Mosqueteros de Yehovah

Cantar de los Cantares Capítulo 4

Versos del 1 al 7

Belleza del cuerpo amado. El idilio de Cantares 2,8-17 se cerraba con un vehemente deseo.

Este nuevo idilio (en el que se repite el estribillo de Cantares 2,17 en Cantares 4,6, y también la expresión “pacer”, deleitarse entre las rosas, Cantares 2,16b; 4,5) describe el cuerpo desnudo de la muchacha.

Comienza y termina exaltando la belleza de la amada, aunque el final añade un matiz: “no hay defecto en ti”.

Si traemos aquí los versos aislados de Cantares 6,4-5a, a la belleza se añade la fascinación, que es como se presentaba la muchacha, el segundo rostro femenino del Cantar.

Este posible añadido aportaría un segundo matiz vs 4. En Cantares 2,14, la muchacha era “paloma”. En el idilio que comento sus ojos son palomas, que los aparte de mí, dice el muchacho, porque “me turban” o “me excitan” (vs 5).

El idilio que comento es sobre todo descriptivo: la melena al aire, saltarina como las cabras que descienden por la sierra de Galaad; los dientes blanquísimos, como ovejas recién esquiladas que suben del baño; los labios; el modo de hablar (el habla) es dulce como el de la mujer de Eclesiástico 36,22-23.

Las mejillas; el cuello, como la torre de David, del que penden los trofeos guerreros; los pechos, juguetones y saltarines, como las crías de gacela.

El muchacho manifestó su sentimiento de excitación, ahora nos notifica su deseo: ¿Por qué no pasar la noche en el monte, en la colina del incienso? De momento tan sólo es un deseo.

Con relación al idilio de Cantares 2,8-17 pasamos ahora a la realidad y a la expresión de un deseo.

Versos del 8 al 16

La embriaguez del amor. Esta canción lírica, un epitalamio, se relaciona con el primer epigrama. Al finalizar el poema se invita a los amigos a embriagarse de amores (Cantares 1,4b).

Comienza el epitalamio (poema lirico utilizado en las bodas) con una invocación un tanto extraña: ¿Por qué llamar a la esposa si está presente? ¿Cómo ha de venir de tantos y de tan fieros sitios a la vez?

Da la impresión de que estamos ante una oración dirigida a la diosa del amor.

Quien así invoca u ora nos dice de sí mismo que es un prisionero del amor, está enamorado.

El poeta repite expresiones del primer epigrama: “tus amores son dulces y fragantes” (Cantares 1,2-3).

Son dulces como el néctar, como la miel; fragantes como los aromas del Líbano. Para la belleza no encuentra comparación, a no ser que la leche y la miel aludan a la belleza y fecundidad de la Tierra prometida.

La esposa, por lo demás, es virgen: huerto y manantial con cerrojo, fuente sellada.

Frutos exquisitos y aromas exóticos se acumulan en el seno de la mujer. Ella misma es una fuente incontenible que brota de los frescos veneros del Líbano.

Las palabras del esposo, que tienen más de antología que de inspiración poética, comenzaban con una oración y finalizan con una invocación a los vientos del norte y del sur: que ellos oreen el jardín y éste exhale sus aromas.

Las breves palabras de la esposa ponen un poco de calor y de inspiración poética: “Entre mi amado en su jardín y coma sus frutos exquisitos” (vs 16).

Se consuma la unión de los esposos. Cuatro verbos la describen: “entrar, recoger, comer, beber”.

El esposo, extasiado tras su experiencia amorosa, invita a sus compañeros a embriagarse de amores.

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