Mosqueteros de Yehovah

2 Corintios Capítulo 10

Versos del 1 al 11

Defensa polémica de Pablo. El cambio brusco de tema y de tono respecto a los capítulos precedentes hace pensar a no pocos expertos, que se trata del fragmento de otra carta, quizás escrita antes de 7, 5-16 y antes de los capítulos 8-9.

Si no fuera así, ¿cómo explicar lógicamente que en los capítulos 8-9 espere Pablo la contribución económica de la comunidad, en un contexto de reconciliación y armonía, y a renglón seguido (10–13) se lance a la defensa de su apostolado descargando contra sus enemigos invectivas tan vehementes? Quede la cuestión para los estudiosos.

Estos capítulos finales de la carta nos regalan la rica y apasionada humanidad de un Pablo que sabe ser agresivo y desafiante, irónico y sincero.

La cuestión era de vital importancia porque estaba en juego la legitimidad de sumisión, o lo que es lo mismo, la legitimidad del Evangelio que había anunciado a los corintios y que estaba en peligro ante los ataques de algunos advenedizos.

Es un texto apasionado que fluye sin aparente arquitectura. La cólera del Apóstol se derrama en frases irónicas, incluso sarcásticas. Lanza ataques frontales, finge hacer teatro para hablar de sí más libremente.

Como siempre, entremezcla principios doctrinales.

Al trasluz de su apología podemos vislumbrar las actitudes y los ataques de sus rivales a los que el Apóstol no duda en llamar “superapóstoles”, “falsos apóstoles”, “ministros de Satanás”, “locos” y otros calificativos por el estilo.

Las acusaciones se centraban en su persona y en el proceder de su ministerio.

¿Qué clase de apóstol podría ser un pobre hombre sin recomendaciones ni prestigio que ni siquiera había conocido personalmente a Yeshúa, desmedrado físicamente, sin elocuencia ni sabiduría, que se empeñaba en trabajar con sus manos para su sustento sin aceptar la ayuda de la comunidad, “fuerte” con los corintios “de lejos y por carta”, pero débil, cobarde y falto de energía cara a cara?.

Dicho de otra manera: ¿Qué se podía esperar de un pobre loco con tales credenciales?.

Pablo se defiende presentando “la bondad y mansedumbre del Mashiaj” (vs 1) como su inspiración, su modelo (Filipenses 2,6-8) y sus armas de combate.

Ya antes se ha referido a la misión del apóstol como a la lucha de un soldado de Cristo (6,7) cuyas armas, dice ahora, tienen un poder que viene de Yehovah Dios y está destinado a destruir baluartes y torreones que se subleven contra el reconocimiento de Yehovah Dios.

El Apóstol alude claramente a la Palabra de Yehovah Dios que él anuncia en la humildad y la pobreza, frente a los sofismas, la prepotencia y los falsos razonamientos con que los falsos apóstoles pretenden desviar a los corintios del Evangelio que ellos aceptaron.

La paz de la comunidad será reestablecida. Toda sabiduría humana que se oponga al Mashiaj será sometida a la obediencia de la Fe (Romanos 1, 5).

Versos del 12 al 18

El poder del apóstol. Parece ser que sus enemigos llegados a Corinto achacaban a Pablo el no ser un apóstol en sentido completo y, por consiguiente, que carecía de la auténtica autoridad apostólica frente a la comunidad.

Ellos en cambio, sí que se consideraban apóstoles y alardeaban de “ser de Cristo”, implicando quizás con esta frase casi técnica ya sea el haber conocido a Yeshúa personalmente ya sean las conexiones que tenían con los apóstoles de la Iglesia de Jerusalén.

Es decir, consideraban el apostolado como un club exclusivo al que Pablo no podía pertenecer.

Pablo pasa al ataque. Venciendo el pudor y el malestar que le causa alardear y hablar de sí mismo, las circunstancias le obligan a hacerlo.

Y lo hace recordándoles que él fundó la Iglesia de Corinto y que esa comunidad viva es el testimonio de la presencia y del poder de Yehovah Dios en su apostolado.

Es un poder constructivo y no de destrucción, como lo estarían haciendo esos “superapóstoles”. Y que, por lo tanto, por carta o cara a cara, él ejercita el mismo poder de Yehovah Dios, como lo podrán comprobar cuando les visite.

Refiriéndose a su labor misionera por la que fundó la comunidad de Corinto, el Apóstol no se gloría, lo considera sencillamente un acto de obediencia a lo que Yeshúa le ha encomendado: llevar el Evangelio a las naciones (Hechos 9, 15; Romanos 15, 15-20).

Ha cumplido su misión en Corinto y piensa seguir cumpliéndola más allá de Corinto y de Grecia (Romanos 15, 24-28).

La política de Pablo es clara: no meterse en terreno ya evangelizado por otros. Pide asimismo que los otros no invadan el campo que Yeshúa le ha asignado.

¿Tenía celos el Apóstol de estos misioneros itinerantes los superapóstoles” que habían fascinado con su elocuencia, credenciales y prepotencia a sus queridos corintios, desacreditándole a él, el fundador de la comunidad?.

No hay que descartar esta posibilidad en una persona tan apasionada y afectuosa.

Sin embargo, los verdaderos celos de Pablo son por el Evangelio que les ha anunciado y que, con el instinto de un padre, ve que es eso lo que está en peligro (1 Corintios 4, 15).

Esta paternidad es su “gloria” y está dispuesto a defenderla a toda costa porque sabe muy bien que toda “gloria” proviene del Señor y a Él le pertenece (1 Corintios 4, 7; Filipenses 3, 3; Gálatas 6, 14).

Gloriarse de Yeshúa es gloriarse de tener por Dios al Señor y de haber recibido todo de Él.

Es un orgullo paradójico.

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