Versos del 1 al 4
En Apocalipsis 7, 9-14, vimos a una gran multitud salvada en la gran tribulación, lista para el final del sistema del mundo y del reinado del anticristo en la tierra.
Aquí, esta gran multitud, los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes, todos se unen para celebrar la caída del Anticristo y del sistema del mundo que lo apoyaba.
Una parte de esta gran multitud, aquellos santos martirizados que cayeron en manos del Anticristo durante la gran tribulación, clamó a Yehovah Dios por un juicio justo en Apocalipsis 6, 10. Aquí, finalmente, sus oraciones son contestadas.
“Aleluya” es la palabra hebrea traducida como “Alabanza a Yehovah Dios” dicho en un modo imperativo. ¡Es un estímulo y una exhortación a alabar a Yehovah Dios!.
Versos del 5 al 10
La boda del Cordero. Desde el cielo, los rescatados siguen la suerte de los Ekklesia. Existe estrecha comunión entre el cielo y la tierra.
La Ekklesia celeste celebra ahora el triunfo sobre la gran Babilonia, detallado en el capítulo anterior.
La inmensa muchedumbre, compuesta por ángeles (5, 11; 7, 11) y la Ekklesia ya vencedora (7, 9. 10; 12, 10), alaba a Yehovah Dios.
Tiene tres poderosos motivos. Yehovah Dios ha juzgado con rectitud (15, 3; 16, 7), ha condenado a la gran prostituta (17, 1-2. 4; 18, 9) y ha vengado la sangre de sus mártires que con tanta vehemencia le suplicaban (6, 10).
Una voz que sale del trono exhorta al reconocimiento de Yehovah Dios.
Se invita a los santos, a los pequeños y los grandes. Toda la humanidad, pues, sin exclusión de nadie, está convocada a la alabanza ecuménica de “nuestro Yehovah Dios”.
La alegría invade el cielo y la tierra “¡Aleluya!”. Yehovah Dios ya ha establecido su reinado y han llegado las bodas del Mashiaj con su Ekklesia. Viene la plenitud del gozo.
El poder del Amor de Cristo triunfa sobre el mal de este mundo. Estas palabras resultan tan sublimes que Juan cae de rodillas, anonadado y reverente.
Pero no un ángel, sino el mismo Yehovah Dios es el garante de tanto gozo y esperanza para los Ekklesia. ÉL solo debe ser adorado.
La expresión es breve pero reviste enorme importancia para la vida apostólica de la Iglesia. Yeshúa Ha Mashiaj sigue dando hoy su testimonio, Él es el único “testigo fiel” (1, 5) ante el mundo mediante la presencia de sus profetas que son la Ekklesia, que el Ruaj Hakodesh inspira y fortalece.
Versos del 11 al 21
El jinete victorioso. En este denso relato (11-21), donde cada frase suena a reclamo profético del Antiguo Testamento, se enuncia la definitiva victoria de Yeshúa Ha Mashiaj.
En dicho triunfo colaboran también los Ekklesia. Se asiste, pues, a la clamorosa victoria de nuestro Señor con la Iglesia sobre las fuerzas del mal.
Aquel caballo blanco que apareció fugazmente en la apertura del primer sello (6, 2), muestra ahora todo su esplendor.
Se dijo entonces que salió como “vencedor” y para “seguir venciendo”. Ahora ha llegado el momento de su victoria final.
Conocemos ya su jinete: Yeshúa Ha Mashiaj es quien lo monta; quien aparece adornado con multitud de símbolos que insisten en su carácter divino.
Su verdadero nombre es la Palabra de Yehovah Dios. Su manto, empapado en sangre, recuerda la profecía de Isaías 63, 3 y es alusión a su muerte, por la cual ha conseguido la victoria.
El Señor es confesado por la Ekklesía como el Cordero degollado y victorioso (5, 6. 9. 12). Pero el jinete vencedor, que es Nuestro Señor, no cabalga solo. Le acompañan otros jinetes: la Ekklesia fiel hasta el final.
Van vestidos de blanco, es decir, han lavado y blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero, han muerto y resucitado con Él (7, 10).
Se subraya de nuevo el Carácter Divino de Yeshúa Ha Mashiaj, porta un título que sólo a YEHOVAH Dios se tributa: Rey de reyes y Señor de señores. Es, además, título imperial.
El combate es dado ya por concluido con un veredicto de victoria.
Un ángel lo proclama con un grito que recuerda oráculos proféticos (Ezequiel 39, 4-5).
Las dos fieras, engendros del gran dragón, son arrojadas al estanque de fuego y azufre. Tal precipitación significa su destrucción completa.
Todos los demás autores de muerte también fueron aniquilados. La victoria de Nuestro Señor y de los suyos consigue el triunfo inapelable del bien sobre el mal.
Importa ver conforme avanza la lectura del libro la progresión en la destrucción inexorable del mal.
Tras la caída del imperio del mal, simbolizado en la gran prostituta (17, 1-18), de la gran Babilonia (18, 1–19, 4) y de las dos fieras (20), ahora se asiste a la aniquilación del enemigo número uno: el gran dragón.
Éste es designado con sus apelativos más conocidos en la Biblia: la serpiente primitiva, el diablo y satanás.