Mosqueteros de Yehovah

Apocalipsis Capítulo 11

Versos del 1 al 14

Los dos testigos. El horizonte de la proclamación de la Palabra de Yehovah Dios se abre a la universalidad, nadie debe quedar al margen del anuncio del misterio de Yehovah Dios.

Juan es investido profeta: su libro el Apocalipsis goza de la garantía autorizada de Yehovah Dios.

La Iglesia es comparada a un templo. El santuario de Yehovah Dios y el altar son medidos, a saber, preservados por Yehovah Dios.

Aunque el patio exterior es pisoteado y entregado a los paganos. La imagen secuencia quiere decir que la Ekklesia conocerá tiempos de persecución (un tiempo limitado), pero no será destruida ni aniquilada por completo.

El poder de Yehovah Dios la asiste y protege lo más sagrado que hay en ella.

El relato de los dos testigos profetas (vs 3-14) son los más fecundos e inspiradores para entender la vocación profética de la Ekklesia.

Estos dos testigos, pueden ser:

Josué y Zorobabel (Zacarías 4, 2-3, vs 4).

Elías (2 Reyes 1, 5-12; vs 4; 1 Reyes 17, 1; vs 6) y Jeremías (Jeremías 5, 14 vs 5).

Moisés y Aarón (Éxodo 7, 17. 19-20; 1, 16).

Moisés y Elías, los dos testigos que aparecieron junto a Yeshúa durante la transfiguración (Mateo 17, 1-9).

Estos dos testigos son figura de la Iglesia profética, muestran simbólicamente a toda la Ekklesia en el ejercicio de su misión evangelizadora ante el mundo.

Existe una potencia demoníaca “bestial”, que pone en marcha toda persecución histórica contra la Iglesia profética. Se llama la “trinidad demoníaca”.

Los testigos mueren donde “Su Señor fue crucificado”, es decir, son maltratados en Nombre de Yeshúa. Si persiguieron al Maestro, también son perseguidos sus discípulos (Juan 16, 20).

Tal es la razón profunda de toda persecución y el timbre de gloria de todo mártir: ser testigo de Yeshúa.

Se asiste ahora a la presentación de la más dura persecución que el mundo, cerrado al mensaje de la salvación, infiere a la Ekklesia.

A los testigos profetas se les niega hasta el derecho de una sepultura (Jeremías 3, 2; Salmo 79, 2-3; Tobías 1, 18).

Ante su muerte degradante, los pueblos no se conduelen, sino que en danza macabra, contrapartida de la fiesta de los Purim (Ester 9, 10; Nehemías 8, 10-12), se alegran y se hacen regalos.

Con qué razón a Juan le supo amargo el libro (10, 10b).

Versos del 15 al 18

La séptima trompeta. Pero, los profetas Ekklesia asistidos por Yehovah Dios no sucumben finalmente ante el mal. Su predicación no acaba en fracaso.

Tras un tiempo de persecución limitado (tres días y medio), el Espíritu de Yehovah Dios les da vida; se levantan y se ponen de pie, resucitan igual que el Cordero quien está permanentemente de pie (5, 6) y suben triunfantes a la región de Yehovah Dios.

El destino de la Ekklesia se calca en el de Yeshúa; los testigos Ekklesia reproducen su misma vida: predicación, muerte, ignominia.

Si mueren con Él, también resucitarán con Él. Cristo sigue dando hoy testimonio al mundo a través de sus profetas y testigos.

En la visión de Juan se han roto las fronteras entre el cielo y la tierra: existe una comunicación perfecta.

Todo cuanto realiza con empeño la Ekklesia terrestre tiene su reflejo en el cielo, esta ha cumplido fielmente su misión. De todo ello participa la Ekklesia celeste, y se alegra.

La presente doxología es la respuesta jubilosa al testimonio doloroso, pero fecundo, de la Ekklesia.

El himno insiste en el reinado de Yehovah Dios y del Mashiaj, quien lo hace visible en la tierra a través de sus testigos.

Su instauración y establecimiento van a encontrar una doble repuesta. Una negativa, de rechazo, que es calificado como “tiempo de la ira”.

Otra, acogedora, de recompensa a los profetas y santos, y a quienes veneran el Nombre de Yeshúa.

Pero el Reino de Yehovah Dios posee un dinamismo expansivo que ningún impedimento será capaz de sofocar.

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