Mosqueteros de Yehovah

2 Tesalonicenses Capítulo 3

Versos del 1 al 5

Pablo pide también oraciones para el grupo apostólico, para que la Palabra de Yeshúa se difunda y corra como un ser vivo: “envía su mensaje a la tierra y su palabra corre velozmente” (Salmo 147,15).

Y así, rogando a Yehovah Dios los unos por los otros evangelizadores y evangelizados, sabrán resistir las acometidas de los malvados y esperar con paciencia y aguante la venida de Cristo (Romanos 8, 25; 15, 4).

Versos del 6 al 18

Contra la ociosidad. La exhortación se abre con gran solemnidad, como asunto grave, apelando a instrucciones precedentes.

Si antes les habló de las fuerzas del mal que han inducido a algunos a la apostasía y sembrado la confusión, el punto de mira del autor de la carta se centra ahora en el desorden que causan ciertos individuos en la comunidad con su conducta irresponsable.

Una consecuencia absurda y peligrosa de pensar que la parusía era inminente ya apuntada en 1 Tesalonicense 4, 11 consistía en la ociosidad, en el cruzarse de brazos esperando “el santo advenimiento”, como se dice en nuestro lenguaje popular.

Su amonestación es dura y realista: “el que no quiera trabajar, que no coma” (vs 10), o lo que es lo mismo, si creen que la inminente venida de Yeshúa les exime de trabajar, también les debe eximir del comer.

Pablo les pone por delante su testimonio personal, el de un trabajador que se gana la vida con el sudor de su frente.

Es probable que para las fechas en que se escribió la carta el ejemplo de laboriosidad del Apóstol, humilde tejedor de toldos y tiendas de campaña (Hechos 18, 3), fuera ya legendario entre los cristianos de una sociedad como la griega que despreciaba el trabajo manual como cosa de esclavos y que, por tanto, producía gran cantidad de parásitos sociales.

A los “parásitos cristianos” a los que pide “que trabajen tranquilamente y se ganen el pan que comen” (vs 12) y que se dejen de dar vueltas “muy atareados en no hacer nada” (vs 11), a no llevar rumores de un sitio a otro.

Aconseja a la comunidad que los amonesten como a hermanos, pero que, si no cambian de conducta, que no se junten con ellos.

El saludo final pone una nota de paz en una carta necesariamente dura: el deseo de que la gracia de Yeshúa los acompañe.

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