Versos del 1 al 12
El autor establece la base en estos primeros versos “el amor a YEHOVAH”, en que todo creyente debe procurar que los mandamientos de la Ley de YEHOVAH Dios sean semillas fecundadas en su Espíritu (Corazón), asegurando que la cosecha de este acto, consiste en la Promesa de una larga vida llena de prosperidad.
En los Versos 3 y 4 los refiere a “amar al prójimo”, por lo que la “bondad y fidelidad” (vs 3) deben ser la actitud del Espíritu del hombre para con sus semejantes, puesto que todos anhelamos la benevolencia de YEHOVAH, se nos exige que seamos benevolentes con el prójimo.
En cuanto a la fidelidad se exige estar apegados a la cadena de mando definida por el Altísimo.
Este acto requiere que todo varón desarrolle la habilidad de practicar los mandatos de Yeshúa Ha Mashiaj, que toda mujer se sujete voluntariamente a su esposo y que los hijos desarrollen mansedumbre, para ser perfeccionados en el vivir acorde a la voluntad de sus padres.
Estas virtudes son admiradas tanto por YEHOVAH como por los hombres, cumpliendo todos el papel de Ekklesía ajustada a la cabeza santa y sin mancha.
En los versos del 5 al 8 el autor insiste en retener el consejo de YEHOVAH para vivir de acuerdo a sus normas, ya que la perdición es el destino de los que son guiados bajo su propia percepción.
El énfasis está definido por vivir en adoración, obediencia y servicio a los designios del Justo Juez, lo que promueve como fruto la sanidad divina en los cuerpos de los creyentes que son obedientes.
Hay una exhortación en los versos del 9 al 10 en priorizar a YEHOVAH DIOS, entregando primero la ofrenda de los diezmos antes de hacer uso del noventa por ciento restante.
La promesa revela que este acto es el secreto de la prosperidad abundante, a muchos les cuesta ver la prosperidad de sus empresas, por causa de lo que debería ser primero, lo dejan de último.
El creyente común, de sus ganancias aparta el diezmo reteniéndolo para entregarlo después, mientras va dando uso al noventa restante.
Esto anula la promesa, desestimando la prioridad del mandato establecido por YEHOVAH DIOS, porque, aunque lo aparte solo ocupa el valor de primicia, cuando es lo primero que hago para entregar honra y honor al Todopoderoso.
Culminando esta parte en los versos 11 y 12 se refrenda el tomar los mandamientos para aplicarlos ordenadamente como el mismo Señor lo establece.
No se trata de cumplirlos según el parecer y la comodidad del creyente, ya que esta acción inhabilita en el espíritu la honra hacia el Primer Amor.
El hijo que se justifica cuando esta recibiendo corrección de los padres es un soberbio y orgulloso, no aprende nada, su carencia de humildad le lleva a la postura de defenderse, desestimando el empleo de su voluntad para sujetarse.
Versos del 13 al 26
En estos versos habla de la Sabiduría y prudencia. El ser humano que ha recibido conscientemente el don de la sabiduría y lo pone a trabajar es comparable al comerciante exitoso que obtiene provecho y beneficio abundante en sus negocios como a un árbol frondoso que da cobijo, seguridad y vida a muchos otros seres.
Trae la gran ventaja de la tranquilidad, sólo el que sabe cultivar la sabiduría, el que conserva el tino y la prudencia, puede vivir tranquilo, no tiene traspiés en su camino y su sueño es delicioso.
Ambas imágenes reflejan un estado interior, una experiencia y una conciencia de caminar según el querer divino.
Verso del 27 al 35
Deberes con el prójimo. El lugar adecuado donde se asienta la sabiduría entendida como “camino recto” es indudablemente la conciencia y el punto preciso donde el caminar se realiza con rectitud, sensatez y sabiduría no puede ser otro que el prójimo.
El prójimo será siempre el “termómetro”, que permite medir el estado de mis relaciones con Dios y los avances o retrocesos de mi actuación.
En este punto comulgan la corriente sapiencial y el espíritu deuteronomista.
El prójimo no es un referente cualquiera, ni un accidente en mi camino, el prójimo me necesita y yo lo necesito a él como medio de acercamiento a Dios y lugar privilegiado donde puedo poner en práctica los preceptos del Señor del Evangelio.