Versos del 1 al 8
Cuarta parte. Termina la liturgia penitencial en el mismo tono con que comienza, reconociendo las culpas y pecados.
Ademas, aceptando que la situación trágica que se vive en el momento es consecuencia de ese rechazo y de esa desobediencia a YEHOVAH Dios.
Pero hay aquí algo que ya Jeremías había intentado corregir durante su ministerio en Jerusalén y asimismo Ezequiel entre los desterrados a Babilonia.
La responsabilidad personal en el pecado o el rechazo consciente al plan de Dios y sus consecuencias.
Había una falsa concepción que los males personales y sociales eran consecuencia del pecado de los padres, incluso se llegó a acuñar el refrán: “Los padres comieron uva agria, a los hijos se les destemplan los dientes” (Jeremías 31, 29).
Jeremías arremetió contra semejante modo de pensar, haciendo ver que cada uno es juzgado y castigado por sus propios delitos.
Lo mismo plantea Ezequiel 18 en sus enseñanzas, ese avance no se detecta aquí (vs 4. 5.7.8), a pesar de tratarse de un escrito que es muy posterior a Jeremías y a Ezequiel.
Versos del 9 al 38
Exhortación sobre la sabiduría. La referencia inicial al destierro puede servir de enlace con lo anterior.
El capítulo en su conjunto se inspira en Job 28, Eclesiástico 24 y Deuteronomio 4.
En la alternativa entre vida y muerte, bien y mal (Deuteronomio 30, 15-16), que íntima la situación del destierro o diáspora y que se ha presentado a la conciencia en el acto penitencial, busca el pueblo una respuesta concreta y se la dan.
Cumplir los mandamientos o, si no se han cumplido, arrepentirse y enmendarse.