Versos del 1 al 29
Este capítulo comienza en el mismo lugar donde terminó el capítulo 5.
Darío acababa de ascender al trono de Babilonia después de haberla conquistado para el imperio Medo Persa.
Esto ocurrió en el año 539 a.C. Una de las primeras responsabilidades que Darío tenía por delante era organizar el gobierno de Babilonia.
Para ello nombró a ciento veinte sátrapas (gobernadores despóticos) y estableció tres gobernadores, de los cuales Daniel era uno.
Los sátrapas, gobernador de una provincia de la antigua Persia, debían rendir cuentas a los tres gobernadores. De este modo Darío delegó en ellos los asuntos administrativos.
Daniel ya no era joven, sino que sería un anciano de unos ochenta y cinco años.
Darío llegó a tener conocimiento de la dilatada experiencia de este anciano en el ejercicio del gobierno de Babilonia, de cómo había servido durante varias décadas a las órdenes de Nabucodonosor, y del don que el YEHOVAH del cielo le había dado para interpretar sueños.
Darío se convenció que un hombre de esa experiencia y fidelidad demostradas, era idóneo para supervisar la labor de todos los sátrapas e incluso de los otros dos gobernadores.
De este modo Daniel pudo seguir dando testimonio de YEHOVAH DIOS del cielo también en los comienzos del imperio Medo Persa.
Vs del 4 al 9 Daniel era un hombre incorruptible, fiel y diligente en el desarrollo de todas sus responsabilidades.
Vs 10-15 La fidelidad de Daniel hacia YEHOVAH Dios le causa que sea condenado al foso de los leones.
En los vs del 12 al 18 vemos que sus enemigos no tuvieron dificultades para encontrar a Daniel orando a YEHOVAH DIOS, considerándolo en contra del edicto promulgado, así que sin ninguna demora lo acusaron delante del rey.
Si antes fue el rechazo y la resistencia a adorar la estatua de oro, ahora el motivo no es del todo diferente.
Se trata de mantener firme la convicción de que sólo YEHOVAH DIOS puede salvar y que, por tanto, sólo de ÉL se puede esperar la salvación (Versos 15. 17. 21. 23. 28).