Versos del 1 al 3
Los corintios, carta de recomendación de Pablo. Toda la siguiente reflexión tiene un sabor polémico.
Al parecer, algunos predicadores se presentaban en Corinto con cartas de recomendación, quizás de las autoridades de Jerusalén o de Antioquía, cosa corriente tanto en la vida ciudadana como en la cristiana (Hechos 18, 27; Romanos 16, 1-2; 1 Corintios 4, 10).
Es probable que los opositores del Apóstol exhibieran estos documentos como garantía de legitimidad y tapadera de sus charlatanerías.
Pablo pregunta retóricamente a los corintios si él tiene necesidad de recomendaciones. Responde con una imagen bellísima y audaz: ellos mismos, los corintios, son su carta de recomendación de Yeshúa.
Combinando y oponiendo dos citas del Antiguo Testamento, el “decálogo” grabado en losas de piedra (Éxodo 24, 12) y la ley impresa en el corazón (Jeremías 31, 33; Ezequiel 11, 19).
Afirma que Cristo mismo es el autor de esa carta viva, “escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo, no en tablas de piedra, sino en corazones de carne” (vs 3), y que él, Pablo, es el amanuense.
Esta carta, escrita en el Espíritu, es la Nueva Alianza de la que el Apóstol afirma que es ministro, no por méritos propios, sino por el poder que el Mashiaj le confirió.
Versos del 4 al 18
El ministerio de la Nueva Alianza. Basándose en esta imagen tan sugerente, Pablo propone una reflexión sobre su ministerio apostólico comparado con el de Moisés.
Toma las tradiciones o leyendas de Éxodo 33,7-11 y 34, 29-35 y, jugando con los símbolos allí narrados, letra, tinta, ley escrita, piedras, mediación de Moisés, gloria y velo. Teje la contraposición entre ambos ministerios en términos audaces y extremos.
Pablo no hace una interpretación literal del Antiguo Testamento, sino que se lanza a una reflexión original y libre que en la tradición judía era conocida como estilo “midrásico”.
El contexto de estas reflexiones sigue siendo polémico. Aparentemente Pablo dirige toda su virulencia no contra la Ley de Moisés en cuanto tal, sino contra la predicación de aquellos falsos apóstoles, algunos de ellos probablemente judeo-cristianos, que no se habían desprendido aún de la mentalidad de propia de la doctrina Fariseica, en realidad manipulaban a Moisés y del prestigio y la “gloria” con que revestían su actividad misionera.
No habían comprendido la “novedad del Evangelio”, y por tanto, negociaban con la Palabra de Yehovah Dios, la distorsionaban y callaban su mensaje.
El ministerio del Apóstol es tan absolutamente nuevo y todo lo demás tan relativo, que no duda en llamar a todo lo anterior el ministerio de Moisés y, sobre todo, el de los supuestos misioneros que pretenden imitar a Moisés “ministerio que lleva a la muerte” (vs 7).
El contraste tiene su fuerza al resaltar con la comparación “vida-muerte” la irrupción de la “vida” del Espíritu en el corazón de los corintios, que está creando una nueva comunidad a la que el Apóstol no duda en llamar “Alianza Nueva” (Jeremías 31, 31-34; Lucas 22, 20).
A lo largo de todo su alegato, el Apóstol describe esta Nueva Alianza en oposición absoluta con la anterior. Es una Alianza de Espíritu, no de pura letra; da vida, mientras que la letra mata.
Su ministerio es de absolución, no de condena; permanente, no transitorio; de resplandor incomparable frente a lo ya opaco; de transparencia y franqueza frente al ocultamiento.
Pablo vuelve de nuevo a la polémica hablando del “velo”, pero no ya del de Moisés, sino del que se ponen sus adversarios ante los ojos y que les impide comprender lo que leen Hechos 28, 27, es decir, que todas las Escrituras están llenas de la presencia del Yehovah Dios que ahora se ha manifestado.
Pablo no pierde, sin embargo, la esperanza.
Cuando se conviertan, “vuelvan” a Yeshúa, se removerá el velo, comprenderán las Escrituras y alcanzarán la libertad (Romanos 9–11), “donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad” (vs 17).
El Apóstol alude al final a la gran transformación que la resurrección de Yeshúa, a través de su Espíritu, va operando en la comunidad de creyentes, que no es otra que la progresiva semejanza al Mashiaj mismo.