Versos del 1 al 6
Oración por el dominio propio. Las plegarias son más bien escasas en la literatura sapiencial.
Sin embargo, en Sirácides 36, 1-22 y 51, 1-12, esta oración que encontramos aquí no está del todo desconectada del tema anterior sobre el cultivo de la amistad.
En el sentido de que la amistad puede perderse por una ligereza de la lengua, cuando se revela un secreto.
Ni tampoco está desconectada de las unidades siguientes que también van a tratar el tema de la lengua.
La plegaria consta de dos partes introducidas cada una por la invocación “Señor, Padre, Dueño de mi vida” (vs 1) y “Señor, Padre, Dios de mi vida” (vs 4).
La primera parte se refiere al anhelo interior de dominar la lengua, ya que por medio de ella se puede llegar a causar mucho mal.
La segunda parte, es también un anhelo, un deseo interior de llegar a dominar los apetitos y pasiones desenfrenadas, puesto que es otro modo de separarse de los mandatos de YEHOVAH DIOS.
Versos del 7 al 15
Sobre el hablar. El que tiene cuidado en su hablar no quedará jamás atrapado por sus propias palabras.
Hay un dicho popular en nuestro pueblo, “el pescado muere por la boca” que sintoniza con esta enseñanza de Ben Sirá.
Claro que el autor se centra más especialmente en el tema del juramento y de la invocación ahí del Nombre de YEHOVAH Dios.
Jurar es muy frecuente y para darle al juramento una mayor fuerza de verdad, se hace en Nombre de YEHOVAH DIOS.
Si se descubre que el juramento era falso, el implicado es reo de castigo porque no sólo ha pronunciado en vano el Nombre de YEHOVAH DIOS, sino que ha hecho parecer como cierto lo que es falso y esto en detrimento de su prójimo.
En cierta medida estas enseñanzas preparan la enseñanza de Jesús de Nazaret (Mateo 5, 33-37).
El otro error que sale inevitablemente por la boca es la costumbre del lenguaje descompuesto y en general del mal hablar.
Ben Sirá llama en todo caso a “acordarse de los padres”, honrando a su autoridades, acciones que se deben poner en práctica en cualquier circunstancia.
Versos del 16 al 27
Pasión sexual. Esta sección comienza con un proverbio numérico, que tiene cierta frecuencia en la literatura sapiencial.
Enuncia tres pecados que tienen que ver con el abuso de la sexualidad: la pasión incontrolada, el incesto y la fornicación, al tiempo que advierte sobre las consecuencias.
De los pecados enunciados, se detiene en el adulterio, diferenciando el del esposo (vs 18-21) donde critica la actitud contradictoria del adúltero que no teme al castigo de YEHOVAH DIOS.
Sino que se oculta a los ojos de los hombres “como si los ojos de Dios no brillaran mil veces más que el sol” (vs 19), para decir que es a YEHOVAH DIOS a quien hay que dar finalmente cuentas del pecado. Luego se centra en el adulterio de la mujer.
La legislación de Israel era muy clara y, por supuesto, el autor la conoce (Levítico 20,10; Deuteronomio 22, 22-24; Juan 8, 1-11).
Ben Sirá enfatiza sobre la maldición que pesa sobre la mujer, pero especialmente sobre los hijos habidos en este tipo de relación.
Hay un distanciamiento de la doctrina de Jeremías y más todavía de Ezequiel, que habían intentado ya replantear este concepto del castigo del pecado de los padres en sus hijos (Jeremías 31, 29-30; Ezequiel 18).
Todavía en el Nuevo Testamento encontramos rasgos de este concepto (Juan 9, 2).
En definitiva, todo esto podría evitarse si se guardara fielmente la Ley del Señor (vs 27).