Versos del 1 al 8
La colecta para Jerusalén. “Colecta”, en nuestro lenguaje de hoy, no va más allá de una limosna puntual y esporádica que no implica necesariamente la solidaridad radical con los pobres, tan estrechamente ligada al Evangelio del Mashiaj.
Por eso, la palabra “colecta” no traduce en toda su dimensión este servicio a los pobres, quienes se humillan ante el Padre Celestial y del que va a hablar Pablo, que forma parte del mensaje de la carta.
El Apóstol comienza llamando “gracia” a este servicio a los pobres.
Poder dar y dar generosamente es “gracia de Yehovah Dios”. Yehovah Dios es el gran “dador”, que da a los hombres y mujeres el ejemplo de dar y de qué dar (Salmo 136, 25; 145, 16).
Macedonia fue la primera zona europea misionada por Pablo; allí se encontraban los primeros enclaves cristianos a los que Pablo presenta como ejemplo.
Aunque algunas ciudades de Macedonia eran ricas, no así los cristianos y cristianas. Eran pobres de medios, pero ricos en generosidad (Lucas 21, 1-4).
Es además una generosidad que toma la iniciativa, pide, insiste, considera un favor poder contribuir (Hechos 11, 29). También con sus personas, que es el tipo más valioso de prestación.
El servicio al pobre que vive bajo el mandato de Yeshúa es servicio que se hace a Yehovah Dios.
Después de esta especie de introducción sobre la solidaridad, Pablo entra en el asunto de la colecta de los corintios, que seguramente fue interrumpida por las desavenencias entre la comunidad y el Apóstol.
¿Quién mejor, pues, que Tito, para hacer nuevamente de intermediario?.
Con tacto y diplomacia, el Apóstol presenta su mandato como la oferta de un beneficio. A las cualidades ya reconocidas y demostradas de la comunidad, Fe, elocuencia, conocimiento, fervor.
¿Por qué no hacer patente y efectiva la cualidad más importante, que seguramente también tienen: la abundancia de su generosidad?.
Versos del 9 al 24
El ejemplo de Cristo pobre. Pablo continúa con una serie de argumentos que estarían a la base de todo servicio de la comunidad cristiana a los pobres, o de la “opción por los pobres”, como diríamos hoy.
El primero es el ejemplo de Yeshúa, su generosidad que funda y da sentido a la caridad y solidaridad cristianas: “siendo rico, se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza” (vs 9).
No sería hacer justicia al argumento de Pablo si nos fijáramos “solamente” en el “empobrecimiento existencial” del Mashiaj, que siendo Dios asumió la “pobre” condición humana.
Con toda probabilidad, el Apóstol está insistiendo aquí en que esa pobreza “existencial” del Mashiaj se manifestó también en la pobreza “económica y social” con que Yeshúa de Nazaret se identificó y solidarizó con los marginados y económicamente pobres (Filipenses 2, 5-11).
De ahí que la “riqueza” que nos trajo la “pobreza” asumida y voluntaria de Yeshúa, argumenta Pablo, deba ser no sólo “riqueza espiritual” sino también eliminación de la pobreza económica a través de la solidaria redistribución de bienes.
Más adelante, y desde otro ángulo, el Apóstol insiste en lo mismo: en el logro de la igualdad, la eliminación de la pobreza.
En los Hechos de los Apóstoles se dice que no había indigentes entre ellos (Hechos 4, 34).
¿Está Pablo proponiendo la misma “utopía”?.
Sin duda alguna. Es una utopía cristiana que se va realizando a través de hechos concretos, como éste de la contribución económica de los corintios.