Versos del 1 al 10
Ayuda mutua. Un caso concreto de seguir al Espíritu: la corrección fraterna.
Se trata de un acto de amor si es humilde y va acompañada del propio examen de conciencia para evitar el orgullo por los dones recibidos (Santiago 5, 19-20).
La exhortación a la corrección fraterna aparece ya en 1 Tesalonicenses 5, 14. La humildad es la gran ayuda para la fraternidad (Filipenses 2, 3).
Pablo es siempre práctico y sabe moverse de las alturas desde donde brota la nueva vida del cristiano, a los casos concretos en que ésta debe manifestarse en el día a día de las comunidades.
Así lo hace ahora en este final de carta con consejos y recomendaciones útiles donde va explicando las exigencias de la Ley de Cristo, Ley del amor y de la libertad.
Con refranes del mundo agrícola (Proverbios 22, 8; Oseas 8, 7) emplaza la vida diaria del cristiano para el “Día del Señor”, el tiempo de la “siega y de la cosecha”.
Compara el caminar de acuerdo con el Espíritu con la tierra que se elige para sembrar la semilla. Es tierra del Espíritu y éste hará fructificar la semilla en cosecha de Vida Eterna.
La tierra del instinto, por el contrario, dará como fruto la corrupción.
Versos 11 al 18
Conclusión y despedida. Concluye resumiendo las ideas principales y despidiéndose. Escribe las últimas líneas de su puño y letra que eran como la firma de autenticidad de las cartas antiguas.
Añade curiosamente que lo hace con letras grandes, como para subrayar que en estas frases está el resumen de toda la carta.
Pues bien, con “letras grandes” vuelve a la polémica con la que comenzó, como para desenmascarar definitivamente ante los gálatas a los intrusos que les engañan con un evangelio diferente al auténtico que él les predicó.
Primero, son unos cobardes que huyen de la persecución que sufrirían si anunciaran el Evangelio de la cruz de Cristo con todas sus consecuencias, sin componentes de circuncisión y leyes.
Les caería encima la ira de los judíos. Segundo, son unos egoístas, lo único que pretenden es apuntarse triunfos en su proselitismo a costa de la libertad ajena (Mateo 23, 15), mostrando como trofeo la circuncisión impuesta a los gálatas.
En cambio, todo el orgullo de Pablo está en la cruz del Mashiaj, en su muerte y sacrificio por amor, en participar en ella y predicarla como único medio de salvación.
A la circuncisión carnal, que ya no cuenta, el Apóstol antepone las marcas de sus sufrimientos por el apostolado (1 Corintios 1, 31) que le dan toda la autoridad apostólica como para dar el problema por resuelto con un ¡basta ya!: “que nadie me cause más dificultades” (vs 17).
Es la única vez que Pablo, en el saludo final, intercala el vocativo “hermanos”, signo de la esperanza de lograr o haber logrado su reconciliación con los gálatas, con el gran deseo de que éstos renovarán su fidelidad al Evangelio que les predicó.
La gracia que les desea es la fuerza salvífica de Yehovah Dios en Yeshúa Ha Mashiaj.