una a continuación de la otra.

La Cena de Yeshúa toca dos momentos: “la noche que era entregado” (vs 23) y el futuro, “hasta que vuelva” (vs 26).

Es decir, mientras que la Cena de Yeshúa vuelve hacia lo que Yeshúa hizo en la cruz, también mira hacia su segunda venida y la cena de las bodas del Cordero (Apocalipsis 19, 9).

En Mateo 26, 29, Yeshúa habló de su larga espera del día cuando Él tomaría la comunión con Su gente en el cielo, la cual es la Cena Suprema de Yeshúa.

Entre ambos horizontes trascurre el “aquí y ahora” de la vida y misión de la comunidad cristiana.

El pan y el vino consagrados recuerdan, actualizan, hacen presente en el seno de la comunidad “la memoria de Yeshúa”, es decir, toda su vida entregada por Amor en obediencia al Padre, que culmina con la muerte en la cruz y la resurrección.

Ahora bien, esta “memoria de Yeshúa”, a través de la invocación y presencia del Ruaj Hakodesh, libera, transforma y salva, “siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte de Yeshúa hasta que vuelva” (vs 26).

Así, el “cuerpo” de Yeshúa no es ya solamente su cuerpo muerto y resucitado, presente en el pan y en el vino, sino que abarca a toda la comunidad de creyentes que queda transformada en el “cuerpo de Cristo” a la comunidad cristiana.

Afirma que quien coma el pan y beba la copa de Yeshúa indignamente comete pecado contra el cuerpo y la sangre de Yeshúa, se come y bebe su propia condena porque desprecia el “cuerpo” de Cristo.

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