Versos del 1 al 11
Yeshúa y la mujer adúltera. Los adversarios ponen a Yeshúa en una dura prueba, la misericordia o la justicia.
Su objetivo último es acusar a Yeshúa como enemigo de la Ley de Moisés y, por tanto, enemigo de YEHOVAH.
Tampoco les importa la situación de aquella mujer que iba a ser lapidada.
Versos del 12 al 20
Yeshúa, Luz del mundo. Para Juan, Yeshúa la Palabra hecha carne era desde el principio la Luz de los hombres (Juan 1, 4), con su venida histórica lo es de manera única (Juan 1, 9).
Yeshúa ha venido para traer luz al mundo (Juan 3, 19; 12, 46), es más, Él es la luz del mundo, quien le sigue no camina en tinieblas sino que tiene la Luz de la vida.
Yeshúa exige un compromiso personal, aquí indicado por el verbo “seguirme” (vs 12), es decir; dejarse impregnar por la luz de Yeshúa, el Hijo de YEHOVAH.
Como el pueblo de YEHOVAH iba tras la nube luminosa que les guiaba (Sabiduría 18, 3), así debe caminar el creyente tras la Luz, dejándose transformar e iluminar por la presencia de Yeshúa.
Versos del 21 al 30
Origen y meta de Yeshúa. Esta escena está bajo el doble signo del “yo me voy” y “yo soy”.
El primero se refiere a la pasión y glorificación y está orientado hacia lo segundo, la presentación de la identidad divina de Yeshúa.
El momento urge, ante Yeshúa se debe tomar partido: quien lo acepta tiene vida, y quien lo rechaza se autoexcluye de ella, ya está juzgado.
Versos del 31 al 38
La verdad libera. Yeshúa invita a los que creen en Él a mantenerse fieles a su Palabra.
La persona libre por excelencia es el Hijo de YEHOVAH y su libertad consiste en ser Hijo.
Sólo el Hijo puede comunicar una libertad que consiste esencialmente en la filiación divina.
Sólo por medio del Hijo es posible el acceso al Padre como Padre, es decir, en la libertad, ser y saberse hijos en el Hijo, hijos del Padre. Poder estar en la casa del Padre para siempre.
El esclavo no pertenece a la casa y puede ser expulsado (como Ismael); el hijo pertenece y se queda en casa (como Isaac).
Con su revelación, que es la verdad, Yeshúa viene a liberar de la esclavitud; pero tropieza con resistencia e intenciones criminales de sus paisanos que no corresponden a la descendencia de Abrahám.
Versos del 39 al 47
Los verdaderos hijos de YEHOVAH. Esta escena refleja la polémica suscitada entre la Sinagoga judía y la Iglesia cristiana a finales del s. I.
El tema de la descendencia de Abrahán era un tema crítico.
Para la comunidad cristiana ésta no se fundamentaba en el vínculo de la sangre, sino en el vínculo de la Fe, es decir, en el cumplimiento de la voluntad de YEHOVAH.
Juan da un paso más en la polémica al contraponer los predicados “hijos de YEHOVAH” e “hijos del Diablo”.
Ésta es quizás la crítica más dura de todo el evangelio hacia la Sinagoga judía.
Versos del 48 al 59
Unidad de Yeshúa con YEHOVAH. Yeshúa echa en cara a los judíos que no conocen verdaderamente a YEHOVAH y les llama mentirosos.
Yeshúa “conoce” a YEHOVAH; en cambio los judíos no le “conocen”.
Yeshúa es el Hijo de YEHOVAH, y, por tanto, conoce a YEHOVAH Dios con familiaridad y comunión íntima y guarda Su Palabra.
Los judíos intentan ridiculizar la proclamación de Yeshúa, incluso la reducen al plano terreno de una simple cronología.
Con palabras muy claras, introducidas por la fórmula de aseveración, Yeshúa anuncia su superioridad sobre Abrahám.
Resuena el eco de Éxodo 3, 14: “Yo soy el que soy” o “Yo soy el que estaré con ustedes”.
El Señor YEHOVAH quería revelar no su ser metafísico, sino su lealtad, su constante protección al pueblo (Éxodo 3, 6.13.15-16).
Yeshúa es la presencia de YEHOVAH; la alusión indirecta a Éxodo 3, 14 es inadmisible para los judíos, que interpretan la frase de Yeshúa como una blasfemia.
Toman piedras para lapidar al blasfemo (Levítico 24, 16), pero Yeshúa se oculta y sale del Templo.
Ya no les va a conceder ningún otro discurso de revelación, les niega su presencia (Juan 12, 36b).