Versos del 1 al 3
Las ofrendas encendidas (holocaustos) son seguidas inmediatamente por las ofrendas de oblación, no sólo porque fueron ofrecidas junto con ellas desde el principio (Génesis 4, 3), sino porque se mantenían cerca de ellas en su significado general.
El epíteto usual que se les aplica, es literalmente un “regalo” con el que alguien buscaba obtener el “favor o buena volutnad” de alguien superior.
Es la dádiva presentada a YEHOVAH DIOS como señal de un gran reconocimiento de que el oferente le debía todo a ÉL, del mismo modo que deseaba asegurarse su favor y bendición.
Este epíteto al principio era utilizado para los sacrificios de animales del mismo modo que para las ofrendas de los frutos que acompaña el holocausto u ofrenda.
Esta ofrenda podía ser presentada por cualquier persona que deseara hacerle un obsequio a YEHOVAH DIOS. Consistía en flor de harina, aceite e incienso.
Algunas veces se la presentaba como ofrenda aparte, pero generalmente se ofrecía junto con un holocausto.
La flor de harina o harina fina, es el producto de la cooperación entre YEHOVAH DIOS y los hombres.
YEHOVAH DIOS, coloca el principio de vida en la semilla, da sol y lluvia y la hace crecer.
El hombre siembra la semilla, la cuida, la cosecha, la muele para hacer harina, y luego presenta esta harina ante el Altísimo o la prepara en tortas cocidas al horno.
Es la suma del don original de YEHOVAH DIOS más el trabajo del hombre. Es devolverle a YEHOVAH DIOS lo suyo con interés. Es símbolo de la obra de la vida del hombre, de talentos perfeccionados.
No se dan instrucciones en cuanto a la cantidad que debía presentarse. Esto quedaba librado al deseo individual.
De cada ofrenda el Sacerdote tomaba un puñado de harina, algo de aceite, todo el incienso y los quemaba sobre el altar, a esto se lo llamaba “memorial”.
Era una ofrenda de “olor grato a YEHOVAH DIOS”. A esta ofrenda, como a todas las demás, se le debía agregar sal.
Estaba permitido para un israelita entrar 11 codos (5,5 metros), en el Atrio del Tabernáculo desde la entrada.
Desde allí el Sacerdote tomó un puñado, la cantidad que cabe en los tres dedos centrales de la mano y lo quemaba en el altar junto con todo el incienso.
El resto era comido por los Sacerdotes.
La oblación era en verdad un regalo a los Sacerdotes, pues recibían todo, menos la parte del “memorial”.
Debían dividirse el resto entre ellos y cada uno debía recibir una parte igual.
Versos del 4 al 10
La oblación que recibían los Sacerdotes consistía en harina y aceite. Ellos podían hacer con esto lo que quisieran.
También estaba permitido que la persona que ofrecía la oblación la trajese ya cocida y presentase su oblación, ya horneada, a los sacerdotes.
Si hacía esto, debía hacer tortas o panes sin levadura, de harina fina y aceite, luego debía dividir los panes o las tortas en pedazos y derramar aceite sobre ellos. Podían cocerse al horno o en sartén.
Los ingredientes eran los mismos: flor de harina y aceite.
Las tortas o panes eran traídos “a YEHOVAH DIOS” y presentados al Sacerdote, que debía sacar la parte del “memorial” (Vs 9), para quemarla sobre el altar.
Lo que quedaba pertenecía a Aarón y a sus hijos y era “cosa Santísima”.
La harina fina que se usaba para la oblación no tenía ninguna diferencia de otra harina de la misma calidad y no poseía en si ninguna virtud especial.
Sin embargo, luego de haber sido presentada al Sacerdote, se transformaba en “cosa Santísima”.
La harina de la oblación no debía ofrecerse sola, debía mezclarse con aceite. El aceite es símbolo del Espíritu de YEHOVAH DIOS.
Sólo cuando la vida sea Santificada por el Ruaj Hakodesh, cuando esté mezclada con Él y sea ungida por Él, podrá ser agradable ante YEHOVAH DIOS.
El sufrimiento en sí mismo, quizá no resulte una bendición. A algunos les endurece el corazón y amarga el espíritu.
Pero cuando el Ruaj Hakodesh toma posesión del alma y el dulce espíritu del Maestro se difunde en la vida, se manifiesta la fragancia de una vida consagrada.
Así como YEHOVAH DIOS se reservó una parte de la oblación como “memorial”, así también se reserva una parte de nuestros ingresos y de nuestro tiempo.
La décima parte de nuestras entradas pertenece a YEHOVAH DIOS (Levítico 27, 30).
Del mismo modo, se ha reservado como suyo el séptimo día de la semana (Éxodo 20, 10).
En esto, los cristianos estamos lejos de cumplir con su deber. Pocos reconocen las demandas de YEHOVAH DIOS. Proceden como si lo que tienen les perteneciera, cuando, en verdad, son meros mayordomos.
Se consideran liberales cuando dan para la causa de YEHOVAH DIOS, aún cuando quizá el total de lo que dan no alcance a ser lo que por derecho le pertenece a YEHOVAH DIOS, porque ni siquiera es de ellos.
Del mismo modo, muchos flaquean en la observancia del Shabbat. Las horas del Shabbat son sagradas, en ellas debemos hacer la obra de YEHOVAH DIOS y no la nuestra.
Haríamos bien en recordar que la parte del “memorial” de todo lo que tenemos es de YEHOVAH DIOS.
Versos del 11 al 16
Estaba prohibida toda levadura en las oblaciones que se presentaban a YEHOVAH DIOS para ser quemadas en el altar. La misma prohibición se aplicaba a la miel.
La fermentación es símbolo de añadidura de hombre por lo que puede ser corruptible.
Yeshúa dijo: “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía” (Lucas 12, 1).
Pablo habla de la “levadura de malicia y de maldad” (1 Corintios 5, 8).
Se usaba tanto miel como levadura para producir fermentación, especialmente para hacer vinagre.
En las Escrituras Bíblicas, generalmente, se asocia la miel con las pasiones de la carne, que a la verdad pueden ser placenteras, pero contienen elementos de corrupción y son destructoras de la vida espiritual.
Sin embargo, aunque no se debía quemar ni levadura ni miel en el altar, se ordenaba que se ofreciera pan hecho con levadura como Primicia (Levíticos 23, 17).
Y la miel figura entre las primicias ofrecidas por Ezequías (2 Crónicas 31, 5). Porque no toda doctrina es corrupta, ni toda pasión ilícita.
Un Pacto de Sal es un Pacto Perpetuo (Número 18, 19).
El simbolismo es claro: nunca deben faltar los principios purificadores y preservadores de la Santidad y la Verdad en nuestro Pacto con YEHOVAH DIOS.
El fuego purifica y la sal preserva.
Ser salado con fuego implica no sólo Purificación sino Preservación.
YEHOVAH DIOS desea tener un pueblo puro, un pueblo limpio, un pueblo Santo, un pueblo cuyos pecados hayan sido perdonados.
Con sólo pedirlo pueden obtener el poder preservador de YEHOVAH DIOS.
No solamente han de llegar a ser limpios y santos, sino que además han de mantenerse en esa condición.
El fuego con el cual han de ser “salados” no destruye, sino purifica. Primero hemos de ser limpiados, luego preservados. “Salados con fuego” y salados “con sal”.
Aún hoy, en el Oriente, es comida preferida el grano tierno, es decir no maduro, tostado. Tales granos podían usarse como oblación.
Se derramaba aceite sobre las espigas, y se les ponía incienso. La parte del “memorial” era quemada sobre el altar y el resto pasaba a ser de los Sacerdotes.
Las diversas oblaciones presentan a Yeshúa Ha Mashiaj como el dador y sustentador de la vida, Aquel en quien, y por quien, “vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17, 28).
Así como los holocaustos representaban la Consagración de la vida, las oblaciones requerían la Consagración de los recursos.
Esta consagración debe ser precedida por la consagración de la vida.
El Evangelio no da lugar para la Consagración de la vida sin la Consagración de los recursos, tampoco puede haber esta Consagración sin la Consagración de la vida.
Las dos deben ir unidas. Combinadas, constituyen un sacrificio completo, un “olor grato para YEHOVAH DIOS” (Levítico 1, 9).