Versos del 1 al 40
Profecía y lenguas arcanas. A juzgar por la extensión del capítulo, Pablo pretendía dejar bien claras las cosas o los corintios eran duros de cabeza y reacios a entender.
La conclusión (vs 37) delata un tono ligeramente irritado. En aquellas asambleas comunitarias no sólo había marginación y división, sino también confusión y desorden, quizás lo uno provocado por lo otro.
Por lo visto, un grupo de fervorosos carismáticos, tal vez un poco exaltados, traía de cabeza a todos con sus largas intervenciones de sonidos inarticulados e ininteligibles a las que Pablo se refiere como “lenguas arcanas”.
Es sorprendente el espacio y la minuciosidad con que el Apóstol trata el tema, se ve que no era un episodio marginal y esporádico.
Pablo hace una llamada a la madurez y sentido común que debe reinar en las reuniones.
No condena de entrada este “don de lenguas”, sino que lo pone en su justa perspectiva.
El objetivo de todo carisma o don del Espíritu es la “edificación de la Ekklesía” (vs 12).
Éste es el criterio que debe presidir el orden de las asambleas y el protagonismo de los dones y carismas al servicio de la comunidad, cada cosa a su tiempo.
Como ejemplo, aduce que aunque él mismo posee ese don de hablar en lenguas arcanas, incluso “más que todos ustedes” (vs 18), pero “para instruir a los demás, prefiero decir cinco palabras inteligibles a pronunciar diez mil desconocidas” (vs 19).
Además, hay que mirar el bien de los que no comparten aún nuestra Fe. Si entra un no cristiano en la asamblea y se encuentra con que todos y todas están emitiendo al mismo tiempo sonidos inarticulados, “¿no dirá que están todos locos?” (vs 23).
Por el contrario, “si todos profetizan” (vs 24), se sentirá interpelado y juzgado y terminará cayendo de rodillas y reconociendo que “realmente YEHOVAH Dios está con ustedes” (vs 25).
Pero aun este carisma de la profecía o enseñanza hay que ejercerlo con sabiduría y orden.
De pronto, como un exabrupto, Pablo ordena a las mujeres que se callen en las asambleas (vs 34).
El Apóstol no estaría dando una norma general, sino corrigiendo el abuso concreto de ciertas mujeres que interrumpían continuamente con sus preguntas con el afán de aprender, poniendo a prueba la paciencia del grupo y contribuyendo al desorden de la asamblea.