1 Pedro 2 “9 Pero ustedes son una raza elegida, un reino de sacerdotes, una nación consagrada, un pueblo que Dios hizo suyo para proclamar sus maravillas; pues él los ha llamado de las tinieblas a su luz admirable. 10 Ustedes antes no eran su pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; no habían alcanzado su misericordia, mas ahora les ha sido concedida su misericordia”.
1.- El Sacerdocio en el Antiguo Testamento
La Palabra de Dios nos muestra en el Antiguo Testamento que Dios dio un sacerdocio, bajo la ley, a los hijos de Israel. El propósito de Dios era tener una nación justa y que viviera en una comunión sacerdotal (espiritual) con él, y fue por esto que llamó y escogió al pueblo de Israel de entre todas las naciones de su tiempo para que fuera una nación de sacerdotes.
Cuando uno ve y analiza esto se da cuenta que nuestro Dios es un Dios sensible a las necesidades del ser humano, y desea relacionarse con sus criaturas, ya que, entre otras cosas, el sacerdocio en sus inicios respondió a las necesidades más profundas del corazón humano, porque el ser humano fue creado para tener una fluida y correcta relación con Dios su creador.
Éxodo 19, 5-6 —> Leer.
Levítico 26, 3-6. 14-17 —> Confrontar –> “Bendiciones de la Obediencia y Consecuencias de la desobediencia”.
Como bien indica Levítico 26 el pueblo de Israel desobedeció y Dios no hizo de ellos un reino de sacerdotes porque no cumplieron su parte en el Pacto que hicieron con Dios.
Por ello, Dios le dio un sacerdocio inferior (el sacerdocio Levítico o de Aarón) que sería su ayo que los podía llevar o conducir a Cristo en quien podrían de nuevo llegar a ser herederos de la misma promesa, ya que es sólo en Jesucristo donde el pueblo de Dios está completo (Colosenses 2, 9-10).
1.1) El padre como sacerdote en el tiempo de los patriarcas.
En los días de los primeros patriarcas (Abraham, Isaac, Jacob, entre otros), el padre era el sacerdote de toda la familia, y este honor y responsabilidad de ejercer el sacerdocio pasaba al hijo mayor a la muerte del padre.
Esta práctica continuó hasta que la ley de Moisés transfirió su derecho a la tribu de Leví de cuya tribu salieron los sacerdotes para Israel como nación.
La ley que Moisés recibió de parte de Dios en el Sinaí requería de los padres un genuino compromiso con Dios, porque debían entrenar a sus hijos en el conocimiento de Dios y sus leyes (Deuteronomio 4, 9-13; 6, 4-9).
Al ver esta gran enseñanza que nos deja el pueblo de Israel; hoy, el pueblo de Yehovah y en especial el Padre como líder espiritual delegado por el mismo Dios tiene que asumir u ocupar su papel sacerdotal para cubrir y satisfacer las necesidades de cada integrante de su familia.
En otras palabras, el Creador, quiere hoy restaurar la paternidad y un área de la misma es la responsabilidad espiritual del padre sobre toda la familia. Tener en cuenta como algo muy importante es la motivación que le lleva a ello, ya que ésta debe ser el Amor a Dios y a los suyos, porque amar es satisfacer necesidades y en base a esto, podremos contribuir con algo muy valioso para la extensión del reino de Cristo.
Porque nuestro fracaso como líderes espirituales en nuestros hogares, será la limitante en llevar a un total cumplimiento la misión que el mismo Señor Jesucristo nos ha encomendado para la humanidad (Mateo 28, 19-20), ya que no podremos llevar a otros donde nosotros nunca hemos llegado.
Por lo tanto, Dios demanda que como responsables espirituales de nuestras familias ocupemos nuestro lugar como verdaderos sacerdotes y seamos:
1.1.1) Verdaderos Líderes Espirituales.
Hombres que sepan establecer la dirección y el rumbo con un amor genuino nacido de un corazón que de verdad conoce a Dios y pasa tiempo con él. Porque el anhelo más grande para él es que su familia pueda cumplir el propósito para el cual Dios los creó. Ser de bendición (Génesis 12, 3).
1.1.2) Verdaderos Protectores.
Hombres que protejan (no que justifiquen) a sus familias de influencias dañinas y sepan marcar pautas que eviten sufrimientos innecesarios en el futuro.
Por ello, es muy importante que tengamos muy claro que después de Dios “La familia es el mayor capital que puede tener un ser humano”.
En 1 Samuel 3 vemos un ejemplo de lo que NO tiene que hacer un verdadero líder espiritual que ama a los suyos. El sacerdote Elí es el vivo ejemplo de un padre que se negó a reconocer una necesidad específica en su familia.
¿Por qué Dios despertó insistentemente en varias ocasiones a Samuel?
¿Qué intentaba decirle el Señor?
La respuesta está en 1 Samuel 3, 11-12 donde se nos dice:
“Y Yehovah dijo a Samuel: He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán los oídos. Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin”.
Estos versículos nos muestran que el mismo Dios, de la misma manera que estaba muy preocupado por la marcha de la familia de Elí, también está muy preocupado por nosotros y por la marcha de nuestras familias.
Por ello, le dijo a Elí algo muy importante en el Versículo 13 “Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado”.
Este pasaje nos hace ver claramente que Elí sabía que la cosa no marchaba porque él no estaba cumpliendo su papel dentro del hogar como: Sacerdote (líder espiritual), Protector y Proveedor de los suyos. Todo esto nos lleva a una seria reflexión:
¿Ha habido ocasiones en que como padres sabíamos que algo iba mal en el hogar, pero no hemos intervenido para corregirlo por comodidad, temor, inexperiencia o insensibilidad?
¿Qué debemos hacer ante una tarea de tan grande responsabilidad?
Dios ha escogido al padre para una de las más difíciles posiciones de dirección en el mundo: La de dirigir su hogar.
Por ello, es muy difícil que la Iglesia pueda resucitar algo que en el hogar se haya sentenciado a muerte.
Por lo tanto, ocupemos nuestro lugar en amor y dejemos que el Espíritu Santo comience a obrar poderosamente, y tengamos la certeza de que, si nosotros ponemos de nuestra parte, él no nos va a defraudar.
1.1.3) Verdaderos Proveedores. (1 Timoteo 5, 8).
Siendo responsables delante de Dios de sustentar, proveer y satisfacer todas las necesidades de la familia en general y de cada integrante en particular.
1.2) El Sacerdocio a partir de Moisés.
Desde que Moisés recibió la ley de Dios en el Sinaí el pueblo experimentó un desarrollo espiritual incluido el sacerdocio.
El Sumo Sacerdote y en su defecto el Sacerdote era la persona que se comunicaba con Dios representando al pueblo y era a través de él que Dios mostraba qué dirección debía tomar el pueblo.
Esto nos muestra que las relaciones entre Dios y su pueblo dependían en gran parte de la labor o ministerio sacerdotal.
De aquí llegamos a la conclusión de que el Sacerdote era el hombre que debía conocer mejor que nadie el corazón de Dios por pasar mucho tiempo en su presencia.
Sin embargo, el Antiguo Testamento a veces nos muestra que no siempre fue así y fue por ello que el mismo pueblo de Israel iba deteriorando su relación con Dios de la misma manera que lo hacían sus líderes espirituales.
A pesar de la hipocresía reinante en algunos de los sacerdotes, Dios seguía siendo fiel, ya que los mismos dependían de los diezmos, de las ofrendas y de las primicias del campo y de los rebaños (Deuteronomio 26, 12; Número 18, 8. 12-19; 26-28). Porque ellos a diferencia de las otras tribus, Dios nunca les dio heredad, sino que les dijo que su herencia sería la de Dios mismo (Número 18, 20-21).
Decir también que para que podamos entender plenamente el sacerdocio en el Nuevo Testamento es muy importante comprender cómo era la relación de Dios con Israel en el Antiguo Pacto, porque como hemos podido ver Israel fue llamada a ser una nación de sacerdotes (Éxodo 19, 5-6) que guardaran el Pacto, y se conservaran santos (apartados con un propósito) a los ojos de Dios.
Por todo esto, podemos decir, que la tarea del sacerdote era velar por la santidad del pueblo y por ello representaba vicariamente (en lugar de…) a la nación delante de Dios, pues ella por sí misma era incapaz de ser santa.
De ahí que Aarón junto con sus hijos cuando representaba a la nación, como sumo sacerdote llevaba los nombres de las doce tribus en el pecho y se vestía de una forma específica llena de significado para expiar el pecado del pueblo en el lugar santísimo (Éxodo 28, 29-30).
Ma gran diferencia que hay entre el sacerdocio del Antiguo Testamento con el sacerdocio del Nuevo Testamento es que en el Antiguo Pacto el hombre luchaba por agradar y acercarse a Dios en la fuerza del hombre con actos externos que no le lleva a ningún lugar.
Se sentía de la misma manera que hoy se sienten muchas personas, ya que quieren llegar a Dios por sus méritos, esfuerzos u obras y veces no se dan cuenta de que esa no es la manera.
Sin embargo, en el Nuevo Pacto el hombre descubre que sólo puede acercarse a Dios por gracia, es decir, a través de Jesucristo y haciendo suyo lo que él hizo en la cruz al morir por nuestros pecados.
La gracia de Yehovah es tan abundante que cuando una persona por la fe en Yeshúa ha Mashiaj comienza a caminar como Cristo le indica, (cuando oren, cuando ayunen, cuando den limosna) comienzan a suceder cosas asombrosas en su vida, ya que Jesucristo le tiende la mano y lo lleva a la misma presencia de Dios, Mateo 6, 1-2.6-7.17-18.
Sin necesidad de que tenga que pertenecer a una casta sacerdotal porque Dios no hace acepción de personas, Hechos 10, 34-35.
2. El Sacerdocio del Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento
En el Antiguo Testamento, antes del éxodo de Egipto, los líderes de las familias parecen haber servido como sacerdotes. Bajo el liderazgo de Moisés, la tribu de Leví fue escogida para servir en el santuario terrenal.
Los descendientes de Aarón fueron nombrados sacerdotes (Éxodo 28,1-43; 29, 1-46; Levítico 8, 1-36).
Aun así, todo Israel fue llamado colectivamente como “reino de sacerdotes” (Éxodo 19, 5-6).
Aunque los creyentes de manera particular no sirvieron en el santuario, ni oficiaron los cultos o el sacrificio de animales, todos ellos tenían ciertas funciones sacerdotales.
Éxodo 19, 5-6 es parte del pacto hecho por Dios con su pueblo en el monte Sinaí. Éxodo 19, 3-8.
El Versículo 3b forma una introducción.
En el Versículo 4 Dios menciona sus maravillas, luego, en pocas palabras, siguen las condiciones y las promesas del pacto se observan en los Versículos 5-6.
El pueblo de Israel aceptó el pacto (Vs 8), y poco después se dieron los Diez Mandamientos (Éxodo 20, 1a).
Aunque no se permitió que la gente subiera al monte Sinaí, oyeron a Dios hablar con Moisés (Éxodo 19, 17-20), y a ellos directamente (Éxodo 20, 18-19; Deuteronomio 5, 23-27), en otras palabras, tenían acceso a Dios.
En Éxodo 19, 5-6 se hicieron tres promesas, el pueblo de Israel:
1. Una propiedad exclusiva de Dios entre todas las naciones (Vs 5),
2. un reino de sacerdotes (Vs. 6) y
3. una nación santa (Vs. 6).
Estas promesas dependen de la Obediencia, la promesa de que cuando Israel, al ser fiel, se convertiría en un reino de sacerdotes, es un voto que señala que él disfrutaría de la cercanía de Yehovah y del estatus de santidad que solo un sacerdote comparte.
No es la función sacerdotal sino el carácter sacerdotal lo que se pondera aquí, como posesión de Dios, Israel también sería un pueblo “comprometido a la expansión en todo el mundo del ministerio de la presencia de Yehovah y como pueblo santo sería un ejemplo para el mundo. Basado en Éxodo 19, 6.
Además, en Éxodo 19, 5-6 está presente un elemento de colectividad. El texto no es una declaración polémica dirigida contra el sacerdocio Levítico. Los Sacerdotes como una clase distinta del pueblo ya se mencionan en el mismo capítulo (Éxodo 19, 22. 24), y más tarde el Sacerdocio Levítico como un orden separado está oficialmente dedicado al servicio del santuario (Éxodo 28; 29; 39-40), aunque todo el pueblo es llamado “sacerdotes” o “cuerpo de sacerdotes”.
El concepto de Israel como nación sacerdotal entre otras naciones se repite en Isaías 61, 6. El contexto en Isaías puede señalar varias características de tal sacerdocio.
1. Este sacerdocio está constituido por personas que son bendecidas por el Señor (Isaías 61, 9), restauradas a su estado original (Isaías 61, 4-5), y han experimentado el castigo, la justicia y la salvación del Señor (Isaías 60, 16; 61, 8, 10; 62, 1. 12). El Señor ha hecho un pacto con ellos.
2. Este sacerdocio es la novia del Señor y vive en una estrecha relación con Dios, teniendo acceso a Él (Isaías 61, 10; 62, 4-5). Por lo tanto, se regocija en Dios, lo alaba y lo adora. La adoración es una función sacerdotal (Isaías 61, 3. 10-11).
3. El Señor será glorificado por medio de este pueblo (Isaías 60, 21; 61, 3).
4. También se les llama “pueblo santo” (Isaías 62, 12), reflejando lo que dice Éxodo 19, 5-6 y anticipando a 1 Pedro 1, 9. Son un pueblo santo porque Dios es el Santo de Sión (Isaías 60, 14). Por lo tanto, son convocados a vivir una vida santa y recta (Isaías 60, 21).
5. Ser parte del sacerdocio no es solo un privilegio, sino que apunta a una posición de responsabilidad. Los sacerdotes son mediadores y como tales tienen una misión. El Señor es la luz de este pueblo (Isaías 60, 19-20). El Mesías es su ejemplo (Isaías 61, 1-3).
De este modo, ellos son llamados a brillar (Isaías 60, 1-2), a dar ejemplo y ministrar a las naciones (Isaías 61, 5-6; 62, 10). Así, el Antiguo Testamento entiende el sacerdocio del pueblo en términos de Salvación y Elección por Dios como también el llamado a la santidad, la obediencia, la adoración y el servicio a la humanidad a fin de que Dios sea glorificado.