Mosqueteros de Yehovah

1 Tesalonicenses Capítulo 5

Versos del 1 al 11

Cristianos a la espera. Pablo sigue hablando del “día del Señor”, pero ahora, más que en la “inminencia” de su venida.

Insiste en la “sorpresa” mediante imágenes como la del ladrón que llega en la noche (Mateo 24, 43-44; Lucas 12, 29-30; Apocalipsis 3, 3), o como los dolores de parto que acaecen de repente, sin avisar (Juan 16,21).

La sorpresa de la venida de Yeshúa afectará de manera radicalmente diversa a las personas, según estén preparadas o no.

Este estado de preparación lo ilustra el Apóstol con la combinación de nuevas imágenes opuestas y en contraste: luz-tinieblas, día-noche, vigilia-sueño, en las que coloca, por una parte, a “ustedes y nosotros”, y por otra, a “ellos”, “los otros”, “los demás”.

“Ellos” sin definir son los que no están preparados para el “día del Señor”, los alejados de Yehovah Dios, los que confían en su seguridad, los que dicen con autocomplacencia “qué paz, qué tranquilidad” (vs 3), sin sospechar lo que se les viene encima.

Son los que pertenecen a la noche y a las tinieblas (vs 5), los que están dormidos (vs 6), al amparo de la noche ellos se dedican a la borrachera y el desenfreno.

A todos ellos, en el día de Señor, “se les vendrá encima la destrucción y no podrán escapar” (vs 3), para ellos será el castigo (vs 9).

A “ustedes y nosotros” los cristianos, en cambio, no nos sorprenderá ese día el ladrón, pues no vivimos a oscuras; somos todos “ciudadanos de la luz y del día” (vs 5); nos ha destinado “a la salvación por medio de nuestro Señor Yeshúa Ha Mashiaj” (vs 9).

Con la visión del “día del Señor”, presentada con ese despliegue de imágenes apocalíptica, el Apóstol no pretende hacer discriminación entre buenos y malos, ni mucho menos afirmar la predestinación de “nosotros” los cristianos a la salvación, y la de “ellos” los no cristianos, al castigo.

Todo su discurso es una exhortación a permanecer alertas y vigilantes.

La salvación en Yeshúa a la que Yehovah Dios ha destinado a todos sin excepción, cristianos y no cristianos, es un don y, como tal, tiene que ser aceptado libremente, lo cual implica una colaboración activa que debe traducirse en una permanente actitud de vigilancia y compromiso.

Pablo asemeja este estado de “vigilia” o de “ser ciudadanos de la luz” a un combate que hay que librar “revestidos con la coraza de la fe y el amor, y con el casco de la esperanza de salvación” (vs 8).

Pablo concluye con una palabra de aliento: lo importante no es estar vivos o muertos cuando Yeshúa venga, lo importante es que “vivamos siempre con Él” (vs 10).

Y esto quiere decir “ahora”, en esperanza alerta y vigilante, y cuando llegue “el día”, en un encuentro que no tendrá fin.

La esperanza de la resurrección o el cielo que esperamos no debe sustraer al cristiano del compromiso y de la lucha por establecer el mundo una sociedad alternativa, más justa y equitativa, al servicio del amor sin fronteras y de la fraternidad.

A ella se refirió al inicio de la carta: “En Dios Padre y en el Señor Jesucristo” (1, 1).

Versos del 12 al 28

Consejos y saludos finales. Es típico de Pablo dar algunos consejos antes de terminar sus cartas (Filipenses 4, 8-9) y, como siempre, su consejo favorito es sobre la armonía interna de las comunidades.

Lo interesante de este final epistolar es que esta armonía y paz comunitaria están bajo la responsabilidad “de los que trabajan entre ustedes, los gobiernan y aconsejan en nombre de Yeshúa” (vs 12).

En la dirección de la Iglesia de Tesalónica, Pablo no está solo gobernando a distancia. La pequeña comunidad tiene ya sus líderes locales a quienes el Apóstol exige que se comporten como buenos pastores: que amonesten a los insumisos, que animen a los débiles y oprimidos, que socorran a los más necesitados.

Por otra parte, pide a todos respeto para los líderes (vs 12) y cariño y afecto por su trabajo (vs 13).

No podía terminar sin recordarles de nuevo el don del Espíritu que está presente en toda la carta: la alegría, que debe caracterizar su vida de cristianos. Les recomienda mantener el ritmo de su oración y de sus asambleas de acción de gracias.

Es interesante su exhortación final: “No apaguen el fuego del Espíritu, no desprecien la profecía” (vs 19-20), como animando a los tesalonicenses a poner al servicio de todos, la diversidad de carismas y dones que habían recibido: “busquen siempre el bien entre ustedes y con todo el mundo” (vs 15).

En sus palabras finales, pide al DIOS de la paz que los santifique totalmente: espíritu, alma y cuerpo. Es la única vez que aparece en las cartas de Pablo tal descripción del ser humano completo.

La mención del cuerpo quizás sea intencionada, como insistiendo en que el cuerpo debe ser también santificado y no considerado como algo despreciable y secundario como lo consideraba la filosofía griega.

La referencia al “beso santo” puede indicar que la carta estaba destinada a leerse ante la comunidad reunida.

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