Versos 1 al 5
Espera y oráculo. A la inquietante pregunta anterior sigue el tiempo de espera de la respuesta, YEHOVAH, en efecto, responde (vs 2-4).
YEHOVAH señala la suerte que espera a los injustos y opresores, no sólo a los actuales y a los que vendrán, sino también a los del pasado.
En el pasado, todos los grandes terminaron cayendo humillados en manos de otros más poderosos, el caso concreto lo están viviendo los contemporáneos de Habacuq.
Mientras Asiria la invencible está expirando, sobre sus ruinas se está alzando otro poder aún más fuerte, el de los caldeos.
Pero sobre ellos vendrá otro más fuerte que los azotará. El profeta ve esta secuencia de muerte de un poder y surgimiento de otro como designio del mismo YEHOVAH.
ÉL va determinando el momento en el cual debe caer uno, ser castigado, para que aparezca otro instrumento castigador, que azote al anterior.
En medio de todo, al profeta le duele la suerte de los que él llama justos e inocentes, ¿por qué son siempre ellos los que se llevan la peor parte?.
La respuesta por parte de YEHOVAH es sencilla y aunque no es inmediata, no fallará, “el soberbio, el ambicioso fracasará, mas el justo por su fidelidad, vivirá”.
¡Grande el poblema para el profeta explicar a sus contemporáneos, y nosotros hoy a los nuestros, esta respuesta que de todos modos siguen mostrando visos de injusticia, máxime para una época que todavía no ha abierto sus horizontes a la escatología ni a la fe en la vida eterna!
Todo lo que puede constatar el profeta es que algún día, aunque lejano, el justo vivirá si se mantiene fiel mantenemos la expresión “fidelidad” del texto hebreo, el texto griego utiliza “Fe”, versión que utilizará Pablo en Romanos 1, 17 y Gálatas 3, 11.
Y mientras este momento llega, ¿qué?.
Lo único que los oprimidos pueden hacer es entonar coplas, sátiras y epigramas contra los prepotentes opresores.
Sin perder esto de vista, es obvio que hoy no podemos reducir la resistencia y la lucha contra la injusticia a tales gestos.
Siglos después de Habacuq, las expectativas de los injustamente oprimidos siguen vigentes.
Ellos esperan un orden distinto de cosas, una vida de paz, de armonía y de justicia, pero en este mundo, no en el más allá, hacia donde continuamente nuestra errada predicación pretende remitir su suerte.
Versos del 6 al 20
Copla de los cinco ayes. Con intención de exorcizar el miedo y la tentación de caer en la pasividad.
Pero sobre todo con la intención de meter en la conciencia del pueblo lo pasajero del poderío y la prepotencia.
El profeta sugiere estas coplas en forma de lamento, las cuales son en realidad un modo de enjuiciar al opresor y dictarle su condena.
Cada lamento, condena y subraya alguna de las actitudes más frecuentes entre los conquistadores y de acuerdo con el mal que hacen se describe el castigo, que en realidad es una exacta aplicación de la ley del Talión.
Nuestro mundo actual conoce y sufre los efectos de las acciones malvadas de quienes se creen dueños y señores del mundo.
De ahí que la palabra del profeta cobre para hoy una gran vigencia, en tanto que recuerda que los oprimidos no pueden resignarse a sufrir un orden de cosas según la voluntad de los opresores y en tanto que cada una de esas acciones debería convertirse en motivo de mofa y burla como una manera legítima de resistencia.
Versos del 6b al 8
Primer “ay” contra la codicia que lleva al acaparamiento.
El profeta denuncia esta vía de enriquecimiento violento, que deja a los demás empobrecidos como si se tratara de una deuda de los acaparadores con los expoliados.
La invitación es a asumir la identidad de acreedores y cobrar esa deuda que, en justicia, ellos deben pagar.
A nosotros se nos inculcó en la conciencia la idea de que somos deudores de una impagable “deuda externa”.
¿Cuándo comenzaremos a asumir la idea de Habacuq que somos nosotros los que debemos empezar a cobrar la deuda, que tienen los poderosos con nuestros pueblos saqueados y empobrecidos?.
Versos del 9 al 11
Segundo “ay” en conexión con el primero, ya que se refiere a la acumulación de riquezas.
Sólo que aquí entra en juego la figura de la casa, entendida en un doble sentido, el real, como lugar al que van a parar los bienes ajenos y el metafórico, común en la Biblia, de descendencia o dinastía.
En nuestros “círculos bíblicos”, se podría hacer el ejercicio de nombrar las dinastías o imperios económicos que absorben la riqueza de nuestros pueblos.
Constatamos que la lista es demasiado pequeña, si la comparamos con el número de familias o de habitantes de nuestros pueblos.
En línea con el profeta, tendremos que denunciar esto a la luz de las siguientes preguntas:
¿Qué grado de justicia o injusticia están generando esos emporios? ¿Cómo está repartida la riqueza de nuestras naciones?.
El profeta no invita a acciones violentas, pero sí vaticina un fin nada pacífico para estas casas que se han llenado con la riqueza de otros, porque dentro de ellas mismas está el instrumento de azote que acabará con ellas.
Versos del 12 al 14
Tercer “ay” esta vez contra la violencia sobre la cual se han construido tantas ciudades.
También la ciudad posee aquí un sentido real y otro metafórico, en cuanto indica o sintetiza la imagen de todo el imperio.
Ni la ciudad ni el imperio podrán gozar eternamente de felicidad y bienestar, porque sus fundamentos fueron echados sobre la sangre de los inocentes y los empobrecidos.
En tales condiciones no hay posibilidad de que la vida sea transmitida con eficacia o durabilidad.
Versos del 15 al 17
El cuarto “ay” condena el extremo abusivo al que lleva creerse dueño y señor de bienes y personas.
Es muy probable, que el profeta aluda a prácticas deshonrosas realizadas por los soldados vencedores sobre los vencidos.
Con esta misma moneda será retribuido el que ha obrado así, beberán de su misma copa.
Nótese que aquí no se estimula la venganza o la justicia por la propia mano, se subraya que es YEHOVAH y no otro quien dará esa copa a los depravados.
Versos del 18 al 20
Quinto “ay”, esta vez contra las prácticas idolátricas.
No está mal que esta serie de “ayes”, que ha girado en torno al eje de la injusticia social y ética, cierre con una condena a la idolatría.
Si se conociera a YEHOVAH, su proyecto, su propuesta de humanización, nunca se llegaría a los excesos que describen los cuatro primeros “ayes”.
Cuando el proyecto de liberación y de humanización propuesto por YEHOVAH es reemplazado por el proyecto del hombre/pueblo ambicioso, sólo puede generar injusticia y muerte, su meta es, de hecho, competir con YEHOVAH.
Eso es lo que el profeta ilustra con la divinidad de madera o piedra, por hermosos que parezcan no pueden generar ni transmitir vida, todo lo contrario.