Los capítulos 4-5 contrastan abiertamente con los tres capítulos anteriores.
El esquema juicio, sentencia y castigo, desaparece aquí para dar paso a una serie de promesas sobre la liberación.
Estos dos capítulos son problemáticos, porque no parecen palabras de una misma persona; da la impresión de que, a cada mensaje, alguien refuta a Miqueas.
Véase, los versos del 1 al 4, la idea es que todos los pueblos vendrán un día a Jerusalén, y allí, sin tensiones ni actitudes bélicas, estarán todos bajo el amparo y la protección de un mismo Dios y Señor.
Pero en el verso 5 alguien dice, “Todos los pueblos caminan invocando a su YEHOVAH, nosotros caminamos invocando siempre al Señor, nuestro DIOS”.
¿Disputa con los falsos profetas? ¿Adición posterior de la corriente contraria al universalismo de YEHOVAH?.
Las opiniones se dividen aquí. El hecho es que este fenómeno se repite varias veces en el par de capítulos.
En los lugares donde se sigue el esquema de “lectura comunitaria de la Biblia” sería bueno leer estos capítulos en clave de un diálogo implícito, alguien puede leer los pasajes marcados en esta Biblia, con la letra M (Miqueas).
Y otros, los pasajes marcados con la letra F (Falsos profetas), para ver si se puede concluir dónde puede estar más clara la fidelidad al mensaje de YEHOVAH, en Miqueas o en sus interlocutores.
Versos del 1 al 5
Restauración, el Monte del Templo. Prefiguración de una Jerusalén transformada, renovada en la justicia y en la paz con un solo Dios a la cabeza de todos los pueblos.
Ella será el faro, la luz para el resto del mundo, pues de allí saldrá la Palabra de YEHOVAH DIOS y Su Ley (vs 2).
Aquella Ley y aquella Palabra que no admiten ya más acciones bélicas, sino que iluminan el camino de la humanización mediante la paz, la justicia y el trabajo para todos (vs 3).
Sólo así, todos sin excepción podrán gozar la vida con placer y deleite, cada uno bajo su parra y su higuera (vs 4), imagen que evoca el tiempo de la paz y la justicia como presupuestos para gozar la vida en plenitud.
El interlocutor (vs 5) está de acuerdo con las palabras anteriores, menos en una, “nuestro” DIOS no es para compartirlo con los demás pueblos.
Sería importante confrontar la apropiación de DIOS que muchos grupos cristianos manejamos hoy y volver a leer versos del 1-4.
Versos del 6 al 14
En los capítulos 4, 6– 5, 14 El resto y el Señor rey. Promesa de reunir a las ovejas dispersas.
La imagen implícita del pastor bueno que reúne su redil presenta dos categorías de ovejas, las cojas y las extraviadas.
Se maneja el concepto de la dispersión como un castigo purificador, YEHOVAH DIOS mismo habría golpeado las ovejas (vs 6).
Esta imagen del rebaño disperso que el Señor volverá a reunir aparece muchas veces en la literatura profética (Isaías 40, 11; 56, 8; Jeremías 23, 3; 29, 14; 31, 8-10; Ezequiel 11, 17; 34, 11-16).
Versos del 8 al 9
La idea de la reunificación del rebaño suscita este comentario que refleja la nostalgia del período de David y con mayor fuerza la ideología de la primacía de la descendencia davídica (vs 8).
La pregunta del verso 9 es retórica, se trata de un llamado a la confianza.
Jerusalén tiene su rey, tiene su DIOS YEHOVAH, tiene todos los privilegios, ¡no hay por qué preocuparse!
Versos del 10 al 13
Miqueas insiste que sí hay razón para la preocupación y para la zozobra. Jerusalén tendrá que pasar por la dura experiencia del destierro, pero eso sí, de allí la liberará el YEHOVAH DIOS.
En los versos del 11 al 13 quien hace de contrapunto al profeta presenta otra lectura de la realidad.
Sí, sobre Jerusalén se cierne un grave peligro de asedio, no sólo uno, sino “muchos” pueblos están en camino para asediarla.
Pero es el plan de YEHOVAH, los ha hecho venir para agarrarlos en la red, para azotarlos a todos juntos. Jerusalén se dará el gusto de acabar con todos.
La lectura de la realidad es adormecedora y no invita para nada a ponerse en actitud de resistencia.
Se mantiene la idea que YEHOVAH tendrá que defender Su ciudad.
De nuevo la voz de Miqueas, esta vez para alertar sobre la suerte del mismo rey, será humillado por el invasor (Miqueas 4, 14), pero no será el fin.