Versos del 1 al 21
Yeshúa y Nicodemo. Se presenta un fariseo ante Yeshúa, Nicodemo, quien confía en el Maestro sólo por los signos que ha visto; no tiene fe, tan sólo opiniones (vs 2).
Nicodemo representa a los cristianos creyentes más o menos maduros, que silencian su Fe porque la manifestación de la misma perjudicaría sus intereses, situación social, e incluso haría peligrar su vida.
El misterio del nuevo nacimiento (vs 3-9). Yeshúa declara con solemnidad, es necesario nacer de nuevo para ver el Reino de YEHOVAH.
No se trata de un simple cambio o conversión, sino de hacer algo nuevo, nacer de nuevo.
Nicodemo no puede entender porque lo interpreta de manera biológica. Yeshúa le aclara, nacer de nuevo significa creer en Él.
Es el Espíritu el agente de este nuevo nacimiento o génesis de la Fe mediante su acción vivificadora.
El Espíritu interioriza el testimonio acogido mediante las palabras signos; produce una vida nueva dotando unos ojos nuevos y hace ver la gloria de Yeshúa como Unigénito del Padre y del Reino de YEHOVAH.
Revelación del misterio redentor (vs 10-21). Yeshúa puede hablar de estos misterios porque los conoce.
Nadie ha subido al cielo. Sólo Yeshúa, que estaba en el regazo del Padre, conoce aquellas realidades y “ha descendido” para revelarlas.
Hay una alusión al hecho narrado en Número 21, 6-7, a la serpiente izada en un estandarte como salvación para el pueblo.
La cruz de Yeshúa es la cumbre de la revelación, en donde se encuentra la salvación.
Es el lugar del conocimiento verdadero de Yeshúa, como Hijo de YEHOVAH Dios y lugar de atracción, que Él ejerce sobre toda la humanidad (Juan 8, 28; 12, 32).
El verso 16 es una expresión suprema. El amor del Padre ha puesto en marcha toda la historia de la salvación.
Los restantes versos hablan insistentemente del juicio.
Éste no consiste en una sentencia pronunciada al final de los tiempos, sino que se va realizando en la misma confrontación de los seres humanos con Yeshúa.
YEHOVAH Dios envió a su Hijo al mundo para que la humanidad pudiera salvarse. Hizo una oferta de vida, que sigue abierta.
Debe ser aceptada en la Fe, lo contrario equivale a la autoexclusión de la vida.
Ante la luz de Yeshúa la humanidad se divide, unos prefieren las tinieblas y esta opción existencial los lleva al juicio.
Otros aceptan la verdad de Yeshúa y así llegan a la comunión con Él y reciben la Salvación.
Versos del 22 al 30
Testimonio final del Bautista. Las últimas palabras del Bautista acaban como las primeras, confesando la superioridad de Yeshúa.
Juan el Bautista se ajusta a la verdad, es testigo humilde de la verdadera luz que es Yeshúa. Es impresionante su testimonio en el ocaso de su vida.
No se resigna amargado, sino alegre; su alegría está colmada, porque ve crecer a Yeshúa, el definitivo esposo de la Ekklesía.
Versos del 31 al 36
Preeminencia de Yeshúa. El evangelista, para fortalecer la Fe de su comunidad amenazada por las polémicas, profundiza sobre la superioridad de Yeshúa que está muy por encima de cualquier otra persona, patriarca o profeta.
Una formulación lapidaria concluye esta reflexión.
El Hijo posee la vida; quien cree en Él, participa de esta misma vida eterna. Quien no cree, está incapacitado para la vida.
El clima de confrontación persiste en todo el capítulo.