Mosqueteros de Yehovah

Filipenses Capítulo 2

Versos del 1 al 18

Amor cristiano y humildad del Mashiaj. Pablo introduce su exhortación a la caridad y humildad con un gran despliegue de motivaciones.

Ambos temas son de sobra conocidos, pero el acierto y la importancia de estos versos están en la conexión: la humildad, resultado y condición de una amor auténtica y duradera.

Si la indiferencia es lo contrario al amor (1 Corintios 10, 24), el orgullo es su enemigo capital.

Uno de los motivos de gran fuerza que invoca Pablo para exhortar a la fraternidad es el amor y la comunión que les une a él y a los filipenses.

No parece que en la actualidad esa unión esté deteriorándose, pero siempre es oportuno tender a que crezca.

La unión que el Apóstol les recomienda sólo la tendrán si cada uno sabe valorar a los demás más que a sí mismo y se interesa por ellos, eso es amor. Es el ejemplo que el Mashiaj nos ha dado.

Para presentarles el ejemplo de Yeshúa, Pablo recoge y quizás retoca un himno cristiano –arameo o griego– con el que las comunidades expresaban su culto de adoración a Yeshúa Ha Mashíaj.

Su contenido y forma externa está regido por el esquema “humillación/exaltación”, de tantas resonancias bíblicas: “delante de la gloria va la humildad” (Proverbios 15, 33; Salmo 113, 7), y que en el Antiguo Testamento encuentra su máxima expresión en el canto del Siervo de Yehovah Dios (Isaías 53).

El Apóstol expresa esta humillación/exaltación de Yeshúa a través de un proceso de descenso/ascenso, que lo llevó desde una preexistencia en estado de igualdad con el Padre, a encarnarse y tomar la condición humana sin diferenciarse de ningún otro hombre.

La expresión utilizada es audaz y vigorosa: “se vació de sí” mismo (vs 7). Este paso de la preexistencia a la historia lo describe el Apóstol en 2 Corintios 8,9: “siendo rico, se hizo pobre”.

De esa vida encarnada en nuestra pobre condición humana destaca la obediencia de un Yeshúa cumpliendo siempre la voluntad del Padre: “porque no bajé del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 6, 38).

La obediencia al Padre define toda su existencia hasta el extremo de la cruz. A esta humillación total sucede su exaltación por la acción soberana de Yehovah Dios, descrita enfáticamente con un verbo en superlativo: “sobre elevar”, que es otro modo de expresar la resurrección y glorificación del Mashiaj.

Y ésta queda todavía más acentuada por el nombre o título que el Padre otorga a Yeshúa: “Señor”, en griego “Kyrios”, palabra que traduce el Nombre de Yehovah Dios, en la versión griega del Antiguo Testamento; “para que… toda rodilla se doble… y toda lengua confiese: ¡Yeshúa Ha Mashiaj es Señor!” (10-11; Isaías 45,23).

Pero si el Padre glorifica a su Hijo, también el Hijo, muriendo y resucitando por nosotros, da gloria a Su Padre (Juan 13,31; 17,1).

Y esta gloria de Yehovah Dios Padre no es otra cosa que la salvación del mundo.

Así culmina Pablo su himno de adoración a Yeshúa, el Señor, que resume todo el misterio de la redención.

Tras la cita del himno, el Apóstol saca las consecuencias. La inmediata obediencia de los filipenses a Pablo, aunque esté ausente, es decir, al Evangelio que les ha predicado.

La otra, que sigan expresando esta Buena Noticia en su vida y testimonio ante las gentes, pues aunque la salvación de Yehovah Dios ha sido ya iniciada, todavía no está consumada.

Los filipenses, por tanto, deben trabajar “con temor y temblor” (vs 12) para su salvación en medio de “una generación perversa y depravada” (vs 15) ante la cual deben testimoniar el mensaje de vida “como estrellas en el mundo” (vs 15-16).

Este testimonio vivo de la comunidad será el orgullo y la gloria de Pablo en el “día del Señor”.

Desde la prisión, y a la espera de una posible condena a muerte, el Apóstol ve este día ya cercano iluminando y dando sentido a su ministerio apostólico entre los filipenses: “no he corrido ni me he fatigado en vano” (vs 16).

Si Yehovah Dios le pide ahora el último sacrificio por ellos, es decir, derramar su vida “como libación sobre el sacrificio y la ofrenda sagrada, que es la Fe de ustedes” (vs 17), la alegría mutua será completa.

Con esta bellísima imagen de la Fe, que hace de la entera vida del cristiano un sacrificio litúrgico de obediencia y amor a Yehovah Dios y a los hermanos (Romanos 15,16), termina el Apóstol su exhortación a una vida de humildad y caridad.

Versos del 19 al 30

Timoteo y Epafrodito. Estas líneas muestran las relaciones afectivas y efectivas entre la comunidad de Filipos y Pablo encarcelado.

Timoteo no fue un colaborador más, sino el principal y el más fiel de todos. Frecuentemente, el Apóstol le envía a visitar y robustecer comunidades (1 Corintios 4, 17; 16, 10).

Tenemos la impresión de que otros colaboradores de Pablo le duran solamente un viaje, de ahí que elogie la fidelidad de Timoteo frente a los que “buscan su propio interés y no el de Yeshúa Ha Mashiaj” (vs 21).

Quizás el Apóstol descalifica con demasiada dureza lo que pudo ser la simple dificultad humana de trabajar con él o a su ritmo.

El segundo colaborador altamente elogiado es Epafrodito, quizás un líder de la comunidad de Filipos.

En 4, 18 se habla de su llegada al lugar donde Pablo estaba prisionero, trayéndole dinero y víveres de parte de la comunidad.

Parece que se quedó al servicio del Apóstol preso, pero, tras grave enfermedad, Pablo prefiere prescindir de él para que la comunidad se alegre al verlo sano y salvo.

Epafrodito ha sido para el Apóstol mucho más que un sirviente; le llama colaborador, compañero de luchas y hace de él un solemne elogio.

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