Vemos cuatro reacciones diferentes ante Yeshúa.
Los vecinos revelaron sorpresa y escepticismo; los fariseos mostraron incredulidad y prejuicio.
Los padres creyeron, pero callaron por temor a la excomunión y el hombre sanado demostró una Fe constante y creciente.
Sana a un ciego de nacimiento, la sanación para que sea física primero es espiritual, por eso al conquistar la Luz de la Fe, recibe sanidad.
Los fariseos, en cambio, rehúsan abrir los ojos a la Luz, no quieren rendirse a la evidencia de los hechos.
Todo el capítulo está enmarcado en una gran inclusión fraguada por el nexo íntimo entre pecado y ceguera.
En los versos (vs 1-2) esta ceguera es puesta en relación con el pecado.
En el verso final (vs 41) Yeshúa habla de la ceguera espiritual de los fariseos, fruto de su incredulidad.
Versos del 1 al 12
El signo. Al salir del Templo, la mirada de Yeshúa se posa sobre un ciego de nacimiento.
Los discípulos, que desaparecieron del relato evangélico desde el capítulo 6, surgen ahora para permitir a Yeshúa precisar el motivo de su intervención.
Vs 7 Ezequías construyó el estanque de Siloé.
Sus obreros abrieron un conducto subterráneo, desde un manantial que estaba fuera del muro de la ciudad para que llevase agua al interior de la misma.
Así la gente podía siempre obtener agua sin temor al ataque. Esto resultaba especialmente importante en tiempos de sitio.
Su pregunta es un reflejo de la cultura religiosa de entonces. Piensan que no hay cosecha de acuerdo a lo sembrado.
El ciego de nacimiento con la acción y la Palabra de Yeshúa va a nacer a una nueva existencia, por lo que sorprende la operación milagrosa con barro.
El gesto es mencionado cuatro veces en el relato (vs 6. 11. 14. 15).
El evangelista interpreta el nombre de la piscina en sentido lógico, como un participio pasivo (del verbo hebreo “shalah”).
El “enviado” por excelencia es Yeshúa (vs 6, 29; 10, 36).
Así, para Juan la piscina simboliza el Verbo encarnado, en el cual los ciegos, lavándose, adquieren la vista.
Cuando el ciego vuelve ya sanado, Yeshúa ha desaparecido, por lo que surgen diversas reacciones frente al ciego y al Maestro, se asiste a un proceso contra Yeshúa.
Versos del 13 al 17
Vs 14-16 El día de reposo de los judíos, el Shabbat, era el santo día de descanso de la semana.
Los fariseos elaboraron una larga lista específica de permisos y prohibiciones referentes al día de reposo.
Trabajar con lodo y sanar al hombre se consideraban trabajo y por lo tanto estaban prohibidos.
Es posible que Yeshúa haya hecho el lodo a propósito a fin de enfatizar su enseñanza acerca del Día de reposo.
Es bueno ocuparse de las necesidades de otros aun cuando implique trabajar en un día de reposo.
Mientras que los fariseos investigaban y discutían acerca de Yeshúa, la gente se sanaba y cambiaba.
El escepticismo de los fariseos no se basaba en la falta de evidencia, sino en los celos debido a la popularidad de Yeshúa y su influencia en las personas.
Primer interrogatorio del ciego sanado.
Deuteronomio 13, 1-6 dice que, si alguien realiza un milagro, deberá ser condenado si incita al pueblo a despreciar la Ley de YEHOVAH, Ley que los fariseos defienden estrictamente.
Para ellos, la acción de Yeshúa presenta dos infracciones: hacer un prodigio en Shabbat y amasar barro.
Los fariseos son presentados como incapaces de entender un mensaje que no cuadra en el sistema teológico en el que fundamentan su verdad y seguridad.
Intentan negar el hecho y aparecen divididos, había cisma, división entre ellos (vs 16).
Entonces, preguntan al ciego para que exprese su opinión, el ciego responde que es un profeta y así da testimonio valiente de su Fe.
Adquirió la vista física, porque obtuvo la espiritual al reconocer a Yeshúa primeramente como un Profeta (vs 17), luego como su Señor.
Versos del 18 al 23
Interrogatorio a los padres. El interrogatorio lo hacen ahora los judíos, no los fariseos.
El evangelista expresa con este cambio el carácter oficial de la declaración.
Los padres se muestran evasivos. Sólo saben que aquel hombre es su hijo y que nació ciego; pero no saben cómo es que ahora ve ni tampoco quién le ha sanado.
Además, su hijo ya tiene edad suficiente para dar un testimonio válido.
Vs 22, la mención del verbo “temer” indica la tensión en que se vivía entonces.
¡Tener miedo a los de su propia raza! La referencia a esto es un claro anacronismo, que refleja un hecho posterior a la historia narrada.
El grave conflicto dentro del pueblo de YEHOVAH entre la Sinagoga judía y la Iglesia cristiana.
Versos del 24 al 34
Segundo interrogatorio del ciego sanado. Como no pueden negar la veracidad del hecho, intentan socavar la convicción del ciego sanado.
Se le conmina a que dé gloria a YEHOVAH, a confesar la verdad propagando una mentira. Quieren que anatematice a quien lo ha sanado.
Pero el ciego responde con enorme entereza desde su misma experiencia personal: De una cosa estoy seguro, “que yo era ciego y ahora veo” (vs 25).
Los judíos, incapaces de abrirse a la verdad, desconcertados por la respuesta del ciego sanado, insisten otra vez en el prodigio.
Pretenden enredar al hombre. El ciego responde con valentía y hasta con un poco de ironía, ha conocido sus intenciones (vs 27).
Los judíos contestan con injurias, distanciándose de él con desprecio (vs 28), pretenden injuriar al ciego sanado, considerándolo discípulo de Yeshúa.
La nueva Fe del hombre fue severamente probada por algunas de las autoridades. Lo maldijeron y lo expulsaron de la sinagoga.
Pero están declarando una verdad salvífica: él no sólo ha adquirido la vista, sino que posee la Luz de la Fe, es un auténtico discípulo de Yeshúa.
Lo que para los judíos es una infamia constituye para los cristianos un motivo de gratitud al Padre (vs 45).
El ciego responde con otro “sabemos” (reflejo del enfrentamiento entre cristianos y judíos).
Se queda con lo esencial de la Ley: ésta consiste en el cumplimiento de la voluntad de YEHOVAH (vs 31).
Los judíos llaman al ciego y lo expulsan.
Versos del 35 al 41
Epílogo. El relato no puede acabar con un fracaso. En contraste con los fariseos que expulsaron al ciego sanado, Yeshúa va en su busca.
Le plantea una pregunta, que además resulta sorprendente: “¿Crees en el Hijo del Hombre?” (vs 35).
Este título aparece diez veces en el evangelio, aquí es la única vez en que se utiliza de modo absoluto.
La respuesta del ciego muestra que conocía la identidad de Yeshúa, quien tras haberle abierto los ojos, le propone una adhesión a su persona, como fuente absoluta de vida.
En concordancia con todo el relato, entretejido con la cadencia de la visión, Yeshúa responde: “lo has visto”.
El hombre sanado muestra su Fe con un signo, se postra ante Yeshúa en señal de adoración.
¿Acaso, no es Yeshúa el nuevo templo de la Presencia? .
Expulsado del Templo, el ciego sanado encuentra ahora en Yeshúa un nuevo lugar para adorar a YEHOVAH.
Yeshúa dice su última palabra sobre los fariseos incrédulos, estos personajes tan llenos de su “saber”, que excluyen toda posibilidad de que Yeshúa pueda ser un hombre enviado por YEHOVAH.
El verso 39 enlaza con el 5: “Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”.
Ahora se manifiestan los efectos de esa revelación de la Luz; cuando es acogida y cuando es rechazada.
Vs 40-41 A los fariseos que fueron receptivos y reconocieron que el pecado en verdad los tenía ciegos en cuanto a conocer la verdad, Yeshúa les dio entendimiento y revelación espiritual.
Pero rechazó a quienes se volvieron condescendientes, arrogantes y ciegos.