Introducción
El profeta y su época. Habacuq, profeta sin patria y sin apellido, vive y escribe en la misma época que Nahúm.
Su horizonte histórico está definido por dos grandes poderes: Asiria decadente y Babilonia renaciente.
Asiria es el pescador de pueblos y YEHOVAH es su red, sucumbirá ante el nuevo imperio babilónico, águila guerrera cuyo YEHOVAH es su fuerza.
Los babilonios, de momento, hacen justicia, pero pueden seguir también el camino de la arrogancia y de la opresión.
Entre los dos vive Israel, que puede convertirse en juguete de los imperios. Habacuq representa a su pueblo expectante.
Son tiempos de opresión y violencia, estamos en el decenio 622-612 a.C.
El mensaje religioso refiere que ningún profeta como Habacuq se ha asomado a la escena de las grandes potencias, preguntándose por la justicia de la historia, y se ha remontado desde ahí a contemplar y comprender la soberanía de YEHOVAH.
A la pregunta del profeta “¿Hasta cuándo te gritaré: ¡Violencia!, sin que me salves?” (Habacuq 1, 2), YEHOVAH parece no escuchar y antes de responder se hace esperar.
YEHOVAH mira como si no viese, o como si lo que ve no hiriera su vista.
Los interrogantes del profeta “¿hasta cuándo?, ¿por qué?”, se suceden a lo largo del libro, como haciéndose el portavoz de los lamentos de Su Pueblo.
Es como el centinela que escudriña la historia tratando de descubrir un sentido y una esperanza, que levante los ánimos de los decaídos y desesperados.
Es una expectación que se transforma en oración y súplica.
Cuando le llega la respuesta profética, Habacuc recibe la orden: “escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido” (Habacuq 2, 2).
Pero la respuesta de YEHOVAH abre una nueva etapa de expectación. ¿Cuáles son los plazos en la cronología divina?.
El profeta lanza al pueblo hacia un nuevo horizonte, más allá de las expectativas coyunturales del momento histórico.
Todavía hay tiempo de perseverancia, confianza y esperanza en el Altísimo, dueño de la historia.
YEHOVAH vendrá, pero a su tiempo (Habacuq 2, 3). Mientras tanto “el justo, por su fidelidad vivirá” (Habacuq 2, 4).
Éste es el mensaje del profeta centinela de la historia, que retomará Pablo (Romanos 1, 17; Gálatas 3, 11) y lo verá ya realizado en la esperanza de todos aquellos que creen que Yeshúa, con su muerte y resurrección, ha llevado a cumplimiento definitivo el designio salvador de YEHOVAH.
Capítulo 1
Verso 1
Título del libro. Ninguna identificación del autor, ni apellido ni lugar de procedencia.
Hay quienes lo ubican entre el círculo de profetas de Jerusalén, su nombre lo hallaremos mencionado también en Daniel 14, 33-37.
Versos 2 al 11
El final de la injusticia, impaciencia y anuncio. Esta sección contiene dos partes bien definidas.
La primera (vs 2-4) es un lamento, una queja que el profeta dirige a YEHOVAH.
Testigo de tantas maldades, injusticias, violencia y opresión, Habacuq no entiende para qué YEHOVAH DIOS le ha hecho ver todo eso.
No está claro si este panorama de injusticia se refiere a la realidad en general, internacional o si se trata de algo más local, es decir, la realidad de Judá.
De cualquier forma, el profeta se siente dolido por esa situación.
Tal vez, su principal dolor y por tanto el principal motivo de queja, es la pasividad de YEHOVAH ante tanta injusticia (vs 3), pareciera que a YEHOVAH no le importara la situación.
En el fondo, el profeta reclama una intervención divina para que ponga fin a tanta maldad.
La segunda parte (vs 5-11) es un oráculo de respuesta de YEHOVAH a la queja del profeta, respuesta absolutamente desconcertante.
Es como si le dijera: “No has visto nada, prepárate para lo peor”.
YEHOVAH piensa suscitar un pueblo cruel y violento que azotará a toda la tierra (vs 6) imponiendo su voluntad y su derecho (vs 7).
Su poder será aún más fuerte que el de la nación que ahora se está extinguiendo. La fuerza será YEHOVAH de ese pueblo que piensa suscitar el Señor (vs 11).
Versos del 12 al 17
Súplica y descripción. Cuando los pueblos del Cercano Oriente estaban aplaudiendo jubilosos la caída de Asiria y celebraban su liberación (Habacuq 3, 19).
He aquí que se empiezan a sentir las pisadas de otro imperio aún más poderoso, dispuesto a imponer su voluntad sobre el resto de los pueblos (Habacuq 1, 6-11).
Como quiera que el hombre bíblico hace derivar todo de YEHOVAH, el bien y el mal, el profeta quiere que YEHOVAH le confirme si acaso ha sido su voluntad juzgar la maldad, la injusticia y la violencia por medio de un pueblo malvado y violento.
Apelando al YEHOVAH de la liberación y de la justicia, Habacuq intenta “sacudir” al YEHOVAH actual, ¿Qué pasa? ¿Por qué permite todo esto?.
¿Acaso ha sido su designio desde el comienzo de la humanidad, crear a los hombres para ponerlos luego en manos de poderes totalitarios? (vs 14-17).
A lo largo de todos los tiempos, interrogantes como éstas han sido dirigidos a YEHOVAH. Se llega hasta a afirmar que el dolor humano es la principal causa del ateísmo.
¿Cómo creer en YEHOVAH después de las devastadoras campañas militares de estos imperios atestiguadas desde la antigüedad hasta la época más reciente?.
En medio de tanto horror, ¿dónde está YEHOVAH? No es fácil para el profeta responder a un interrogante de semejante magnitud.
Está limitado por una serie de factores históricos, culturales y religiosos que no le permiten dar una respuesta como nosotros la quisiéramos hoy.
Él mismo se declara en estado de guardia, de silencio y desierto interior para ver qué le responderá el mismo YEHOVAH (Habacuq 2, 1).