Mosqueteros de Yehovah

Jeremías Capítulo 1

Introducción

Jeremías 1, 1-3 Profeta del Antiguo Testamento de familia sacerdotal.

Profetizó desde el año 626 hasta el año 586 a.C. tuvo un ministerio de 40 años.

Su nombre en Hebreo “Yirmeyâ (û)” “YEHOVAH es exaltado”.

Predicó durante los reinados siguientes:

1. Josías (640–609) estimulando la reforma religiosa

2. Joacaz o Salum (609) quien duró 3 meses en el trono, la profecía que le hizo en Jeremías 22, 11-12 se cumplió en 2 Reyes 23, 32.

3. Joaquin hijo de Josias (609-598) Jeremías 22, 17.

4. Joaquin hijo de Joaquín (598-597) Jeremías 22, 26-27) y

5. Sedecías (597 a 587) hijo de Josías, lo podemos ver en Jeremías 21, 7-8).

Vivió en los días de otros grandes profetas: Ezequiel, Oseas y Daniel.

Escritor de Reyes, Lamentaciones (escrito por la muerte de Josías) y Jeremias.

Profeta que pasa desprecio y privaciones, después de 20 años de servicio profético por orden de Yehovah Baruc es contratado para que escriba todas las revelaciones que ha recibido en un rollo, recopila vivencias que unió y podemos leer como una colección ordenada “antología” Jeremías 36, 1-2.28.

Y después de la caída de Jerusalén, los judíos lo llevaron a Egipto (Jeremías 43, 5–6) donde lo mataron a pedradas.

Jeremías 1, 4–5 Llamado por Yehovah para ser Profeta de las Naciones comparado con Efesios 1,5 “designados gobernar junto a Yeshúa Ha Mashiaj en tronos celestiales”.

Llamado porque al pueblo de romper el Pacto con Yehovah prostituyéndose con dioses cananeos con los que no debían unirse.

Jeremías la IDOLATRÍA la presentó como adulterio y la PROSTITUCIÓN como promiscuidad e infidelidad para describir cómo Israel ha dado su lealtad a otros dioses.

Es una época de cambios importantes en la esfera internacional, dramática y trágica para los judíos.

Durante la segunda mitad del siglo VII a.C. Asiria declina rápidamente, se desmorona y cede ante el ataque combinado de medos y persas.

Josías, rey de Judá (640-609 a.C.). Aprovecha la coyuntura para afianzar su reforma, extender sus dominios hacia el norte y atraer a miembros del destrozado reino del norte.

También se aprovecha Egipto para extender sus dominios sobre Siria y contrarrestar el poder creciente de Babilonia.

Los dos imperios se enfrentan, el faraón es derrotado y cede la hegemonía a Babilonia.

Josías, mezclado en rivalidad, muere en 609 a.C. En Judá comienza el juego de sumisión y rebelión que acabará trágicamente.

La rebelión de uno de los reyes, Joaquín (609-598 a.C.) contra el pago del tributo, provoca la primera deportación de gente notable a Babilonia y el nombramiento de un rey sumiso, Sedecías.

La rebelión de éste, provoca el asedio, la matanza y la gran deportación (586 a.C.). Judá deja de existir como nación soberana.

Pocas personalidades del Antiguo Testamento nos resultan tan conocidas y próximas como el profeta Jeremías, nacido en Anatot, pueblo de la tribu de Benjamín, a mediados del siglo VII a.C.

A Jeremías lo conocemos a través de los relatos, de las confesiones en las que se desahoga con YEHOVAH Dios, por sus irrupciones líricas en la retórica de la predicación.

Comparado con el “clásico” Isaías, lo llamaríamos “romántico”.

Como sus escritos (Jeremías 36, 23-24), Jeremías es el “profeta quemado”.

Su itinerario profético, que comienza con su vocación en 627 a.C., es trágico y conmovedor.

Tras una etapa de ilusión y gozo en su ministerio, sucede la resistencia pasiva del pueblo y activa y creciente de sus rivales, entre los que se encuentran autoridades, profetas y familiares.

Su predicación es antipática y sus consignas impopulares.

En su actuación, va de fracaso en fracaso, su vocación llega a hacerse intolerable, necesitando la consolación de YEHOVAH Dios.

Se siente desgarrado entre la nostalgia de los oráculos de promesa y la presencia de los oráculos de amenaza que Dios le impone.

Entre la solidaridad a su pueblo, que le empuja a la intercesión y la Palabra del Altísimo que le ordena apartarse y no interceder, entre la obediencia a la misión divina y la empatía con su pueblo.

Con ojos lúcidos de profeta, contempla el fracaso sistemático de toda su vida y actividad, hasta hacerle exclamar en un arrebato de desesperación:

“¡Maldito el día en que nací!. ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?” (Jeremías 20, 14-18).

Nuestro profeta es como un anti-Moisés. Se le prohíbe interceder. Tiene que abandonar la tierra y marchar forzado a Egipto, donde seis años después muere asesinado a manos de sus propios compatriotas.

De su muerte trágica se salva un libro, y en ese libro pervive la personalidad de Jeremías con un vigor excepcional.

Se suelen repartir los materiales del libro en tres grandes grupos:

1. Oráculos en verso, subdivididos en: oráculos para el pueblo y el rey, confesiones del profeta (10, 18–12, 6; 15, 10-21; 17,14-18; 18,18-23; 20,7-18), oráculos contra naciones paganas (25 y 46–51).

2. Textos narrativo con palabras del profeta incorporadas.

3. Discursos en prosa elaborados en estilo deuteronomista (7, 1-8,3; 11, 1-14; 16, 1-13; 17, 19-27; 18, 1-12; 21, 1-10; 22, 1-5; 25,1-14; 34, 8-22; 35, 1-19).

Mensaje religioso de Jeremías. Jeremías es un profeta que vive en su propia carne el drama de una fidelidad absoluta a YEHOVAH Dios y una absoluta solidaridad con el pueblo rebelde y desertor a quien, fiel a su vocación profética, tiene que anunciar la catástrofe a la que le llevan sus pecados.

Su fidelidad y continuo contacto con Dios, sellados por el sufrimiento, llevarán a la conciencia del pueblo la necesidad de un nuevo tipo de relación con el Señor, más íntima y personal, más enraizada en el corazón de las personas que en una alianza jurídica y externa.

Esta relación de obediencia es el culto que YEHOVAH Dios desea, que deberá manifestarse en juzgar según derecho y en la defensa de la causa del huérfano y del pobre.

Se puede dividir el libro en tres momentos según Jeremías 1, 6-10:

1. Jeremías Arrancaras y Derribaras (Capítulos del 1 al 24)

En Jeremías 2, 19 vemos las infidelidades

En Jeremías 3, 1 la gloriosa prostituta

En Jeremías 5, 1 la No justicia

En Jeremías 6, 16 el llamado a Arrepentimiento

En Jeremías 7, 5-8.15.23 Sermón del templo donde se refugian los adúlteros, al mismo tiempo ocurre (6) Ezequiel 8, 12-18 visión de lo que se hacía en el Templo, misma revelación a distancia por estar en el mismo espíritu.

En Jeremías 17, 21-23  adulterio por No cumplir el Shabbat duros de cabeza

En Jeremías del 20 al 22 Se dirige a los dirigentes y a los Reyes, IMPERIO DE BABILONIA vendría como el siervo de Yehovah para traer juicio sobre Israel, destruyendo a Jerusalén llevando al pueblo al exilio.

2. Destruirás y Perderás (Capítulos del 25 al 29 del 34 al 52)

Se presenta a Nobucondonosor, verdugo de Yehovah Dios, Profecía de Jeremías contra los Paganos, Jeremías juzgado y absueto, sumisión del rey de Babilonia, Asesinato de Godolías, últimos Oraculos y Eoílogo historico

3. Edificaras y Plantaras (Capítulos del 30 al 33)

Oraculo de restauración con el  Retorno de los Israelitas a su tierra.

Capítulo 1

Versos del 1 al 3

Introducción. Estos primeros versos introductorios ambientan el ministerio de Jeremías en un lugar y una época concretos. “Palabras de Jeremías”.

Es el título del libro. Anatot, hoy Anata, era una pequeña población cercana a Jerusalén habitada casi exclusivamente por familias sacerdotales.

Se la menciona en la lista de las ciudades levíticas (Josué 21, 18) y en 1 Reyes 2, 26, porque Salomón confinó allí a Abiatar, antiguo sacerdote de David (1 Samuel 22, 20-23).

La sucesión de reyes mencionada en el verso 2 nos ubica entre el 640 y el 587 a.C. si Josías reinó en Judá del 640 al 609 a.C., el “año trece” corresponde al 627 a.C., posible año de la vocación de Jeremías.

La deportación o destierro mencionado en el verso 3 tuvo lugar en el 587 a.C. (2 Reyes 25, 8-21).

Jeremías no fue deportado a Babilonia, permaneció por un tiempo en Jerusalén hasta que fue llevado a Egipto por un grupo de Judíos que se refugiaron en aquel país (Jeremías 42–44).

Versos del 4 al 10

Vocación de Jeremías. Los versículos del 4-10 nos narran la vocación de Jeremías. Es interesante comparar este relato con otros también vocacionales, Éxodo 3, 1–4, 17; 1 Samuel 3; 1 Reyes 19, 19-21; Isaías 6.

En todos podemos constatar un esquema literario similar: Dios irrumpe en la conciencia de la persona, el elegido se asombra, no entiende muy bien de qué se trata.

El Altísimo le confía una misión, el elegido se resiste, se siente demasiado limitado o demasiado pequeño para dicha misión.

YEHOVAH pronuncia siempre una última palabra de ánimo y de respaldo, “no temas, yo estoy contigo”.

Este esquema varía un poco en el caso de la vocación de Isaías, el único que se adelanta a ofrecerse sin ningún temor para la misión.

Conviene destacar que el “espacio” en el que irrumpe la llamada de Dios es muy variable.

En el caso de Moisés, Dios lo llama mientras cuida las ovejas de su suegro (Éxodo 3, 1).

Samuel es aún un niño que vive en el santuario de Siló bajo el cuidado de Elí (1 Samuel 3, 1-2).

Eliseo está trabajando con sus bueyes (1 Reyes19, 19).

Isaías se encuentra en el templo participando de una impresionante liturgia (Isaías 6).

Ezequiel se halla entre los deportados de Babilonia, esto es, en tierra extraña, en donde quizás ni se le había ocurrido que pudiera hacerse presente el Altísimo (Ezequiel 1, 1-2).

Finalmente, María, como buena muchacha judía, está en su casa ocupada en los oficios domésticos cuando YEHOVAH Dios la llama (Lucas 1, 26-28).

Todo lugar, todo tiempo y toda circunstancia son aptos para “escuchar” la voz de YEHOVAH Dios que llama a colaborar con Su proyecto.

La experiencia vocacional de Jeremías lo ha impactado tanto, que pone antes de su propio nacimiento la decisión de Dios de llamarlo al ministerio profético.

No hay que aprovechar estas palabras para “probar” ninguna teoría de la predestinación, por más que expresiones como éstas parezcan indicarla.

Hay que recordar que Dios solamente propone, invita, pero no condiciona ni obliga a nadie a seguirlo, por encima de todo está la libre voluntad de la persona para decir sí o no a la invitación.

No es fácil decir sí de manera incondicional al llamado de YEHOVAH Dios. La misión inherente a la vocación es superior a las fuerzas de cualquier humano.

Sin embargo y aquí está el único aliciente para decir sí, la misión no es del profeta, la misión es de Dios, el elegido es un simple instrumento, un medio por el cual YEHOVAH Dios hablará y llevará adelante su obra.

No significa esto que el elegido no cuenta o que pasa a ser un títere en manos de Dios.

Todo lo contrario, si es capaz de decir sí al llamado es porque puede hacer uso de su voluntad y siempre la seguirá ejerciendo.

Pero siempre tendrá que recordar a quién sirve y en nombre de quién habla, de lo contrario, su ministerio podrá ser cualquier cosa menos ministerio profético.

Versos del 11 al 19

Dos visiones de Jeremías. Un par de visiones de alto contenido simbólico cierran el relato de la vocación de Jeremías y al mismo tiempo insinúan el contenido programático de su misión.

La primera visión indica que el profeta tendrá que estar muy atento a la realidad, nacional e internacional, de su pueblo para poder hacer resonar a cada momento la Palabra de Dios (vs 11).

La segunda muestra el origen político de las calamidades de Israel, el caldero hirviendo en el norte que comienza a desbordarse hacia el sur (vs 14).

Se trata de Babilonia, que ha comenzado a surgir en el panorama internacional y pronto hará sentir las pisadas de sus tropas.

La presencia de las tropas caldeas en tierra cananea y egipcia será leída por el profeta como una intervención de YEHOVAH Dios que castiga a todos por sus pecados e infidelidades (vs 15-16).

Los versos del 17 al 19 terminan de enmarcar la vocación-misión de Jeremías, de nuevo se subraya que será una misión difícil en la que se verá enfrentado con todos los estratos del pueblo: rey, sacerdotes, profetas y pueblo de la tierra (18b).

Con todo, ahí estará YEHOVAH Dios para sostenerlo, para hacerlo invencible (vs 19).

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1 comentario en «Jeremías Capítulo 1»

  1. Gloria a YEHOVAH Dios !!!! Es maravilloso ver como YEHOVAH propone e invita, pero no nos fuerza a aceptar el llamado. Solo podemos emprender su misiion asistidos por su fuerza y capacitados por su Ruaj Ha Kodesh.

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