Versos del 1 al 5
Primera denuncia dirigida a la sociedad en general y a los mediadores.
Encontramos también una invectiva contra los falsos profetas.
En el pleito que entabló desde el comienzo contra Samaría y Jerusalén quedó establecido que ambas ciudades son el pecado de ambos reinos.
Ahora concreta un poco más en qué consiste el pecado de cada una, el mal que realizan sobre el pobre de un modo sistemático y planificado, roban al más débil y acaparan los bienes básicos de los demás aprovechándose de sus necesidades.
Además, desde sus posiciones ventajosas oprimen sin ninguna compasión al pueblo (vs 1-2), por eso el YEHOVAH planea un castigo que consistirá en la expropiación y ruina de los acaparadores (vs 3-4).
Es la manera como el profeta concibe el castigo, dirigido en todo caso a crear conciencia sobre el justo reparto de los bienes.
Quienes han quebrantado la armonía de una sociedad igualitaria serán excluidos, al punto de no poder participar en el nuevo reparto de la tierra que hará YEHOVAH DIOS (vs 5).
Versos del 6 al 11
Los profetas. Lo que para unos es buena noticia, para otros es mala.
Los que se sienten interpelados y descubiertos por las palabras de Miqueas tratan de silenciarlo (Oseas 9, 8; Amos 2, 12; 7, 12-13).
El profeta, consciente de ello, ridiculiza a quienes hablan palabras lisonjeras para ganarse el favor de los poderosos y se mofa de quienes dan crédito a esos farsantes.
Este mal estará siempre en todos los lugares y ambientes donde se intenta confrontar la realidad que se vive con la Palabra de YEHOVAH.
Ya es hora que el evangelizador y, mejor aún, los equipos de evangelización, mantengan la actitud permanente de revisar su discurso, su palabra y principalmente su estilo de vida.
Si las palabras y actitudes propias de los evangelizadores pasan por encima de los opresores dejándolos impávidos, habría que cuestionar muy seriamente la calidad de ese anuncio y la calidad de los anunciadores.
Versos 12 al 13
El rebaño reunido y falsos profetas. Probablemente, estos versos fueron agregados aquí en una época posterior a Miqueas, para no dejar tan escueto el tema del juicio y condena que se viene tratando desde el capítulo 1.
La época probable de este mensaje de consuelo y de esperanza es el exilio, cuando el sentimiento de castigo se estaba palpando y sufriendo en sentido real.
La promesa, dirigida a un pequeño resto, ayuda a mitigar el dolor de la invasión, la destrucción y el destierro.
Los que han resistido y han escapado a la muerte estarán en grado de hacer renacer un nuevo pueblo.
Podríamos decir que el tema del “resto” es transversal en toda la literatura profética.