Mosqueteros de Yehovah

Lucas Capítulo 15

Versos del 1 al 10

Parábola de la oveja perdida y la moneda perdida. Una vez más, Yeshúa es objeto de crítica por parte del legalismo personificado en los fariseos, acoge a recaudadores y pecadores para enseñarles.

Para que el escándalo de los fariseos llegue hasta el colmo, Yeshúa va a plantear tres parábolas que revelan la absoluta misericordia de YEHOVAH.

En la primera parábola, la de las noventa y nueve ovejas, el escándalo para los “buenos” y “justos” es la preocupación de YEHOVAH por el pecador y la manera gozosa como es acogido.

En la segunda, la moneda de poco valor representa a toda esa gente que los “buenos” del judaísmo oficial, habían ido dejando perder y que ni siquiera les preocupaba.

En la dinámica del reino, esa moneda de poco valor es en realidad el “tesoro” de YEHOVAH; encontrarlo y ponerse al servicio de esos “desechos” es llevar a cabo la propuesta de YEHOVAH encarnada en el reino propuesto por Yeshúa.

Versos 11 al 32

Parábola del hijo pródigo. Con esta tercera parábola Yeshúa sigue desenmascarando los efectos negativos del legalismo, cuya expresión más inmediata es la distorsión de la verdadera imagen de YEHOVAH.

Yeshúa revela su experiencia de Yehovah como Padre, un padre que ama con igual medida tanto a su hijo mayor como al menor; la diferencia de este amor la imponen los dos hijos.

El mayor, cree que ha hecho los méritos suficientes para ganarse todo el amor del padre, porque no ha contradicho ni uno solo de sus mandatos y por tanto tiene que ser recompensado, mientras que la conducta del menor debe ser castigada.

Lo escandaloso de la parábola, es cómo Yeshúa muestra al hijo menor, que acapara el amor del Padre a pesar de todo lo que ha hecho.

El legalismo del hijo mayor, no le permite ver la gratuidad del amor divino, amor que no se exige como “pago” a una buena conducta, sino que se recibe por gracia, y se celebra permanentemente según la propia conciencia de ese amor gratuito.

En segundo lugar, en esta relación amorosa con YEHOVAH, siempre estamos ante el riesgo de romperla por nuestras actitudes antiamorosas con los demás, pero esa misma gracia divina nos llama al arrepentimiento y a la búsqueda del perdón del Padre, quien acoge de inmediato y ÉL mismo se pone a celebrar con nosotros la Fiesta del Perdón.

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