Versos del 1 al 6
Profecía mesiánica. Este corto poema lleno de esperanzas viene a continuación del anuncio de días aciagos para el pueblo.
Es costumbre entre los profetas no compartir el entusiasmo general, cuando se cree en un éxito total, sino recordar más bien las promesas divinas cuando todos se desesperan.
Por más que haya habido una hostilidad permanente entre los judíos y los israelitas del norte, la destrucción del reino de Samaría no dejó de ser un duro golpe para el reino de Judá y Jerusalén.
Isaías afirma que habrá un regreso de los deportados, no se trata de los judíos deportados a Babilonia en el siglo siguiente, sino de los israelitas desterrados al otro extremo de Asiria, al actual Afganistán.
Esa revancha de la historia será la obra del futuro rey o Mesías que YEHOVAH DIOS prometió a David, quien reunirá al final a ambas naciones israelitas, la del norte y la del sur.
Era usual que a los reyes se les proclamara con una serie de títulos similares a los que encontramos en el verso 5.
Isaías los vislumbra para el descendiente davídico, que deberá encarnar las virtudes de sus antecesores.
Más tarde, cuando no hubo más reyes en Israel, este pasaje se interpretó a la luz de Isaías 7, 14 y Miqueas 5, 2-3, en conexión directa con el nacimiento del Mesías.
Sólo el someterse al poder de YEHOVAH DIOS, garantiza un orden justo en la humanidad.
La restauración y consolidación del pueblo de YEHOVAH DIOS, no debe pensarse al margen de la equidad y la justicia, elementos que están a la base misma del surgimiento de Israel como pueblo, cuando esto falla, el Señor castiga (Éxodo 20, 5; Deuteronomio 4, 24).
Versos del 7 al 21
La ira del Señor. Este poema está conformado por tres dichos o mensajes, al final de cada uno se repite una especie de estribillo (vs 11b. 16b. 21).
Los tres se dirigen al reino del Norte, que, a pesar del golpe recibido por manos de los asirios, piensa en reconstruirse sin tener en cuenta al Señor, lo cual es considerado como un acto de soberbia.
En ese panorama, tampoco YEHOVAH DIOS se acordará de ellos, ni siquiera de los que están más cerca del corazón de Dios que son los huérfanos y las viudas.
“Sigue extendida su mano”, es una forma de denunciar la obstinación y la contumacia, pese a todo, el pueblo no se arrepiente ni cambia.