Versos 1 al 16
El Señor y los ídolos. Este mensaje contra quienes confiaban en seres de hechura humana.
Refiere a una época en la cual la idolatría y las prácticas religiosas de otros pueblos eran demasiado comunes y frecuentes en Israel.
El profeta llama la atención mediante la sátira y la ironía para que se abandonen esas prácticas.
El pueblo puede juzgar la validez o la falsedad de sus ídolos, teniendo en cuenta que esas divinidades a quienes rinden culto nada tienen que ver con los signos del cielo (vs 2).
No caminan por sí mismos al lado de sus fieles, hay que fijarlos con clavos para que no caigan y transportarlos (vs 4), no pueden ostentar el título de “rey de las naciones” (vs 7).
Ni mucho menos pueden atribuirse ninguna obra de creación (vs 10-13), gobierno o providencia sobre esa misma obra creada.
Los israelitas tienen que aprender a distinguir, entonces, cuáles son los atributos del Dios que los creó para que decidan seguirle a ÉL.
Versos del 17 al 25
Los rebaños se dispersan. Se escucha el ultimátum de YEHOVAH Dios que ordena la partida de la ciudad y la lamentación del pueblo personificada en el profeta.
Nadie fue lo suficientemente sabio para entender y prever la magnitud de lo que estaba pasando, el pueblo ha quedado como un rebaño que se dispersa, como un rebaño sin pastor.
El profeta se lamenta por el embrutecimiento de los guías del pueblo y nada más crítico para una sociedad, que sus dirigentes no sean capaces de prever cada coyuntura que se vive.
El verso 23 es la constatación de que el hombre por sí solo no atina a caminar por el camino justo, necesita la guía de su Dios, conocer el plan de vida y de justicia para no extraviarse.