Mosqueteros de Yehovah

Apocalipsis Capítulo 15

Versos del 1 al 8

Las siete últimas plagas. Juan se sitúa de nuevo en el escenario del cielo; contempla allí otra señal, la tercera, tras la manifestación de la mujer (12, 1) y del gran dragón (12, 3).

Ve siete ángeles que llevan siete plagas: son las postreras, porque en ellas se va a consumar la ira de Yehovah Dios.

El capítulo quince ofrece una breve introducción a la ejecución de estas siete plagas, cuya descripción se dará en el capítulo siguiente.

Este pasaje pretende fortalecer la fe de la comunidad cristiana tras la adversidad sufrida y la calamidad de las plagas que se avecinan. Fiel a su proverbial costumbre, el Apocalipsis sigue siendo el libro cristiano de la consolación.

Aparece un mar cristalino, veteado de fuego. Es bíblica referencia al Mar Rojo (Éxodo 15, 1-9; Sabiduría 19, 2-21). Igual que los israelitas siguieron tras las huellas de Moisés, a pie enjuto, así marchan los cristianos fieles tras la senda abierta por el Cordero.

Los vencedores son la contrarréplica a los adoradores idolátricos (13, 7. 14. 15): han desafiado a la fiera, no le han prestado acatamiento ni han seguido sus consignas. Aunque se encuentren en medio del mar, símbolo de la tribulación, no hacen fondo ni se hunden en sus aguas formidables.

Estar de pie es alusión a la firmeza y resurrección, como Yeshúa Ha Mashiaj, el Cordero vencedor (5, 6). Al final han resultado victoriosos con Él (12, 11); por eso están de pie y entonan una liturgia de victoria.

No hay dos cantos opuestos: el de Moisés y el del Cordero, sino un largo y continuado canto de victoria.

Existe una sola historia de salvación que empezó en el Antiguo Testamento y que ahora se ha hecho plena realidad con la victoria de Yeshúa Ha Mashiaj y de los suyos.

El cántico se presenta como una rica composición, entreverada de citas de los profetas y de alusiones a los salmos.

Tres partes principales lo configuran. La admiración que despierta la grandeza de las acciones salvadoras de Yehovah Dios. Estas obras maravillosas desembocan pronto en una alabanza a Yehovah Dios, como Señor Todopoderoso y rey de las naciones.

Por fin, una triple motivación recapitula el sentido de la alabanza: la santidad divina, la universalidad de la salvación y la invitación a verificar las buenas obras de Yehovah Dios en la historia.

Tras esta visión alentadora, viene una escena que se desarrolla con rapidez. Aparecen siete ángeles ejecutores, vestidos igual que la figura humana, con ropas sacerdotales y regias (1, 12).

Los ángeles reciben la orden de parte de Yehovah Dios, mediante uno de los vivientes.

Las copas de oro ya fueron presentadas con las oraciones de los santos (5, 8). Hay que recordar que las oraciones siempre son eficaces, aceleran el ritmo positivo de la historia de la salvación.

El templo, rebosante de la majestad divina, se llena de humo (1 Reyes 8, 11; Éxodo 19, 18; 40, 34-35). Se ha cumplido el plazo. Los designios de Yehovah Dios están a punto de realizarse. Las siete copas se van a consumar.

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