Mosqueteros de Yehovah

Juan Capítulo 11

Versos del 1 al 57

Resucita a Lázaro. Este capítulo constituye un episodio completo, su contenido es la resurrección y la vida hechas realidad por Yeshúa.

Dentro de la estructura narrativa del evangelio adquiere un valor capital, porque va a significar el desencadenante de la muerte de Yeshúa.

Posee también un tenso suspenso debido a la labor teológica de Juan: es el séptimo y último signo de Yeshúa.

Por eso lo ha dotado de excepcional belleza y atracción.

El evangelista no sólo ha querido contar un milagro, sino también confirmar la palabra reveladora de Yeshúa: “Yo soy la resurrección y la vida”.

La resurrección de Lázaro se relaciona directamente con Yeshúa, dador de vida, el don de la vida se presenta aquí como victoria sobre la muerte.

Yeshúa venció a la muerte muriendo. Éste es el sentido del diálogo entre el Maestro y sus discípulos (vs 7-16).

Al llegar a Betania, Yeshúa encuentra a Lázaro ya muerto de cuatro días en el sepulcro (vs 17), es decir, públicamente muerto del todo.

Yeshúa llora por la incredulidad humana, porque si era su amigo conocía su propósito, tanto él como sus hermanas (vs 35).

Yeshúa se dirige al sepulcro para enfrentarse con la muerte y vencerlo, el milagro se narra brevemente (vs 43-44).

El grito de Yeshúa que brota de la acción de gracias al Padre no es sino el anticipo del grito con que llama a todos los que creen en Él.

“Les aseguro que se acerca la hora, ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de YEHOVAH, y los que oigan vivirán” (Juan 5, 25).

La vida corporal que Yeshúa da a Lázaro es señal de la verdadera vida que concede a quien cree en Él.

Ante el prodigio surge una doble reacción: la Fe y la incredulidad. La Fe abre las puertas a la vida y la incredulidad la cierra.

Las autoridades religiosas deciden entonces actuar, temen que la actividad de Yeshúa, sus signos prodigiosos, propicie un movimiento de masas de carácter mesiánico que haga peligrar el orden establecido (vs 47-48).

Temen la represalia de los romanos. Para los sumos sacerdotes y fariseos Yeshúa es un hombre peligroso.

Caifás con su sugerente idea (vs 49-50) no es sino un instrumento en las manos de YEHOVAH para proclamar solemnemente que Yeshúa muere por el pueblo, para reunir a los hijos de YEHOVAH dispersos (vs 52).

Ya no son las tribus las que se congregan (Ezequiel 37, 21-26), sino todos los “hijos de YEHOVAH Dios”, todos los que creen en Yeshúa.

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