Versos del 1 al 23
Las tribus que componen el posterior reino de Judá.
Dado que el enfoque de estas genealogías es la línea dinástica de David, tiene sentido que la tribu de Judá se mencione primero.
Esdras esperaba que sus lectores reconocieran que los cinco descendientes de Judá, de Fares a Sobal, no eran hermanos sino generaciones sucesivas.
Por lo tanto, “Carmí” debió haber sido un error del escriba en vez de “Caleb”.
Jabés es una de las personas más interesantes mencionadas brevemente en el Antiguo Testamento.
Solo sabemos de él por este texto y por el pueblo de escribas, que pudo haber sido nombrado en su nombre o estar asociado con él (1 de Crónicas 2, 55).
A través de estas genealogías y a lo largo de la historia, estamos ocupados con los que están conectados con el gobierno y la procesión de eventos que produjeron impactos universales.
Sin embargo, es refrescante detenerse un momento al toparnos con la historia de un hombre a quien su necesidad le llevó directamente a YEHOVAH DIOS y obtuvo la respuesta de la gracia del Altísimo.
En estos relatos él fue más ilustre que sus hermanos.
Era de la misma estirpe y linaje de sus hermanos, no tenía ni nobleza de nacimiento, ni era distinguido con títulos terrenales, en todos estos aspectos estaba al mismo nivel que sus hermanos.
No obstante, YEHOVAH DIOS nos dice que él era más ilustre que todos ellos.
¿Y por qué? Porque oró, porque sirvió a su Creador y porque vivió para hacer el bien entre los hombres, por lo tanto, recibió la honra que viene de YEHOVAH DIOS.
“Jabés” es un nombre asociado con el “dolor o la pena”. Por alguna razón, probablemente rodeando las circunstancias de su nacimiento, su madre lo llamó así.
Debido a la importante idea de un nombre en la antigua cultura hebrea, esta idea de dolor era pesada sobre Jabés, especialmente mientras crecía.
Jabés fue honrado y sabemos un poco más de él, porque era un hombre de oración y de oración contestada.
Una manera de obtener honor en el reino de YEHOVAH DIOS es a través de la oración, en vez de la ambición o el logro. Jabés puso cuatro peticiones básicas en oración.
Primero, Jabes oró para ser “Bendecido”. Hay muchos que son Bendecidos, pero no disfrutan conscientemente que son “benditos”.
Tienen una “Bendición”, como salvación, familia, salud, fama, riqueza, seguridad y aun así, debido a una insatisfacción fundamental en su vida, no experimentan realmente ser bendecidos.
Aún peor, a veces las bendiciones resultan ser una maldición en nosotros, cuando hacemos de la bendición un ídolo. En esto, vemos la gran sabiduría de la oración de Jabés.
De la misma manera, muchas cosas que externamente parecían maldiciones, resultan ser verdaderas bendiciones para nosotros.
Jabés pidió que la mano de YEHOVAH DIOS estuviera con él. La “mano del Señor”, es un término Bíblico para el “Poder” y la “Presencia” del Altísimo en las vidas de su pueblo (Josué 4, 24; Isaías 59, 1).
La frase “la mano del Señor” es usada en muchas ocasiones en el Antiguo Testamento y con frecuencia en un sentido negativo, la mano de YEHOVAH DIOS estando contra alguien en juicio.
Aquí Jabés oró para que la mano de YEHOVAH DIOS estuviera con él.
En Salmos 77,10 el salmista escribió “Traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo”.
Aquí Jabés oró por adelantado para ver la mano de YEHOVAH DIOS con él ahora.
La esposa de Méred es Bitía (Vs 18), su identificación como la hija del Faraón ubicaría este acontecimiento durante la primera parte de la estancia de Israel en Egipto.
Esto es antes del 1.800 a.C., la unión probablemente fue posible debido a la prominencia de José.
Dado que el enfoque general de estos capítulos es señalar a la tribu de Judá y especialmente a la familia de David, estos reciben mención especial porque trabajaron para el rey y vivieron con el rey.
Nuestro Rey tiene muchos tipos de siervos. Tiene soldados, vigilantes, heraldos, escribas, músicos, criados, jardineros, criados para los niños.
Por lo tanto, debemos valorar los diferentes siervos, entender y valorar nuestro propio lugar de servicio.
Versos del 24 al 43
Muestra los descendientes de Simeón. Simeón y Leví, dos de los hijos de Jacob, masacraron a los hombres de la ciudad de Siquem (Génesis 34, 24-30; 49, 5-7).
Por lo tanto, recibieron la maldición de ser esparcidos, así que, la tribu de Simeón no tuvo una provincia para llamar suya, solo estas ciudades y pueblos.
A Simeón se le concedieron tierras en Palestina solo dentro de las partes áridas al suroeste de Judá (Josué 19, 1-9) y luchó cooperativamente con Judá en su conquista.
Después de la división del reino de Salomón en el 930 a.C., elementos de Simeón se trasladaron al norte o por lo menos adoptaron sus prácticas religiosas (Amós 5, 5).
Otros simeonitas continuaron con una vida seminomádica en áreas aisladas que pudieron ocupar, como las señaladas al cierre de este capítulo.
Los datos del censo tanto al principio como al final del libro de Números, indican que la población de la tribu de Simeón disminuyó radicalmente durante los años de peregrinación en el desierto durante el éxodo.
Ellos estaban entre las tribus más grandes al inicio y entre las tribus más pequeñas al final.
De esta tribu era el desvergonzado fornicario Zimri (Números 25, 14) y también Judas Iscariote.
Gloria a YEHOVAH! Puedo resumir la enseñanza de este capítulo para mi en:
1- El deseo de YEHOVAH de bendecirnos es mas grande que nuestro propio deseo de ser bendecidos. Mateo 7:11. Y está al alcance de nuestras oraciones, porque de seguro, todo el que reconociéndolo a él como la fuente primaria clama! Será escuchado y respondido.
2- Somos extravagantemente bendecidos por todo lo que YEHOVAH nos ha dado, pero a veces este criterio va subordinado a lo que nos falta: tenemos salvación, salud, familia, padres espirituales, pero nos falta algo que no hemos conseguido aún y ya no nos consideramos tan bendecidos en atención a eso que nos falta, dejando de estimar y agradecer lo que ya YEHOVAH nos ha dado.