Versos del 1 al 31
Malta y Roma. Este último capítulo del libro está escrito en clave de resurrección.
Su tema es la Palabra de YEHOVAH, tantas veces personalizada a lo largo de su narración.
Es esta Palabra, la que cierra el libro, resonando en Roma como resucitada, libre y sin estorbo, proclamando el Nombre de Yeshúa.
Después del naufragio, los pasajeros se dan cuenta de que están en la isla de Malta.
Pablo encarna el poder de la Palabra que siempre va acompañada de signos y milagros, como en la predicación de Yeshúa.
El milagro de la víbora recuerda el episodio del desierto (Números 21, 4-9), la promesa escatológica del profeta (Isaías 11, 8) y la de Yeshúa (Lucas 10, 18; Marcos 16,18).
La sanación del padre de Publio, gobernador de la isla, así como la primera sanación de Yeshúa, la de la suegra de Pedro (Lucas 4, 38-39).
Lo mismo que a Yeshúa, los enfermos acudían a Pablo y quedaban sanos (Lucas 4, 40), es el mismo Espíritu que los guía Ruaj Hakodesh.
Los viajeros se hacen de nuevo a la mar y Pablo llega a su destino, no como un prisionero sino recibido por el calor de la comunidad.
Al encontrarse con los hermanos y hermanas y ver lo que todo eso significaba, el Apóstol da gracias a YEHOVAH Dios. Por fin, Roma.
En los versos del 17 al 31 recoge todos los acontecimientos que arrancan desde Hechos 1, 8: “serán testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo”.
El viaje de Pablo, de Jerusalén a Roma, materializa el movimiento espiritual de la los primeros cristianos que se abre a los paganos.
Roma será el nuevo centro de irradiación universal de la Palabra que está llamada a llegar hasta los últimos rincones del mundo.
Pablo fue martirizado en Roma hacia el año 66 d. C. durante la persecución de Nerón, y allí está enterrado.
Hechos no es la biografía de Pedro ni de Pablo, sino la historia de la Palabra de Yeshúa que, impulsada por el Ruaj Hakodesh, resuena triunfante, libre y sin cadenas tanto en la Roma de los tiempos del narrador, como en todos los confines de nuestro mundo de hoy.
Pedro y Pablo fueron los testigos de esta Palabra en la Ekklesia que nacía hace dos mil años.
Hoy debemos serlo todos los hombres y mujeres que hemos recibido la fe en Yeshúa de Nazaret, Hijo de YEHOVAH Dios y Salvador del mundo.