Mosqueteros de Yehovah

Juan Capítulo 7

Desde Juan 7,1 al 8, 59 Yeshúa, Luz y Vida del mundo. Los capítulos 7-8 deben leerse juntos debido a tres unidades que los unen.

Unidad de tiempo (la Fiesta de las Chozas), de lugar (el Templo) y de acción (Yeshúa enseña).

Resulta evidente que existe una progresión temática.

La pregunta fundamental versa sobre la identidad de Yeshúa, formulada por sus hermanos: “Date a conocer al mundo” (Juan 7,4) y por los judíos: “¿Tú quién eres?” (Juan 8, 25).

La enseñanza de Yeshúa va revelando paulatinamente su identidad hasta culminar en el absoluto: “Yo soy” del capítulo 8, 58.

Pero el personaje principal sigue siendo YEHOVAH, a quien Yeshúa designa en el capítulo 7 como “Aquel que me envió” (Juan 7, 16. 18. 28. 29. 33; 8, 16. 18. 26. 42).

Luego en el capítulo 8, con frecuencia: “el Padre” (8, 16.18.19. 27.28.38.42.49.54).

Versos del 1 al 24

Incredulidad y rechazo hacia Yeshúa. Yeshúa ha subido ya dos veces a Jerusalén (Juan 2,13; 5,1), pero estas dos visitas acabaron con diversas amenazas contra Él (Juan 4,1-3; 5,16-18).

De ahí la indicación explícita del evangelista de que Yeshúa no quería recorrer Judea (vs 1).

La actividad de Yeshúa genera todo tipo de reacciones: sus parientes no creen en Él (vs 5); para algunos era un hombre bueno, para otros un mentiroso (vs 12).

Pero Yeshúa fundamenta su actividad en la misión que ha recibido del Padre (vs 16).

Versos del 25 al 31

Yeshúa y el Mesías. Esta escena con los habitantes de Jerusalén es un diálogo entre dos interlocutores que no se entienden.

Los jerosolimitanos (habitantes de Jerusalén) se hacen toda clase de cábalas.

Andan inquietos, envueltos en la duda respecto a Yeshúa. Él, por su parte, les echa en cara su ignorancia respecto al Padre y a Él mismo.

El problema aquí suscitado sobre la expectación mesiánica y la legitimidad de Yeshúa, históricos en su tiempo, sólo se explica plenamente teniendo en cuenta las discusiones posteriores entre judíos y cristianos.

Versos del 32 al 36

La verdad en el cuarto evangelio posee una absoluta concentración en Yeshúa, Hijo de YEHOVAH.

No se trata de principios, ni de doctrinas. Yeshúa mismo es la verdad (Juan 14, 6).

“La verdad los hará libres”, es una de las magníficas formulaciones del evangelista que todavía no han perdido nada de su esplendor; pero comparte también el destino de otras grandes sentencias que han sido falseadas y mal interpretadas.

La libertad es la fuerza de la vida, que redime al ser humano, existencialmente, de la opresión del pecado, de la condena y de la muerte.

Versos del 37 al 39

Yeshúa, fuente de vida. Para valorar debidamente esta escena debemos recordar sus circunstancias más significativas.

Se realiza durante la Fiesta de las Chozas. El pueblo oraba con insistencia invocando la lluvia, mientras los sacerdotes recogían agua de la fuente de Siloé y la transportaban al Templo.

Se oficiaba el ritual de la libación del agua sobre el altar de los sacrificios, en recuerdo del milagro del agua salvadora que brotó de la roca, en tiempos del desierto (Éxodo 17,1-7).

Se proclamaba la lectura de los profetas que anunciaban con el símbolo del agua la renovación espiritual del pueblo.

En el último día, el más solemne, Yeshúa se pone de pie y grita ante la muchedumbre.

Se presenta como la Roca de la Salvación a la que todo ser humano sediento debe acudir y beber.

Es el Templo viviente de la Jerusalén escatológica (Ezequiel 47, 1-2; Zacarías 14, 18).

Es la personificación de la Sabiduría que invita a sus oyentes a acercarse (Proverbios 9, 5-6).

Pero el evangelista refiere este momento del Espíritu a la hora de su glorificación, al acontecimiento culminante de la cruz (Juan 19, 34).

Muriendo por amor, Yeshúa se convierte en fuente permanente del don del Espíritu.

Versos del 40 al 44

Cisma dentro del pueblo. Esta escena presenta la reacción al grito de revelación de Yeshúa, de nuevo la gente se divide, distinguiéndose varios grupos.

Un grupo afirma que Yeshúa es el profeta, otro que es el Mesías.

Esta afirmación sobre la mesianidad origina una apasionada discusión.

Al evangelista no le interesa la ascendencia humana ni la patria terrena del Mesías, sino su origen divino.

No quiere probar la legitimidad de Yeshúa como Mesías con los criterios meramente humano que la gente tiene.

A Yeshúa no se le puede juzgar por las apariencias.

Versos del 45 al 53

Actitud de los dirigentes. Antes del gran debate que enfrentará a Yeshúa y a los fariseos en el Templo (Juan 8, 13-59), el evangelista muestra de forma plástica cuál es la disposición interior de éstos.

Los guardias, enviados con anterioridad (vs 32b), regresan sin nada, excusándose: “jamás hombre alguno habló como habla este hombre”.

Los fariseos recurren a su autoridad para acallar la admiración de esta gente.

Quieren silenciar con su enorme prestigio la Fe incipiente de los más pobres y llaman a Yeshúa de nuevo “engañador”.

Los fariseos no creen en Yeshúa y ahora pronuncian un juicio, que indica cuál era su auténtica consideración respecto al pueblo: son “ignorantes y malditos”.

Hay que ver en estas palabras el juicio patente de los fariseos respecto a los cristianos de origen judío.

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