Versos del 1 al 13
Vuelvo a pleitear con ustedes. Los capítulos 2–6 contienen las primeras intervenciones públicas de Jeremías, donde queda planteado lo esencial de su mensaje: infidelidad del pueblo, castigo purificador y perdón.
Jeremías recurre a la figura de la unión conyugal (Oseas 1–3) para resaltar la cercanía y el amor con que el Señor se relacionó desde el principio con su pueblo.
No se resaltan los pecados de Israel en el desierto cuando apenas salió de Egipto (Éxodo 17, 1-7; 32; Números 20, 1-13), a diferencia de Ezequiel 16.
¿Qué significa eso? Tal vez, Jeremías quiere transmitir un sentimiento de comprensión de YEHOVAH DIOS.
En el desierto, el pueblo está aprendiendo a formarse, está aprendiendo a ser pueblo y pueblo libre, sin esclavitudes, está aprendiendo a relacionarse con un Dios de vida y de libertad.
Las cosas cambiaron cuando el pueblo se estableció en Canaán y es desde entonces cuando Dios pide cuentas a este pueblo que se olvidó de su Esposo.
Normalmente, nosotros no caemos en cuenta de las dificultades que tuvo el pueblo israelita, para mantener en Canaán su adhesión a un Dios que ellos intuían como liberador.
Ellos no podían entender automáticamente que ese mismo Dios era Dios de la tierra, del cielo, de las nubes, de la lluvia, de la fertilidad y de la supervivencia.
En Canaán encuentran un sinfín de divinidades y de cultos para cada situación de la vida.
Solo más tarde van a caer en la cuenta que el mismo Dios que los liberó de la mano de Egipto, es el que les proporciona todo lo necesario para vivir, comenzando por la lluvia (Levítico 26, 4; Deuteronomio 11, 14; Job 5, 10; Salmo 68, 9).
Ahora, el problema es que muchos se resistieron a dar ese paso y prefirieron no solo quedarse con los cultos de los cananeos.
Sino también dejar de lado el proyecto de la libertad y de la justicia, que se habían comprometido a construir en la tierra prometida.
De manera que los males de Israel no provienen solo de los cultos a falsos dioses, sino del retroceso que en la tierra de la libertad realizaron volviendo al modo de organización social egipcia, que produce división de clases, injusticia, hambre y empobrecimiento.
Con razón los acusa YEHOVAH Dios de haber ensuciado la tierra (vs 7).
Así pues, con este primer reclamo en forma de pleito subraya Dios la infidelidad de Israel, contrapuesta a la fidelidad que presentan otros pueblos.
Aunque esos pueblos distintos a Israel tienen dioses, que no son dioses (vs 11), por lo menos no los han cambiado como ha hecho Israel.
Versos del 14 al 22
“Tu maldad te escarmienta”. Alusión a los períodos de opresión que vivió Israel a manos de egipcios y asirios.
El profeta interpreta esa dominación como consecuencia de su infidelidad al Señor.
La infidelidad que se describe en esta acusación, está en relación con el culto que Israel ha dado a otros dioses.
YEHOVAH DIOS al que Israel debe servir, un Dios que antes que nada es liberador y dador de vida, características que no posee ningún otro dios.
Versos del 23 al 37
“¿Por qué me entablan pleito?” El Señor continúa acusando a Israel y haciéndole ver todas las infidelidades que ha cometido al irse detrás de otros dioses.
Es decir, imitando la manera como otros pueblos rinden culto a sus ídolos y rigen su destino político.
La infidelidad de la cual Dios les acusa tiene tres connotaciones:
1. La idolatría en la que han caído reyes, príncipes, sacerdotes y profetas, esto es, los que debían ser guías y luz para el pueblo.
2. La denuncia de la sangre de los pobres con la cual están untadas las manos de quienes dirigen al pueblo.
La cual denuncia abiertamente y pone como obstáculo para la realización del verdadero culto que YEHOVAH Dios quiere.
3. La tentación de hacer pactos o alianzas con otros pueblos, lo cual es un rechazo de la única alianza posible para Israel que es exclusiva con Dios.
Es también muy importante que ya desde aquí se reclame al pueblo la incapacidad de reconocer sus culpas, alegando que es inocente, esa posición lo hace cada vez más culpable.