Versos 1 al 15
Sermón sobre el Templo. El profeta no hace mención de los cultos locales, sino exclusivamente del culto realizado en Jerusalén.
Esto nos podría indicar que se trata de una época posterior a la reforma de Josías llevada a cabo en el 622 a.C., incluso posterior al reinado del mismo monarca.
Se podría estar hablando de la época de Yoyaquim, para estos tiempos hay una clara consciencia de la presencia de Dios exclusivamente en Su Templo de Jerusalén y de Su decisión de defender Su casa y Su ciudad.
En la memoria está el recuerdo de cuando las tropas asirias desistieron de destruir Jerusalén, lo cual fue para sus habitantes un claro signo del poderío del Señor (2 Reyes 19, 32-34; Isaías 37, 33-35).
Israel se confió demasiado y se creó una falsa seguridad absolutizando el Templo y el culto con la intención de manipular a Dios a su antojo.
El profeta hace ver que ni ciudad, ni Templo ni culto le interesan a YEHOVAH Dios.
Más que la práctica de la justicia, la atención al indigente y a la viuda, el rechazo de la idolatría y el respeto por la vida, eso es lo único que puede hacer permanecer a Dios en un lugar.
Estas palabras de Jeremías cobran cada vez mayor actualidad, ya que con mucha frecuencia las religiones se ocupan demasiado en construir templos y lugares de culto a expensas, induciendo a un cierto tipo de trueque o canje de favores.
Cuantos más aportes para la construcción del templo, mayores y más abundantes serán las bendiciones que recibirás de Dios, olvidando que son otras las condiciones que hacen posible hablar de la presencia de Dios o, mejor aún, que la hacen palpable.
Versos del 16 al 20
No valen intercesiones. Tal como están las cosas, hasta Dios mismo se resiste a escuchar la oración del profeta a favor del pueblo.
Ni el mismo pueblo parece muy interesado en la intercesión de Jeremías, pues están muy empeñados en rendir culto a otras divinidades, aquí se menciona, en concreto, a la “reina del cielo”.
Se trataba de una divinidad muy popular conocida también como “diosa madre”, en Mesopotamia la llamaban Istar y en Canaán Astarté, su culto y rituales estaban orientados a la fertilidad.
Versos del 21 al 28
No vale el culto. A propósito del culto y los sacrificios ofrecidos a la “reina del cielo” mencionados anteriormente, YEHOVAH Dios recuerda por medio del profeta que en ningún momento ha exigido sacrificios ni holocaustos.
En cambio, sí ha exigido obediencia y fidelidad.
En el verso 23 se cita precisamente el núcleo de la Alianza, el compromiso de adhesión que adquirió Israel en el momento de su fundación en el Sinaí, ser el pueblo de YEHOVAH Dios, del Dios que los había liberado del poder egipcio.
No tenían por qué poner los ojos en ninguna otra divinidad.
Hay que recordar que la teología de Jeremías gira en torno a la obediencia y fidelidad que debe el pueblo a YEHOVAH Dios por la alianza que hay entre ellos.
Desde esta óptica, el comportamiento de su pueblo es visto como terquedad y resistencia contra el único Dios que les garantiza la vida.
Versos del 29 al 34
Duelo por el valle de Ben-Hinón. Jeremías considera una aberración contra la fidelidad a la Alianza.
Por un lado, la entronización de ídolos, estatuillas que representan alguna divinidad, en el templo de YEHOVAH Dios.
Por otro, la tendencia de ofrecer sacrificios humanos. Israel tenía orden expresa de no realizar esas prácticas y, sin embargo, cayó en ellas (2 Reyes 21, 6).