Versos del 1 al 24
Caída de Babilonia, como fue el anuncio de la caída de Roma y del final de las persecuciones, se repiten un grito idolátrico, muestra de la ambición con que la gran ciudad ha pretendido usurpar la Gloria a Yehovah Dios: “¿quién como la gran ciudad?”.
No acaban de dar crédito a la catástrofe que están presenciando y, en un gesto de total desesperación, se echan polvo de duelo sobre sus cabezas.
En manifiesto contraste, se invita a la alegría de los Ekklesia, congregados en tres grupos (como en 12, 12 y en paralelismo con los grupos satélites de la gran ciudad).
Mas no es la ruina de Babilonia lo que se debe celebrar, se festeja el definitivo restablecimiento de la Justicia Divina profetizadas (Ezequiel 27; Jeremías 25, 10).
Se acaba todo cuanto significa gozo, esperanza de vida, música. Sólo queda lamento, tristeza de muerte.
Hay que notar el gran contraste con la Nueva Jerusalén. Aquí sí arderá la lámpara del Cordero (21, 22) y se oirá la voz del esposo y de la esposa (22, 17).
Se reseña al final, como una grave recapitulación, su horrendo crimen: haber dado muerte inicuamente a los profetas y a los santos, a tantos hombres y mujeres anónimos que han sido “degollados” como el Cordero degollado (5, 6).
Esta ciudad del Apocalipsis se refiere a toda ciudad idólatra y autosuficiente, es decir, rebelde a la justicia y el derecho establecido en la Palabra de Yehovah Dios.