Versos del 1 al 6
Segunda parte contra los ricos terratenientes que oprimen al pueblo, estamos ante un lamento profético (Isaías 13,6; 15,3) y apocalíptico (Apocalipsis 18, 11-19).
Ante la perspectiva del juicio divino, un juicio contra los ricos que adquieren sus riquezas injustamente a través de la extorsión y explotación de los trabajadores (Deuteronomio 24, 14-15; Levítico 19, 13).
Curiosamente, en el juicio serán las mismas riquezas las que actuarán como testigos e instrumento de castigo de sus dueños (vs 2-3).
El verso 4 recuerda el grito que elevan al cielo los esclavos hebreos en Egipto (Éxodo 2, 23-25) y de la sangre de Abel que clamó al cielo (Génesis 4, 10).
El verso 5 recuerda la parábola de Lázaro y el rico (Lucas 16, 19-31).
Los ricos condenan y matan al inocente cuando lo privan de un salario digno para vivir, cuando le quitan sus posesiones manipulando los tribunales, cuando ejercen la violencia a través de mercenarios, entre otros.
Versos del 7 al 12
Paciencia y oración. Este pasaje se relaciona con el inicio de la carta (1, 2-4), en torno al tema de la paciencia o perseverancia en medio de la pruebas.
El tiempo entre la lluvia temprana y la tardía corresponde al tiempo de la siembra y la cosecha (Deuteronomio 11, 14; Oseas 6, 3).
Ahora no es tiempo de cosecha, pero sí de espera paciente y vigilante para garantizar buenos y abundantes frutos de vida.
Con este ejemplo campesino queda claro que la paciencia no es pasiva ni inactiva, al contrario: el cristiano debe mantenerse activo, haciendo lo suyo y dejando obrar también a Yehovah Dios (vs 7).
En los versos 10-11 se toma como ejemplo de lo anterior a los profetas y Job, y se termina con dos atributos litúrgicos de Yehovah Dios tomados del Antiguo Testamento: compasivo y misericordioso (Éxodo 34, 6; Salmo 86, 15; Joel 2, 13).
En el verso 12 se hace una reflexión sobre la ética de la palabra, muy presente en la tradición de nuestros antepasados (la expresión “ser hombre de palabra”).
La ética de la palabra no jura (Mateo 5,34-37), porque expone al mismo Yehovah Dios al juicio humano, y dice sí o no (2 Corintios 1, 18) como signo de coherencia y transparencia.
Versos del 13 al 20
El enfermo. Santiago destaca la importancia de la oración tanto personal como comunitaria.
La oración es fortaleza en el sufrimiento, es canto de alabanza en momentos de alegría, es capaz de sanar y levantar, resucitar a los enfermos y tiene el poder de perdonar los pecados.
La oración por la salud de los enfermos es un acto comunitario bajo la animación de los ancianos, quienes oran por el enfermo, lo ungen con óleo (Marcos 6, 13) e invocan el Nombre sanador de Yeshúa (Lucas 10, 17; Hechos 3, 6. 16).
La confesión de los pecados (vs 16) es tomada del Antiguo Testamento (Salmo 32, 5; 2 Samuel 12; Salmo 51; Levítico 16; Nehemías 9; Baruc 1–3).
Para Santiago la confesión está en un contexto de sanación, por tanto, debe ser comunitaria.
El autor acude al Antiguo Testamento para respaldar su enseñanza y presenta a Elías como modelo de oración (vs 17-18).
Los versos 19-20 comienzan con la expresión “hermanos míos”, que ha recorrido de principio a fin toda la carta, dándole un tinte de intimidad y fraternidad.
Indica también que las duras críticas de Santiago son constructivas y están enmarcadas dentro de la corrección fraterna.
La enseñanza final es eminentemente solidaria: hay que preocuparse de los hermanos que se desvían de la verdad para que retornen al proyecto de Yehovah Dios. Quien lo haga obtendrá la vida y el perdón de sus pecados.
El final, más que el de una carta al estilo paulino, falta el saludo y las bendiciones, parece el de un sermón.