Introducción
El profeta y su época. El profeta Amós nació en Tecua, a veinte kilómetros al sur de Jerusalén, en el reino de Judá, pero su actividad profética se desarrolló en el norte, en el reino de Israel.
Gracias a su oficio de ganadero o granjero, gozó de una situación económica desahogada, que le permitió adquirir una buena formación intelectual y aprender el arte literario.
Pero de aquella situación tranquila lo arrancó la llamada de YEHOVAH (Amos 7, 10-14), para convertirlo en profeta de Israel.
Amós predicó bajo el reinado de Jeroboánm II (782-753 a.C.), en una época de paz y prosperidad material.
Pero, si hemos de tomar como descripción general los datos de Oseas y de Amós, aquella sociedad estaba enferma de injusticia social, de sincretismo religioso e idolatría, de una exagerada confianza en los recursos humanos.
Denuncian las injusticias sociales, el lujo, la satisfacción humana, Amós predice la catástrofe inminente.
Extraña predicción en un momento en que el enemigo próximo, Damasco, está sin fuerzas para rehacerse, y el enemigo remoto y terrible, Asiria, no puede pensar en campañas occidentales.
Pero Amós sabe que Israel está “madura” para la catástrofe, y, de hecho, el año 746 a.C. muere Jeroboám II, al año siguiente sube al trono de Asiria Tiglat Piléser III, que será el comienzo del fin para Israel.
Con todo, Amós cierra su profecía con un oráculo de esperanza.
Mensaje religioso. El mensaje del profeta es de indignación y denuncia ante la explotación del pueblo humilde, a manos de una minoría coaligada de políticos y aristócratas.
Amós hace eco de la indignación de YEHOVAH, a quien presenta como un león, que ruge antes de hacer presa.
El profeta es la voz de su rugido (Amos 3, 4. 8), que denuncia e invita a la conversión, si ésta no llega, el león hará presa (Amos 3, 12; 5, 19).
El juicio de YEHOVAH comenzará por los pueblos circundantes (Amos 1 ,3–2, 3), pasará a Judá (Amos 2, 4-5) y culminará en Israel (Amos 2,6-16).
Israel es culpable de múltiples injusticias, de lujo inmoderado, de vanas complacencias, de cultos idolátricos, la injusticia vicia el culto legítimo (Amos 5,21-25), la idolatría lo corrompe.
La clase alta y el pueblo engañado piensan que pueden continuar con sus injusticias evitando las consecuencias, sea con el culto (Amos 5, 21-23), sea con la riqueza y las fortificaciones (Amos 6,1), sea sobre todo con un supuesto día de la ira en que YEHOVAH será propicio a Su Pueblo.
Ese día vendrá, pero será funesto (Amos 5, 17-18), el Señor pasará, pero castigando (Amos 5, 16-17), la elección será redoblada responsabilidad (Amos 3, 2) y el encuentro con YEHOVAH será terrible (Amos 4, 12).
Amós ataca el lujo de los ricos por lo que tiene de inconsciencia y falta de solidaridad (Amos 6, 4-6), además, porque muchas riquezas han sido adquiridas explotando a los pobres (Amos 4, 1; 5, 11).
Ataca las devotas y frecuentes peregrinaciones que no inciden en la vida. Denuncia la ilusión del pueblo porque se siente elegido y sacado de Egipto.
Como el pueblo no ha escarmentado, en una serie de castigos (Amos 4,6-11) llegará a un juicio definitivo, de hambre y sed, luto y duelo (Amos 8,9-14), pero después de castigar a los pecadores (Amos 9, 8.10) vendrá la restauración (Amos 9,11-15).
Así termina en tonalidad de esperanza un libro de vibrantes denuncias que han hecho de Amós el “profeta de la justicia social”.
Capítulo 1
Versos 1 al 15
Título del libro. Palabras o discursos y visiones de Amós. El subtítulo da noticia de quién es Amós, un pastor de Tecua, pequeña población al sur de Jerusalén, territorio de Judá.
Asimismo, informa sobre el período en el cual se lleva a cabo el ministerio del profeta.
Los especialistas discuten sobre el estrato social de Amós, para unos se trata de un simple pastor, asalariado y eventualmente cultivador de higueras (Amos 7, 14).
Para otros se trata de un ganadero y agricultor, que tenía como negocio el ganado y el cultivo de higos. Es probable que se trate de lo segundo.
Quizá gracias a cierta holgura económica, Amós ha tenido oportunidad de cultivarse intelectualmente, viajar, entre otros.
De ahí que sus palabras y discursos reflejen un conocimiento tan claro de la historia de oriente y, sobre todo, la capacidad de análisis coyuntural que hay detrás de sus palabras.
Su discurso, que ya desde el verso 2 se anuncia como un rugido del mismo Señor desde su morada, Sión, mantendrá ese tono a todo largo del libro, sí, será un rugido que busca hacerse sentir en medio del sórdido ambiente del reino del norte.
Su tono será tan alto, que el mismo sacerdote Amasías tendrá que confesar: “el país ya no puede soportar sus palabras” (Amos 7, 10).
Delito y castigo de ocho naciones. El mensaje de Amós comienza con una serie de ocho oráculos o mensajes de condena.
Dirigidos los siete primeros a los reinos vecinos, incluido Judá, y el último, más largo y por ello más completo, a Israel.
La tradición oracular habría que ponerla propiamente en Amós, reconocido por todos como el primer profeta “escritor”.