Versos del 1 al 6
La palabra hebrea “zav”, traducida “flujo de semen”, “flujo seminal”, no es lo suficientemente específica como para traducirse en esta forma.
Significa más bien “flujo” en general, pudiéndose incluir el flujo normal de ciertas funciones fisiológicas, como también el flujo anormal de alguna enfermedad, tanto en la mujer como en el hombre.
Este capítulo trata de diversos tipos de contaminación, tanto en el hombre como en la mujer.
Esas contaminaciones no implicaban transgresión moral, aunque tanto la persona afectada, como los que entraban en contacto con ella, quedaban contaminados.
Algunas de estas contaminaciones ocurren en el curso normal de la vida, como en el caso de la mujer que tiene el “tiempo de su costumbre” o “sus reglas”, es decir su menstruación (Vs 25).
Un “flujo de sangre” (Vs 19) o en el caso del hombre que tiene una “emisión de semen” mientras duerme (Vs16).
Llegamos a la conclusión, que las contaminaciones descritas en este capítulo no son resultado del pecado, sino del funcionamiento normal del cuerpo o algún caso de una condición anormal.
Destaca que los verbos “se acueste” y “se siente” están escritos de manera que no puede referirse a objetos que están designados para otra función que la de recostarse o sentarse.
En otras palabras, sólo se refiere a camas y sillas.
Una cama que ha sido tocada por el “zav” el que padece flujo, se ha convertido en una fuente primaria de impureza, en hebreo “av hatumá” y por eso tiene la capacidad, para transmitir impureza a las personas.
La persona que ha tocado una cama tocada por un “zav” transmite incluso impureza a sus propias ropas.
Por eso, tendrá que pasar tanto su ropa como todo su cuerpo por una “mikvé” para poder ser “tahor”, ritualmente puro. La purificación se hace efectiva a la caída del sol.
Si el “zav” toca otros objetos, no se convierten en fuente primaria de impureza, sino en resultado de impureza, en hebreo “velad hatumá” y sólo pueden transmitir impureza ritual a alimentos y bebidas.
Versos del 7 al 13
Todo aparejo de montura queda impuro, pero no con el mismo grado de impureza que las camas y las sillas que han estado debajo del “zav”.
Esto significa, que al tocar un aparejo donde ha cabalgado un “zav”, no necesita sumergir su ropa en una “mikvé”, sino sólo su cuerpo.
El término “lavar” es una expresión idiomática que significa inmersión total en un “mikvé”, de la misma manera, “lavar ropa” denota sumergirla en un “mikvé”.
Lavar respecto a la inmersión de personas, significa que el cuerpo debe estar limpio del todo, de manera que ninguna suciedad o material externo se interponga entre el agua del “mikvé” y la persona cuando se sumerge en él.
La razón por la cual el Vs 11 menciona expresamente las manos, es debido a que el “zav” utiliza las manos para tocar personas u objetos.
Así pues, el sentido de este verso es que si un “zav” toca a alguien “con sus manos” sin haberlas lavado mediante sumersión, parte del cuerpo de esa persona y su vestimenta se hacen “tamé”.
Los utensilios que hubiese tocado serían hechos pedazos si eran de barro y lavados con agua si eran de madera, por las razones dadas en los capítulos de Levítico 6, 21 y 11, 33.
A diferencia de los recipientes de metal o madera que pueden ser purgados de “tumá” por medio de inmersión en un “mikvé”, los recipientes de barro nunca pueden ser purificados, en tanto permanezcan enteros.
No obstante, si se les rompe, la “tumá” sale de ellos.
Cuando se hubiese limpiado, es decir, recuperado de su enfermedad, debía esperar siete días para su purificación, lavar sus ropas, bañarse en agua fresca y ser limpio.
Al octavo día, debía traer dos tórtolas o palominos para que el Sacerdote pudiera preparar uno como “Ofrenda por el Pecado” y el otro como “Ofrenda encendida” y hacer Expiación por él delante de YEHOVAH DIOS por su flujo.
Versos del 14 al 17
Solo cuando existían condiciones físicas anormales que hayan producido el flujo, se requería un sacrificio. En los otros casos, no hacía falta.
El sacrificio era la menor de todas las ofrendas de sangre: una tórtola o un palomino como ofrenda por el pecado y lo mismo como holocausto (Vs 29 y 30).
Los Vs del 2 al 15 tratan el caso de un hombre “zav”, que es impuro por el flujo que sale desde su miembro viril, sin que tenga emisión de semen.
A partir del Vs 16 la Torá da instrucciones acerca del que tiene emisión seminal.
La emisión de semen produce un estado de “tamé” en el hombre, pero en un nivel inferior al del “zav”.
La Torá dice que el hombre que tiene emisión de semen tendrá que “bañar” todo su cuerpo en agua para poder ser purificado a la caída del sol.
La palabra hebrea que ha sido traducida como “bañará” es “rajats”, significa “lavar”, “bañar”, “limpiar”, “hacer abluciones”, “purificar con agua” (2 Reyes 5, 10, 14).
Versos del 18 al 23
El único lugar donde el semen no causa impureza es dentro de la mujer, puesto que sólo causa impureza ritual cuando toca las partes exteriores de un cuerpo.
Así que la mujer no queda impura por su contacto interior con el semen en la relación íntima.
Antes, fue dicho que el hombre que emite semen, queda impuro por ello, pero ¿por qué la mujer queda impura por tener una relación con su marido?
Con otras palabras, no hay una explicación lógica por la que una mujer quede impura por tener una relación cuando haya emisión de semen en su interior.
El cuerpo humano muerto es la fuente principal de impureza ritual. Por lo tanto, la relación sexual tiene que ver con la muerte, puesto que millones de espermatozoides mueren sin producir vida humana.
El mismo pensamiento está detrás de la menstruación de la mujer. Por no haberse quedado embarazada, ese óvulo que era un niño en potencia, es expulsado sin que se haya formado una vida nueva.
Esto es, en cierto modo, un contacto con la muerte y por esto produce impureza ritual en la mujer.
Las enfermedades que afectan el sistema reproductor en el hombre y en la mujer producen impureza ritual, porque atentan contra la procreación de la vida humana.
En los Vs del 19 al 24 se encuentran las instrucciones en cuanto a la mujer durante su estado de separación mensual, en hebreo “nidá”.
En el Vs 19 dice que el tiempo de “nidá” es de siete días. El primer día es contado cuando ella empieza a manchar con sangre.
Independientemente de la hora del día cuando esto ocurra, ese día se cuenta como el primer día, incluso si sólo quedaran unos minutos hasta la caída del sol.
Así que el día en que empieza el flujo de sangre es contado como un día entero.
Luego ella va contando los días hasta llegar al final del séptimo día, poco antes de la caída del sol.
Entonces ella se sumerge en una “mikvé” para purificarse, a la caída del sol queda ritualmente purificada y podrá unirse con su marido de nuevo, durante la noche del octavo día.
Esto es lo que enseña la Torá.
Versos del 24 al 33
La Torá prohíbe que los Israelitas tengan relaciones maritales durante el tiempo de la “nidá”, como está escrito en Levítico 18, 19.
Cómo es posible que en el Vs 24 dice que un hombre puede acostarse con una mujer a pesar de su impureza menstrual, compartiendo su mancha ¿Si está prohibido tener relaciones durante los siete días de “nidá” de la mujer?
La explicación lógica es que aquí no se trata, que el hombre se acueste con su esposa durante la semana de “nidá”, sino justo al comenzar esa semana.
Sin darse cuenta, tuvieron una relación por equivocación, justo cuando su flujo empezó. En ese caso, el varón queda impuro durante una semana, al igual que la mujer.
En el otro caso, ambos son castigados por la pena de “caret”, corte de la persona de su raíz divina y muerte espiritual.
Vs 25 trata de la “zavá”, que es un caso diferente a la menstruación normal. Se trata de tener flujo de sangre fuera de los siete días de “nidá”.
En el caso, que la mujer sangre uno o dos días más, es decir, en total ocho o nueve días, ella no pasa al estado de zavá, porque está escrito “por muchos días fuera del periodo de separación”.
Cualquier persona que se hubiera atrevido a entrar en el Santuario en ese estado de contaminación, lo habría contaminado, a pesar de que en la mayoría de los casos, la contaminación personal era involuntaria y no requería un sacrificio.
Estos reglamentos indican el interés de YEHOVAH DIOS en la salud y la higiene personal. Al mismo tiempo, servían para hacer resaltar la Santidad de las cosas Sagradas.
La contaminación Ceremonial era símbolo de la contaminación Moral. En Levítico, se hace una clara distinción entre el pecado real y la inmundicia ceremonial.
YEHOVAH DIOS, odia al pecado. Lo ha visto desde sus comienzos y prevee su fin, sabe lo que es.
También aborrece toda clase de impureza, aunque no sea específicamente pecado.
YEHOVAH DIOS hace distinción entre el pecado y la impureza y no llama delincuencia moral a lo que es solamente impureza.
Pero YEHOVAH DIOS hace saber al hombre, que toda clase de impureza le desagrada.
Esta lección es también para nosotros.
YEHOVAH DIOS exige Santidad, exige limpieza. Requiere de nosotros recato y humildad.