Versos del 1 al 6
Las palabras de JeremÃas provocan la ira del jefe de seguridad del Templo.
En lugar de tomar en consideración el anuncio del profeta, la respuesta son azotes y cárcel, ratificando con esta acción violenta del funcionario el castigo que merecen Jerusalén y sus habitantes.
No obstante, ni esto, ni lo que aún tendrá que pasar, hace desistir a JeremÃas de su misión.
Versos del 7 al 18
Confesiones de JeremÃas, final. Un nuevo grito de JeremÃas al Dios a quien sirve.
Todo lo que YEHOVAH DIOS le ha ordenado hacer lo ha hecho, lo que le ha ordenado decir lo ha dicho, ¿y cuál es el resultado?.
Obstinación y odio por parte de sus oyentes. Con todo, JeremÃas reconoce que es más fuerte su apego a la Palabra y a su misión.
Esto no quita que el profeta se sienta seducido (engañado), pues él no sabÃa lo que le esperaba y el Señor tampoco se lo habÃa advertido.
Pero por encima de todo está el Dios de la gracia y la misericordia, es por eso que en el fondo de su angustia lanza un grito confiado de esperanza y de Fe.
Versos del 11 al 13, el sentimiento del profeta es extremadamente doloroso y contrasta con JeremÃas 1, 5, en donde, con cierto acento optimista, habla de su elección desde el vientre materno.
Aquà en cambio maldice ese dÃa, tal es el sentimiento de fracaso y de inutilidad de su ministerio.
Este mismo sentimiento de falta de sentido por la vida lo encontramos en Job 3 y tanto o más en nuestro mundo contemporáneo.
¿Cuál debe ser ahà la posición del creyente?, ¿Con qué palabras o con qué hechos puede el hombre de hoy justificar su existencia?.
Es impresionante constatar el nivel de oscuridad que vivÃa Israel en el tiempo del profeta JeremÃas, puesto que el mismo jefe de seguridad del templo en vez de ser confrontado con la Palabra que YEHOVAH da a través del profeta, lo manda a que le den latigazos, y Yeshua dice en la escritura que todo el que rechace a un enviado de YEHOVAH es a Dios mismo a quien rechaza; esto comprueba que ya sus corazones no eran moldeables por la confrontación de YEHOVAH sino que estaban tan endurecidos que rechazaban todo lo que viniera de Él.