Versos del 1 al 4
Segunda denuncia. Una nueva denuncia, ahora contra otro estamento más concreto, los jefes y dirigentes de Jacob e Israel, entendiendo aquà la totalidad de las doce tribus.
Se trata de una denuncia muy similar a la primera, en cuanto tiene como objeto desenmascarar la injusticia social promovida desde la estructura misma.
El profeta ve con asombro cómo el pobre es cada dÃa más y más expoliado hasta reducirlo a la nada, asà como la bestia carnÃvora comienza por devorar su presa desde su piel hasta los huesos.
Imagen patética del empobrecimiento progresivo, por demás tan familiar y cotidiana en nuestros dÃas.
¿No tenemos los creyentes la grave misión de no desfallecer en la denuncia del voraz apetito con que son devorados millones y millones de hermanos nuestros?.
¿Es que la profecÃa terminó con el último de los profetas? ¿No es a esto a lo que apunta el proyecto de Yeshúa?.
¡Y, con todo, esta gente invoca al DIOS y hasta se extraña porque no le escucha!.
Versos del 5 al 8
Los profetas y el profeta. El profeta ve con horror cómo la mediación religiosa, en este caso los profetas, puede desempeñar un papel tan ambiguo en medio de la realidad que acaba de describir.
¿Cómo puede haber profetas que hablen según sus propios intereses?.
Mientras el sistema que condena Miqueas les llene el estómago, ellos anuncian paz; pero si no les es ventajoso, le declaran la guerra santa (vs 5).
Tal vez, la mayor de las perversiones en Israel y en nuestro tiempo sea ésta, la ambigüedad con que se presenta la Palabra de YEHOVAH y sobre todo la imagen tan tibia que presentamos de YEHOVAH.
De ahà que el anuncio de la Palabra deberÃa pasar siempre por este filtro, aceptar sin rodeos que con la Palabra de YEHOVAH no se puede jugar a mantener una pretendida neutralidad o imparcialidad.
Por una razón muy simple, el DIOS bÃblico, el YEHOVAH de Yeshúa, no es ni neutro ni imparcial.
A lo largo de la Escritura, YEHOVAH se revela como alguien decididamente a favor del empobrecido y del oprimido, del que no tiene nada ni derechos en la sociedad.
Asà se reveló al pueblo del éxodo, en el desierto, en tierra de Canaán.
Asà se revela por medio de los verdaderos profetas.
Asà se revela en Yeshúa Ha Mashiaj.
Asà se revela en la primitiva comunidad apostólica.
Asà quiere seguir revelándose en las comunidades cristianas de todos los tiempos.
Cada comunidad y cada creyente deberÃa examinar su vida y su mensaje a la luz de esta denuncia, sobre todo a la luz del verso 8.
¿No será eso más simple que dedicar jornadas enteras a discutir y a pulir proyectos apostólicos que luego se quedan en los papeles?.
Versos del 9 al 12
Denuncia y sentencia. Nótese cómo Miqueas a través de la revelación de YEHOVAH DIOS, ha venido denunciando y dejando al descubierto los pecados de Israel, desde lo más general a lo más particular.
Comenzó con los que pueden manejar el comercio y las relaciones económicas (Miqueas 2, 1-2).
Luego siguieron los que dirigen al pueblo, aquellos que tienen responsabilidades polÃticas y administrativas (Miqueas 3, 1-4).
Para continuar ahora con los prÃncipes y jueces, es decir, con quienes administran la justicia (Miqueas 3, 9-11).
Todos sin excepción cumplen con sus funciones, pero en sentido contrario, administran, conducen, construyen, juzgan según sus intereses, aunque tengan que matar, robar, explotar, construir sobre la sangre de los esclavizados.
Nótese además cómo, al desenmascaramiento de estos estamentos y sus respectivos funcionarios, corresponde también una denuncia contra el grupo religioso representado por los profetas y los sacerdotes (Miqueas 2, 6-11; 3, 5-8. 11).
En connivencia con los protagonistas de los males sociales, están dando por hecho que YEHOVAH permite todo eso, toda vez que lo invocan y le rinden culto.
En una palabra, ellos ayudan a transmitir al pueblo la imagen de un YEHOVAH opresor, un YEHOVAH indiferente a la suerte del empobrecido.
Un YEHOVAH que hasta saca partido de las desgracias del pueblo, como los dirigentes.
¿Cuál es la calidad de la mediación religiosa hoy?.
Esta manera de llevar las riendas de la sociedad conduce inevitablemente a la destrucción (vs 12).