Versos 1 al 13
Peligro de idolatría. Pablo ilustra la necesidad de perseverar hasta el final, haciendo desfilar ante los ojos de los corintios varios episodio escalonados de los israelitas en el desierto.
Comentándolos no como un predicador fundamentalista, sino con la libertad de interpretación de la tradición rabínica, para aplicarlos al momento presente de la comunidad.
El tema del Éxodo era uno de los más explotados por dicha tradición en la que se había educado el judío Pablo.
Los episodios ejemplares recogidos son: el paso del mar (Éxodo 14), el maná (Éxodo 16), el agua de la roca (Número 20), la cobardía ante el peligro (Número 14), el ternero de oro (Éxodo 32), la prostitución sagrada (Número 25), las serpientes (Número 21), la protesta (Número 17).
Los israelitas fueron un pueblo favorecido y mimado por YEHOVAH Dios, sin embargo, muchos de ellos prevaricaron, se prostituyeron, se hicieron idólatras, fornicaron, protestaron, se rebelaron a la hora de la tentación en el desierto.
El desierto es la etapa tradicional de “la prueba” (Éxodo 16, 4; 20, 20; Deuteronomio 8, 2. 16) que es parte integrante de la existencia humana y cristiana. En el Padre Nuestro pedimos superarla, no eliminarla.
Pablo, simple y llanamente, hace un llamamiento a eliminar de nuestras vidas toda presunción y autosuficiencia.
Humilde y a la vez preparado como un atleta, es como el Apóstol quiere ver al cristiano ante la tentación que continuamente ronda nuestras vidas.
No estamos, sin embargo, solos o solas ante el peligro: “YEHOVAH Dios es fiel y no permitirá que sean probados por encima de sus fuerzas” (vs 13).
Versos del 14 al 33 Comidas idolátricas y libertad cristiana. Las tentaciones concretas y algunas de las caídas de los corintios ya han aparecido en la carta.
Pablo va a juzgar ahora un caso particular: la participación en los banquetes culticos paganos.
Ante la posible objeción de que los ídolos son nada y que por tanto esos banquetes son neutros (1 Corintios 8, 4), Pablo responde con dureza: “no quiero que entren en comunión con los demonios” (vs 20).
Esos “demonios”, viene a decirles, son hoy los “rivales” de nuestro único YEHOVAH Dios, que es un “YEHOVAH Dios celoso” (Éxodo 20,5; 34,14; Deuteronomio 4,24; 5,9; 6,15).
Cometeríamos un error si atribuyéramos a las palabras de Pablo un sentido de condenación o menosprecio de las religiones paganas sin más.
Lógicamente, el Apóstol no llama divinidades y demonios a aquellos ídolos de madera o mármol de las ceremonias culticas.
No era tonto. Pero sabía muy bien que aquellos banquetes no eran inocentes reuniones cívicas o folclóricas a las que un cristiano convencido y “liberado” podía atender sin peligro de su Fe.
Los “verdaderos demonios” a los que allí se daba culto, simbolizados en las imágenes e ídolos que presidían los banquetes, eran la hegemonía y el poder de la clase dominante que estaban a la base de la ideología política del imperio con sus secuelas de discriminación y explotación.
Los demonios de la injusticia y de la explotación del pobre no conocen fronteras.
Se anidan y camuflan en sistemas políticos o económicos, en consejos de administración, incluso en prácticas e ideologías religiosas.
Estos “demonios” son los que hacen la competencia y desencadenan los celos de YEHOVAH Dios.
En resumidas cuentas, Pablo está diciendo a la élite rica y “liberada” de los cristianos de la comunidad que se abstengan de esos banquetes aun a riesgo de perder conexiones, amistades y oportunidades económicas.
La razón profunda de este comportamiento cristiano nos la ofrece Pablo presentando la eucaristía, centro y eje de la comunidad de creyentes, como la expresión y afianzamiento de una especie de parentesco “carnal”, de misteriosa “consanguinidad” con Yeshúa.
Ahí se efectúa la comunión con YEHOVAH Dios y con los hermanos y hermanas. El pan único que comemos lo simboliza y la comida en común lo realiza.
“No pueden beber la copa de Yeshúa y la copa de los demonios; no pueden compartir la mesa del YEHOVAH y la mesa de los demonios” (vs 21), concluye Pablo. Sobre este tema volverá después.
Finalmente, retomando el asunto de la libertad (1 Corintios 6, 12), el Apóstol repite otra vez que la caridad impone un límite a la libertad y que el uso de ésta ha de ser “constructivo”.
Sólo lo será si damos preferencia al prójimo, especialmente al prójimo que depende de YEHOVAH Dios.