Mosqueteros de Yehovah

Gálatas Capítulo 5

Verso 1 al 12

Como conclusión a lo dicho e introducción a lo que a continuación les va a decir, el Apóstol nos regala en una frase lapidaria uno de los grandes mensajes del evangelio (Juan 8, 32. 36): “Cristo nos ha liberado para ser libres” (vs 1).

Libertad cristiana. El Apóstol comienza con un enfático “miren, yo mismo, Pablo, les digo” (vs 2), que solamente usa en ocasiones excepcionales (2 Corintios 10,1).

Los gálatas deben elegir: la vuelta a la circuncisión y a todo el peso del cumplimiento de la Ley o la fe en el Mashiaj y el don del Espíritu.

Probablemente los judeo-cristianos radicales que se habían infiltrado entre los gálatas no proponían a éstos una vuelta al sistema de la Ley puro y duro, sino un compromiso entre judaísmo y cristianismo, quizás buscando un “modus vivendi” para una comunidad mixta.

Pero Pablo es radical, no admite componendas ni medias tintas. Son como dos sistemas irreconciliables.

Y así les aplica el refrán que ya usó en 1 Corintios 5, 6: “una pizca de levadura hace fermentar toda la masa” (vs 9); si dan entrada a una pizca, pueden corromperse del todo.

Con la verdad del evangelio no se juega.

El Apóstol no está hablando de doctrinas o ideologías abstractas. Por el contrario, está preocupado justamente de la praxis de vida concreta que genera un sistema u otro.

Dicho de otra manera: lo que está en juego es la “memoria de Yeshúa”: su oferta de salvación universal, su opción por los marginados, la abolición de toda discriminación, el amor mutuo como norma de conducta.

Esta “memoria de Yeshúa” como praxis del creyente sólo puede ser inspirada por el Espíritu que hemos recibido de Él.

No por el cumplimiento de las Leyes inventadas por los hombres para someter a esclavitud a sus semejantes por sus doctrinas plagadas de herejías, que discriminan y dividen, que es lo que estaba ocurriendo.

La Fe, para Pablo, es un dinamismo que pone en marcha el amor.

La vida cristiana no excluye las obras sino que las concentra en el amor fraterno y las mira como frutos que brotan de la Fidelidad a los mandamientos de sacrificarse por obediencia en Yehováh Dios y por ejercer sacrificios que conducen a la salvación del prójimo.

No como méritos en virtud de los cuales el hombre se salva por sus propias fuerzas, sino como respuesta de gratitud al Dios que nos amo primero.

La Fe activa la caridad y es activa por la caridad.

Finalmente, el Apóstol menciona la insinuación de sus adversarios de que él seguía exigiendo la circuncisión (vs 11). ¿Se referían al caso de Timoteo? (Hechos 16, 3).

La persecución de que es objeto muestra a las claras que los privilegios y la seguridad social que le daban la circuncisión los ha cambiado por lo único que considera importante, predicar la cruz del Mashiaj con todo el escándalo que lleva consigo (1 Corintios 1, 23).

En cuanto a sus acusadores, “que se mutilen del todo” (vs 12), dice con sarcasmo, como queriendo equipararlos a los que se hacían castrar en el templo pagano de la diosa Cibeles, el más importante de Galacia.

Versos del 13 al 26

Guiados por el Espíritu. Pablo comienza las exhortaciones finales de su carta con un nuevo llamamiento a la libertad: “ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad” (vs 13).

El encuentro con Yeshúa a las puertas de Damasco hizo del Apóstol un hombre libre y, desde entonces, la liberación será el tema constante de su predicación.

Liberación del pecado (Romanos 7, 14-15); de la muerte, el último enemigo (Colosenses 2,12-14; 1 Corintios 15,26); del instinto (Romanos 8, 13); del régimen de la Ley del pecado y la muerte (Romanos 6).

Evangelio y libertad se identifican. ¿De qué liberación o libertad está ahora hablando a los gálatas? De la misma que ya les habló a los corintios: “el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad” (2 Corintios 3, 17).

Por eso, el Espíritu lo nombra ocho veces domina toda esta página de recomendaciones
y amonestaciones.

Pablo considera a la persona humana como un campo de batalla donde dos fuerzas opuestas libran un combate: las fuerzas del instinto literalmente la “carne” y la fuerza del Espíritu.

El instinto mata la libertad y conduce a la esclavitud, dramatizada en la larga lista de vicios donde descuellan, por un lado, los pecados que pisotean y destruyen la libertad del otro, haciendo imposible la convivencia humana: violencia, envidias, bandos, ambición, entre otros; y por otro, las pasiones que encadenan a la persona a la tiranía del sexo: fornicación, indecencia, desenfreno.

El Espíritu, por el contrario, produce “el fruto”, en singular, del amor, que encabeza la lista (vs 22).

Lo demás será el despliegue y consecuencia del amor, comenzando por la “alegría”, otra de las experiencias más profundas de Pablo, y que hacen de él un hombre dominado por el gozo.

La esperanza le produce alegría (Romanos 12, 12); los discípulos son su alegría (Filipenses 4, 1; 1 Tesalonicenses 2,20); hasta las tribulaciones son causa de alegría (2 Corintios 7, 4).

Los frutos del Espíritu que enumera el Apóstol son las realidades que hacen del cristiano un miembro libre y solidario de una comunidad libre y solidaria.

La llamada a la libertad con que comenzó (vs 13) es como un camino que el cristiano tiene que recorrer (Salmo 1, 1), por el Espíritu que se le dio en el bautismo (1 Corintios 6, 11) y que puede ser “guía” (vs 18) del caminante, pero con la condición de que éste se comprometa a dejarse guiar.

Esto no tiene nada de pasividad. Pablo expresa el compromiso activo y militante del cristiano uniendo un verbo en indicativo: “si vivimos por el Espíritu”, con otro en imperativo, “sigamos al Espíritu” (vs 25).

El nuevo ser del cristiano exige manifestarse en una praxis cristiana liberadora. Lo contrario sería una incoherencia o una ilusión.

Las consideraciones finales tienen gran peso porque retorna a poner en relieve el motivo inicial de la carta, entender que la sangre de Yeshúa Ha Mashíaj en el altar de la cruz en el calvario ha expiado la Ley del pecado y de la muerte (Levítico 17, 11), que impedía que el Ruaj Hakodesh pudiese morar en nosotros.

Esta es la carta más manipulada por el mundo cristiano moderno para hacer de Yeshúa la imagen errónea de la abolición de todas las 613 leyes contenidas en el Pentateuco del Antiguo Pacto, cuando simplemente el es la simiente de la Mujer que que le aplasta la cabeza a Satanás quien sedujo a Eva.

Al tomar versos aislados y no el contenido de la carta en totalidad pareciera tener sentido su forma interpretativa conveniente, pero el mismo Yeshúa nos comunica que Él no vino para abolir la Ley, sino a cumplirla en su totalidad (Mateo 5, 17).

Yeshúa Ha Mashíaj participó activamente de las Fiestas de Yehovah que tienen incidencia eterna y desechó toda manipulación de hombres confrontando a los Fariseos, a los Saduceos y Maestros de la Ley y ratificó la vigencia de la Ley de Moisés en el discurso conocido como el Sermón del monte (Mateo capitulos del 5 al 7).

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